Newry.– Un evento anual que involucra tierra, cerveza y dinero en efectivo atrajo una vez más a docenas de ansiosos competidores a un centro de esquí en Maine el sábado.
Más de 30 parejas compitieron en el Campeonato Norteamericano de Carga de Esposas, una carrera de 278 yardas (254 metros) durante la cual las concursantes chapotean en el agua, saltan sobre troncos y caminan con dificultad por el barro, todo mientras cargan a su pareja como si fuera un saco de papas.
La historia del origen de este deporte no es exactamente políticamente correcta. Se basa en una leyenda finlandesa del siglo XIX que involucra a un hombre conocido como “Ronkainen el ladrón”, cuya banda era conocida por saquear aldeas y llevarse a las mujeres, según una de las explicaciones incluidas en el sitio web wife-carrying.org.
Tradicionalmente, en la prueba finlandesa los competidores eran hombres y llevaban a una mujer en brazos. El sábado, las parejas que competían no tenían que estar casadas ni ser un hombre y una mujer.
Uno de los participantes, el portador, estaba vestido como Mr. Increíble, mientras que su “esposa” estaba vestida completamente de rosa. Ellos y otros fueron aclamados efusivamente por la multitud a ambos lados de la pista en la estación de esquí Sunday River. La mayoría logró pasar por la ladera cubierta de hierba, pero algunos tropezaron en el barro y sus compañeras femeninas saltaron antes de que se reagruparan y continuaran.
La mayoría de los participantes utilizan una técnica en la que llevan a la “esposa” como una mochila, boca abajo, para garantizar que los brazos de los corredores estén libres y puedan lograr la mayor agilidad. Con sonrisas y muecas, los competidores terminan mojados y embarrados.
El campeón se va con el peso de la “esposa” en cerveza y cinco veces el peso de la “esposa” en efectivo. Para calcular la cantidad que ganará, la “esposa” ganadora se coloca en un lado de una balanza que los organizadores equilibran en el otro lado con cajas de cerveza.
“Venimos todos los años para divertirnos”, dijo Wade Porterfield de Cuba, Nueva York, quien compitió con su esposa, Sara Porterfield. “Realmente hay pocas posibilidades de que ganemos. Casi todos se animan y es genial”.