Las personas que se dedican a la política y van en busca del voto de la gente adquieren dos pleitos, los cuales se vuelven obligatorios: con la brevedad y la claridad.

En los años que tengo dedicado a la imagen y comunicación política, es una lucha constante con una candidata, con un alcalde en funciones, gobernadores, entre otros funcionarios que llegan a serlo por voluntad popular.

Todas y todos los políticos borraron de su disco duro el concepto de brevedad y eso, quizás, viene de la larga etapa que vivió la comunicación: la de la palabra, en la que los grandes discursos eran la herramienta para comunicar en el ágora de los griegos antiguos hasta la llegada de la radio como medio masivo de comunicación.

Dedicamos muchos años, como humanidad, a escuchar y escuchar. Luego llegó el cine y podíamos ver sin escuchar; luego se le quitó lo mudo al cine y esa gran pantalla se achicó y llegó a las casas. Así, pasamos a la etapa audiovisual, donde lo que se ve toma preponderancia en la comunicación.

Y todo comenzó a ser más rápido. El tiempo valía mucho más y la brevedad llegó a las películas, que abandonaron, poco a poco, las larguísimas duraciones de casi cuatro horas (como Ben Hur de 1959).

Pero, la política mexicana se quedó enamorada de la palabra. A pesar de lo rápido que la sociedad comenzaba a vivir, la política mexicana se quedó estancada en velocidades más lentas.

A punto de llegar al primer cuarto de este siglo XXI, y con la feroz competencia por llamar la atención, en las múltiples plataformas sociales, las y los políticos llegan a redes sociales como TikTok, no logran encajar con la brevedad exigida. Quieren imponer sus reglas, en las que la brevedad sale sobrando. Por eso vemos a tantas y tantos políticos que fracasan en redes sociales, en ese mar de brevedad en el que no saben nadar.

Antes el discurso era la única herramienta, hoy tenemos muchas herramientas adicionales cuando se trata de imagen y comunicación política para quienes buscan el voto y para quienes gobiernan.

La política por eso tiene fama de “aburrida”: por tantos y tantos discursos (no largos, eternos más bien) y rebuscados, espantando la claridad necesaria en la comunicación.

Entonces, todavía hay una clase política (sin importar partido político) que, cuando tiene el poder y accede a un micrófono en una ceremonia solmene, entrevista o premiación; se le dificulta soltar el micrófono y puede durar más de una hora llenando el espacio con su voz, aunque su público se pierda en la marea de fotos y videos cortos de Instagram. Ellos y ellas se quieren escuchar; es una cuestión del culto a la personalidad al que se vuelven adictos; no importa si el público no pone atención. Se enamoran del sonido de su voz saliendo de los altavoces.

Y entre más duren hablando, sueltan más información y, por lo general, sin priorizar, sin repetición y, entonces, se pierde la atención de la gente, cuyas mentes se indigestan con tanta palabra hueca y bombardeo de información.

Por eso, la brevedad va de la mano con la claridad.

Además de ser una exigencia de los tiempos actuales, el público siempre va a agradecer la brevedad en política: sea un mitin, informe de gobierno o solicitud del voto. El personaje político, casi nunca tiene claro que el tiempo de los demás vale tanto como el suyo. ¿Por qué hacerle perder a la gente valioso tiempo en un rollo largo y aburrido? La vida es para vivirla y qué mejor que la política se comunique de manera breve, clara y dinámica.

Es lo ideal.

Al navegar por el extinto Twitter (hoy reducido simplemente a X), hace unos meses, me topé con la noticia de que Antoni Gutiérrez-Rubí presentaba un nuevo libro titulado: “Breve elogio de la brevedad” de Gedisa Editorial.

Es una verdadera joya que pone a reflexionar al lector, en diferentes rubros, sobre la brevedad, no sólo en la comunicación sino en la vida diaria.

Aquí, un fragmento que considero valioso:

“Javier Gomá afirma en la introducción de uno de sus libros, Todo a mil (2012), que toda verdad filosófica debía superar el test del café. Si has descubierto una verdad y no la puedes transmitir brevemente en el curso de una conversación de café, quizás tengas que plantearte la verdad que has descubierto, quizás sea un falso problema, una falsa verdad, porque la prueba de lo verdadero”.

En verdad deben leerlo todas aquellas personas dedicadas a la política para entender la importancia de la brevedad para comunicarse mejor con su electorado o gobernados.

Es un libro que hace honor hace su nombre: es un libro breve pero muy intenso, lo que hace referencia a una de las frases que me encantaron de esta obra indispensable en las bibliotecas de quienes nos dedicamos a la comunicación política: “lo breve no es pequeño, es intenso. Lo breve no es simple, es complejo. Lo breve no es efímero, es memorable”.

Mientras las y los políticos sigan pensando que la brevedad es innecesaria, seguiremos teniendo una clase política alejada que no sabrá conectarse con su base: la brevedad conecta, lo extenso desconecta.

ESPRESSO COMPOL

Navegar es tarea compleja. La historia está llena de legendarios navegantes de carne y hueso o de ficción como el famosísimo Capitán Ahab de Moby Dick. Hoy en día, navegar en los mares de la información, es todavía más complejo. Al existir tanta información y la guerra por la atención, debemos ser obsesivos en la empresa de empoderar la brevedad.

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