
En un país donde la política siempre encuentra formas creativas de hacer las cosas "a su manera", la última ocurrencia que nos ha dejado sin palabras es la propuesta de Luisa María Alcalde, presidenta nacional de Morena. Para enfrentar la previsible baja participación del pueblo, bueno y sabio en la elección judicial del próximo 1 de junio, Alcalde ha decidido que lo mejor es… ¡pintar bardas! Así es, mientras el resto del mundo se pelea por encontrar soluciones serias y efectivas para contrarrestar el desinterés ciudadano. Los diputados de su bancada se convertirán en artistas callejeros y pintarán las paredes de sus distritos. ¿Por qué no? Después de todo, en la construcción de la democracia todo se vale.
Lo más curioso es que la idea, además de ser pintoresca, nos invita a reflexionar sobre el poco, por no decir, nulo interés que está despertando “el momento histórico”, como lo llaman los afines a la 4T y que la verdad ni ellos se la creen. Mientras muchos piensan que la solución está en crear conciencia, discutir ideas y proponer alternativas atractivas para el votante, la receta de Alcalde es tan simple como poner un par de letreros en las paredes. No se necesita una campaña de concientización ni debates sustanciales; solo un poco de pintura y, con algo de suerte, alguien se detendrá a mirar. De paso, los costos correrán por cuenta de los diputados. ¡Qué detalle tan altruista, si no fuera porque es, en el fondo, una forma barata de cumplir con el expediente!
Ahora bien, ¿realmente las bardas son la solución al posible desinterés de participación en las elecciones judiciales? Si alguien cree que llenar las calles de graffiti político logrará captar la atención de los ciudadanos, probablemente también piense que la mejor forma de resolver a crisis de desabasto de medicinas en México sea construir una “farmaciotota”. Lo que estamos viendo no es un esfuerzo genuino por acercar la justicia a la gente, sino una estrategia de imagen más, una jugada para que todo se vea bonito (aunque las pintas en las paredes más parecen de rancho grande que de gran ciudad) sin tener que abordar los problemas de fondo. Que nadie se engañe: las bardas no representan una verdadera estrategia de comunicación, solo son un parche mal hecho para un sistema que sigue siendo opaco y distante.
Alcalde, en su infinita sabiduría, ha insistido en que los mensajes de las bardas deben ser exclusivamente informativos, sin manifestar apoyo a ningún candidato. Vaya, un detalle de gran importancia, como si el simple hecho de pintar paredes sobre la elección judicial fuera suficiente para dar confianza en el proceso. Lo que no dicen es que, a lo largo de la historia, los mensajes "neutrales" en las bardas no son tan imparciales como nos quieren hacer creer. Lo que hay debajo de esa capa de pintura es una intención política, disimulada tras una fachada de publicidad electoral barata.
Claro, en la teoría todo esto parece inofensivo, y hasta podría parecer una ocurrencia ingeniosa para lidiar con un problema de participación. Pero la realidad es que, si queremos que los ciudadanos se interesen en una elección judicial, necesitamos mucho más que un mensaje fugaz pintado en una pared. Necesitamos que se aborden los problemas reales del sistema judicial, que las instituciones sean realmente representativas, transparentes y eficaces. Y, sobre todo, necesitamos que los ciudadanos tengan razones tangibles para creer que su voto realmente importa. Pintar bardas no lo conseguirá. No en un país donde la política de espectáculo es más común que la política de sustancia.
Finalmente, la propuesta de Alcalde nos deja con una reflexión incómoda: si realmente creemos que la mejor forma de involucrar a la ciudadanía en la elección judicial es con pintorescos mensajes en las bardas, ¿no estamos acaso fomentando una participación vacía, sin compromiso real? La democracia no se construye a brochazos, sino con ideas, diálogo y, sobre todo, con la construcción de confianza. Ojalá, por el bien de todos, entendamos que la política no debe limitarse a un juego de imágenes en las paredes, que por cierto se quedan por años, al menos Esa es la idea.