Ciudad Juárez.- Disfrutar de una película se ha convertido en un ritual; se preparan las botanas y bebidas preferidas; se busca un filme en una larga lista que cada vez se amplía más; se elige el lugar más cómodo de la sala, y si se quiere, se puede detener el contenido, quitarlo y elegir otro. Eso antes era inimaginable.

El avance de las plataformas de streaming ha cambiado la forma de ver películas, series, documentales y demás contenido audiovisual. A pesar de eso, muchas personas prefieren ir al cine, elegir una butaca, comprar palomitas en una barra y esperar que las luces se apaguen para que la pantalla se encienda y el sonido inunde la sala, como se hacía hace años en los antiguos cines de Ciudad Juárez.

Boletos en taquilla

Para iniciar el viaje a través del tiempo es necesario adquirir un boleto: la imaginación. Si bien, algunos de los edificios que alguna vez albergaron los cines más populares de Ciudad Juárez todavía están en pie, su aspecto es totalmente diferente.

En la esquina de la avenida 16 de Septiembre y calle Francisco I. Madero, el Edificio Victoria se impone al resto de las estructuras. Ahora luce un color diferente: rojizo con detalles en crema, antes, un beige y rosa pastel cubrían la finca, colores más semejantes a los de sus años mozos.

“Es un lugar histórico porque ahí vivió Benito Juárez (antes de que se convirtiera en cine era la casa de Inocente Ochoa, personaje importante de la época)”, comentó Guillermo Leos Portillo, integrante de Sociedad Paso del Norte por la Cultura de la Historia.

Al interior, el daño es evidente. No hay butacas, las paredes se desgajan, y con ellas los murales de la parte superior. El techo tiene agujeros que permiten la entrada de luz, suficiente para avanzar por el pasillo sin tropezar. Al frente, la pared donde se proyectaban las películas, es gris, lienzo para grafiti y la humedad.

El Cine Victoria, primero concebido como teatro, formó parte del proyecto que dio prioridad al sector servicios: hoteles, casinos, cabarets, bares, cines, teatros… “Juárez era considerada una especie de Las Vegas”, dijo Carlos Rocha Pineda, historiador y promotor cultural local.

De la marquesina ya no hay rastro. La taquilla se mantiene en un rincón, todavía con la ventanilla y el hueco por donde se intercambiaban los boletos por pesos o dólares. El olor es poco agradable. Las máquinas de palomitas se esfumaron. El fuego consumió, en cinco ocasiones, las memorias del lugar.

Intermedio, busque palomitas

Rocha Pineda explicó que la población migrante, más las personas con poder adquisitivo de Estados Unidos y otros países, le dieron brillo y relevancia a esos lugares.

“Fueron parte importante de una sociedad que apenas alcanzaba los 100 mil habitantes. Éramos un pueblo muy pequeño”, agregó Leos Portillo al referirse a las características de la ciudad de los años cincuenta, época cuando estos lugares tomaron mayor relevancia e interés en la comunidad fronteriza.

El Cine Plaza, ubicado sobre 16 de Septiembre, entre Venustiano Carranza y el callejón de la Noche Triste, tenía una capacidad de 3 mil 500 personas. Hoy, sus instalaciones albergan varios negocios. Tenía dos accesos sobre los cuales se posaban las marquesinas. Al lado derecho había una cafetería, y del izquierdo, una farmacia. La arquitectura del edificio tiene influencias del art déco que se combina con el tezontle en la parte superior. Cines Alcázar invirtió cuatro millones de pesos para el edificio y fue inaugurado en 1947.

“Se ha mantenido porque es uno de los edificios que tienen mucha plusvalía, tiene mucho valor”, dijo Leos, quien en conjunto con otros integrantes de la asociación ha sugerido a los dueños que el edifico se destine a la promoción de la cultura, “pero desgraciadamente no hay dinero”.

Permanencia voluntaria

El Cine Dorado 70, hace 50 años era sinónimo de entretenimiento familiar; hace 30, de perversión, pues la presentación de películas para adultos marcó el lugar de por vida.

El edifico original se mantiene en pie sobre la avenida Lerdo. En la marquesina está la advertencia: SOLO ADULTOS. Al interior hay una hilera de butacas cubiertas de polvo y manchadas de fluidos. La alfombra roja del pasillo principal se esfumó y la humedad carcome cada rincón. Pero en la fachada del edificio hay un anunció casi esperanzador: Nuevo Cinema Dorado, Ferrocarril #105 y la imagen del vástago.

Guillermo Leos recordó que antes de convertirse en cine, aquel espacio funcionó como imprenta y después como Teatro Juárez, que albergó presentaciones de ópera. Este lugar es considerado como el pionero en la proyección de películas en Ciudad Juárez a principios del siglo XX.

El Nuevo Cinema es un lugar pequeño en comparación con su antecesor pero bien señalada en la fachada. Un grupo de parqueros resguardan celosamente el estacionamiento. Muchos transeúntes desconocen lo que ahí se proyecta, uno que otro echa un vistazo. A los parroquianos parece no importarles quién se asome, otros, en cambio, prefieren avanzar discretos.

“En su declive lo proyectaron como cine para adultos (…) ahora está más escondido, más discretón”, mencionó Carlos Rocha, y agregó que no fue el único cine porno de la ciudad, pues el Paseo e incluso el Victoria presentaron contenido para adultos.

Dos arcos, uno rojizo y otro café, más un portón dan la bienvenida. El encargado está sentado detrás de un escritorio. La televisión lo distrae. Entrega boletos con la palabra: ESPECTADOR a cambio de 40 pesos. Cerca del escritorio hay un mostrador con bolsas de dulces y frituras para degustar durante la función. La cartelera es una pizarra negra con las películas que se proyectarán en el día, a partir de las dos de la tarde.

Una cortina negra separa el vestíbulo de la sala de proyección. La escena muestra a una mujer rubia a punto de hacerle una felación a un hombre. El olor a humedad inunda la sala. La mayoría de los espectadores son hombres de entre 25 y 50 años de edad. Algunos buscan la compañía de otros asistentes para tener algún tipo de encuentro sexual, aunque también hay quienes suelen disfrutar la función en solitario.

Los ojos se acostumbran a la oscuridad y a las escenas de la pantalla. Se distinguen siluetas; buscan miradas para pasar el rato.

"Yo no iría, pero pues cada quien", respondio un hombre que transitaba sobre la avenida Juárez al cuestionarle si lo visitaría.

La existencia de este espacio genera opiniones divididas, de rechazo y aprobación, aunque varios entrevistados concordaron en que respetan las decisiones de cada persona.

"Yo sí sabía que existían (los cines pornográficos)... a lo mejor hasta iría, pero aquí no, aquí me da cosa", admitió una mujer joven.

La debacle, explicó Rocha, se debió al crecimiento de la ciudad con la llegada de la industria maquiladora en los sesenta y setenta. El Centro se hizo viejo, así como los edificios y las actividades que se desarrollaban, a esto se sumó el cambio en la tecnología y la apertura de espacios modernos en otros sectores.

Leos y Rocha coincidieron en que es complicado que surja un programa o iniciativa para devolverle la vida a los edificios, pues se requiere la colaboración de Gobierno e Iniciativa Privada, recursos para sacar a flote las estructuras que presentan daños evidentes.

“Es una lástima que no se rescaten y se recuperen pero hace falta mucho presupuesto para que esto suceda. Lo veo casi imposible”, agregó el historiador.

“Imagínate un teatro de la ciudad en el Cine Plaza estaría fabuloso; una casa de la cultura en el Cine Victoria, todo eso lo hemos propuesto, pero ahí queda porque no hay dinero”, mencionó Leos Portillo.

La lista de cines se prolonga: Coliseo, Variedades, Cumbres, Juárez 70, Reforma, Luxe, Alcázar, Premier, Edén. Cada uno con su periodo de esplendor y que albergó visitantes de ambos lados de la frontera, quienes no imaginaron que la película que vieron sería la última función.

Con información de Antonio Calleja

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