Ampliación Nueva Reforma, Huehuetenango, Guatemala.– "Salí de mi casa por la balacera y por el miedo". Un mexicano de 72 años que pidió no ser identificado por temor por su vida supo que era momento de abandonar su hogar cuando el lunes escuchó el último enfrentamiento a tiros entre cárteles en su comunidad en Amatenango la Frontera, Chiapas.
Las balas retumbaban cerca de su casa, tomó a su familia, sus hijos y nietos y huyó al lado de Guatemala.
"Los carteles lo matan a uno siendo inocente" aseguró a The Associated Press. Es uno de los 217 mexicanos en su mayoría agricultores que en su huida llegaron hasta la comunidad Ampliación Nueva Reforma, en el municipio de Cubilco en el departamento de Huehuetenango en Guatemala, fronterizo con México.
Según el gobierno guatemalteco, al menos 580 mexicanos han cruzado la frontera huyendo de la violencia.
El anciano, entre lágrimas, dijo que está triste, que dejó a sus animales, sus documentos, dinero y salió corriendo de su hogar. Las balaceras llevan ya dos meses ocurriendo en su comunidad.
Los refugiados han llegado de por lo menos cinco barrios distintos del municipio de Amatenango.
En la comunidad guatemalteca de Ampliación Nueva Reforma han recibido a sus vecinos con lo que tienen. Les comparten comida y, en algunos casos de familiares, también techo. La mayoría de los recién llegados están alojados en la única escuela del lugar, a la espera de que llegue la atención que el gobierno de Bernardo Arévalo dijo estar brindando.
Hay un solo enfermero que atiende a los mexicanos que buscan refugio con lo que tiene.
El ejército de Guatemala ha reforzado la línea fronteriza.
"Entre la maleza, por veredas, tuvimos que caminar para arriba de los cerros, como cuatro kilómetros; nos vinimos por el monte, buscando a donde llegar hasta llegar a un camino. Gracias a Dios nos tendieron la mano, nos dieron agua de ruda (agua aromática) para calmar el miedo", cuenta el campesino.
Con los brazos abiertos y los pocos recursos que tienen, comunitarios de Ampliación Nueva Reforma, habilitaron la humilde escuela de adobe y lámina y pisos de cemento para albergarlos. Los maestros de la escuela se organizaron, contaron cuántas personas buscaban refugio, les dieron comida y empezaron a recibir los pocos víveres de otras vecindades. Es la única ayuda que hasta el momento han recibido.
No hay ni un mercado en esta población que se encuentra en un valle, entre montañas donde copa la vegetación y cuya única vía de acceso es una carretera en mal estado de tierra y piedras de unos 30 kilómetros. Llegar allí desde la capital Ciudad de Guatemala puede tomar entre ocho y nueve horas.
"Tenemos miedo de regresar, no hay autoridad que los combata. Lo que pedimos al gobierno es que intervengan y nos echen la mano y mandar ejército mexicano", dijo el hombre de 72 años.
Los refugiados están asustados, son pocas las personas que quieren hablar.
Una mujer de 42 años, que tampoco quiso identificarse por temor por su vida, contó a la AP que salió de su comunidad el domingo 21 de julio junto a sus cuatro hijos.
"Con las balaceras no podía salir de mi casa para buscar comida; imagínese qué le daba de comer a mis hijos pequeñitos", dije la mujer al borde del llanto. "No sabemos cuánto más va a tardar esto, no sabemos si vamos a poder regresar", planteó.
Noel Pérez, alcalde comunitario dice que necesitan víveres con urgencia, así como enseres de limpieza y una carpa grande para poder tenerlos en mejor condición. "Hasta ahora ni el alcalde, ni el gobierno nos ha dado ayuda y es urgente que se atienda a estas personas", dijo.
Un día antes, el presidente guatemalteco Bernardo Arévalo confirmó que cientos de mexicanos estaban huyendo del sur de México. En un informe de coordinación interinstitucional se informó que casi 600 personas salieron del sur de México para refugiarse en territorio guatemalteco por la violencia de los cárteles.
El obispo emérito de la diócesis de Tapachula, Jaime Calderón, en un escrito fechado el miércoles, indicó que a la dolorosa situación en la que ya vivía esa región mexicana, con sus habitantes "secuestrados" en sus comunidades y obligados a pagar extorsiones o a estar en los retenes viales impuestos por los criminales, se unió en las últimas fechas el "ser amedrentados, amenazados y obligados a participar como escudos humanos en los enfrentamientos de los cárteles de la droga".
Según el comunicado, esto pasó el 20 y 22 de julio, aunque no mencionó comunidades concretas.
Las autoridades mexicanas no se han pronunciado hasta el momento sobre los hechos. La Secretaria de Seguridad de Chiapas dijo a AP que no había recibido reportes de incidentes en la zona y ni el gobierno del Estado ni la Cancillería mexicana respondieron a solicitudes de comentario.
En un documento de las autoridades guatemaltecas al que tuvo acceso AP, los desplazados indicaban que abandonaron sus hogares ante la escasez de alimentos y la violencia entre grupos del crimen organizado.
El Cártel de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación llevan más de un año luchando por el control de las rutas de tráfico de migrantes, drogas y armas en Chiapas, el estado mexicano más pobre, que conecta con Centroamérica y donde el crimen está utilizando conflictos locales para dividir a las comunidades.
Pero la situación de violencia no dejó de incrementarse y a los asesinatos, las desapariciones y el cobro de extorsiones, que dejaron a población en una situación económica crítica, se une ahora que los civiles se vean obligados a convertirse en escudos humanos.
"Por un lado, secuestrados en casa propia, obligados a hacer lo que no deben, con un profundo sentido de impotencia ante lo incomprensible de la situación que viven, la gente de los cárteles que disponen a su antojo de la población; y por el otro, la presencia de los destacamentos de la Guardia Nacional y el Ejército mexicano que hacen nada por la población a la que ven sufrir día a día".
Según denunció Calderón, los militares reciben órdenes del gobierno para tener "presencia en el territorio sin intervenir para proteger a la población" y los cárteles "nos quieren someter al silencio", amenazando a la población para que "no se sepa ni se crea lo que estamos viviendo y sufriendo día a día".
Los desplazamientos de población en Chiapas se han multiplicado en los últimos meses con gente que salen con lo puesto ante las incursiones de los criminales. El mayor desplazamiento en décadas tuvo lugar en junio en la localidad de Tila, en la zona norte del estado, cuando más de 4 mil personas huyeron de la localidad tras estar 72 horas encerradas por miedo a los grupos armados.