El 5 de febrero del presente año, el presidente Andrés Manuel López Obrador proponía un paquete de 20 reformas constitucionales:

  1. Reconocer a los pueblos indígenas y afromexicanos como sujetos de derecho público.
  2. Derecho a pensión a adultos mayores a partir de los 65 años y aumentar el monto cada año; además de un apoyo universal para las personas con discapacidad.
  3. Becas a estudiantes de familias pobres en todos los niveles de escolaridad.
  4. Atención médica universal gratuita.
  5. Que los trabajadores y familias puedan ser dueños de sus viviendas.
  6. Prohibir el maltrato animal.
  7. No otorgar concesiones para minería a cielo abierto y prohibir el fracking para la extracción de hidrocarburos.
  8. Hacer respetar las zonas con escasez de agua y solo autorizar en ellas concesiones para uso doméstico.
  9. Prohibir el comercio de vapeadores y de drogas químicas como el fentanilo.
  10. No permitir que el aumento al salario mínimo sea menor a la inflación anual.
  11. El salario mínimo para maestros de educación básica de tiempo completo, de policías, guardias nacionales, soldados, marinos, médicos y enfermeras no será menor a lo que perciben los trabajadores afiliados al seguro social.
  12. Revertir las reformas de pensiones, tanto la de 1997 como la de 2007.
  13. Garantizar a los mexicanos el derecho a la educación y al trabajo.
  14. Mejorar las condiciones de los campesinos a través de un jornal justo y permanente.
  15. Utilizar para trenes de pasajeros los 18.000 kilómetros de vías férreas concesionados y destinados al transporte de carga. El Estado también estará obligado a garantizar el derecho a los servicios de internet y propuso devolver a la CFE su carácter de empresa pública estratégica.
  16. Una nueva iniciativa de reforma electoral, que contempla la reducción de los gastos destinados a campañas y partidos políticos, reducir las y los regidores en ayuntamientos, eliminar las candidaturas plurinominales y reducir la Cámara de Diputados de 500 a 300 integrantes y el Senado de 128 a 64. Y que, tanto los consejeros de los organismos electorales sean electos por el voto directo de la ciudadanía y reducir del 40% al 30% el número de participantes en consultas populares para hacerlas válidas y vinculatorias.
  17. Los jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial, en vez de ser propuestos por el Ejecutivo y nombrados por legisladores, serán electos de manera directa por el pueblo.
  18. Traspasar la Guardia Nacional a Sedena como un mecanismo para, evitar que se corrompa como la antigua Policía Federal.
  19. Convertir en política de Estado la austeridad republicana para que ningún servidor público de los tres poderes pueda ganar más que lo que percibe legalmente el presidente de la República.
  20. Eliminar todas las dependencias y organismos onerosos y elitistas “supuestamente autónomos”, como el INAI, IFETEL, etc.

Desde febrero, López Obrador anunció su plan y construyó su narrativa: del total de esas 20 reformas, sólo una se ha llevado la atención: la reforma al Poder Judicial, que implica cambios en la legislación electoral, para que Magistrados, Jueces y Ministros puedan ser elegidos por voto popular; en segunda instancia, pero con mucho menor intensidad en la agenda pública, la que busca eliminar a los órganos autónomos.

Independientemente de las filias y fobias políticas de cada uno, no se puede acusar a López Obrador de traidor, pues, el que avisa no es traidor. Él avisó, delineó una narrativa y está ejecutando su plan conforme a lo avisado; sorprendidos no hay en este caso concreto.

Y mientras, ni los afectados, ni la oposición política al presidente, se pusieron a construir narrativa; mucho menos en articular una estrategia de defensa, pues, pensaron que el resultado del 2 de junio sería diferente y perdieron tiempo, valioso tiempo, que hoy los tiene contra las cuerdas.

¿Qué son las narrativas?

Según Georgina Flores-Ivich, quien es profesora investigadora y coordinadora del Diplomado Internacional en Comunicación Política Estratégica de la FLACSO México: “las narrativas pueden definirse como un relato de una secuencia de eventos para mostrar un punto particular (Labov y Waletsky, 1967) y se componen por una colección de historias, o dicho de otra forma, por sistemas de historias”.

López Obrador tiene muchos errores como presidente, como Jefe de Gobierno de la CDMX, pero tiene una gran virtud que hay que saberla reconocer: es un gran comunicador, un extraordinario contador de historias. Eso es inobjetable, siquiera por sus acérrimos adversarios. López Obrador ha ganado la batalla mediática desde sus tiempos de opositor, como Jefe de Gobierno, candidato presidencial y como mandatario.

Desde 1988 están las evidencias de su habilidad para construir narrativas poderosas. En la actualidad, cuando está por fenecer su mandato constitucional, lo sigue haciendo para obtener lo que quiere. ¿Por qué razón? Porque le ha funcionado siempre para conseguir lo que desea, salvo la gubernatura de su natal Tabasco, que buscó en dos ocasiones.

Como buen contador de historias, siempre ha sabido delinear muy bien al villano de sus múltiples narrativas políticas.

En una narrativa siempre hay víctima y villano. La víctima es la entidad o personas perjudicadas por la propuesta de política y por la actuación del villano. El villano es la entidad o personas que causan el problema público.

Pero, también hay un héroe o heroína, quienes tienen la potencial solución del problema que revela la política pública, en sus manos. Estos personajes, al estar bien estructurados, permite comprender cómo se está definiendo el problema y cómo se quiere solucionar.

López Obrador lo ha hecho tremendamente bien para perjuicio de sus opositores y con gran éxito hasta hoy, cuando los villanos de su actual (y quizás última) narrativa son jueces y juezas, magistrados y magistradas del Poder Judicial de la Federación, así como las ministras y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Y en un papel secundario, los integrantes de una mermada oposición política en las cámaras de senadores y diputados.

Los “villanos” de López Obrador carecen de organización y, por ende, de estrategia. Perdieron valioso tiempo y comenzaron apenas hacer un par de meses, a organizarse, a planear estrategia, pero no han construido una narrativa sólida y poderosa que la gente adopte y contagie, porque sus argumentos son muy técnicos y abstractos: una narrativa poderosa es sencilla de entender y contar.

A unas cuantas horas de que dicha reforma sea aprobada por el Senado (a la mayoría morenista le falta sólo un voto para lograr la aprobación), la oposición tiene ese atractivo y necesario voto, que buscan comprar a toda costa y seguramente lo lograrán; pues con una oposición que no aprendió a organizarse, ni a construir narrativas y que se ve más débil que nunca, alguien de sus integrantes va a sucumbir ante las jugo$as promesas que desde el partido (casi hegemónico) en el poder le harán.

Sólo se espera conocer el nombre del traidor o traidora. Y una vez consumada la traición, la oposición a la reforma al Poder Judicial, habrá sido derrotada en todos los rubros y que demostrará lo importante de hacer prospectiva, organizarse a tiempo y utilizar narrativas poderosas para conectar con la gente.

Aún tengo la esperanza de estar equivocado. En horas se sabrá.

ESPRESSO COMPOL

La Suprema Corte de Justicia, el Poder Judicial de la Federación y los Poderes Judiciales de las entidades federativas tienen ante sí la oportunidad histórica (en el caso de que la reforma no pase) de replantear su cercanía con la sociedad y esa empieza con apertura hacia los medios de comunicación y la incursión efectiva en las redes sociales.

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