El presidente López Obrador al inicio de su mandato (2018-2024) se propuso restaurar el régimen político del presidencialismo autoritario, en el que se formó y militó, cuando ingresó al PRI al final del gobierno del presidente Luis Echeverría Álvarez (1970-1976).

Ese modelo deslumbró al joven militante tabasqueño y se convirtió en la figura a imitar. Tenía un ejemplo a seguir en la concepción del poder, la retórica del discurso y las formas de hacer política, las propias del caudillo populista, para el caso tropical.

En la madrugada del 11 de septiembre de 2024 se consumó el proyecto de restauración de López Obrador cuando la mayoría de Morena en la Cámara de Senadores, antes lo había hecho en la de Diputados, aprobó la reforma judicial, para que el Ejecutivo, pase ahora a controlar al Poder Judicial.

A días de terminar su mandato, el presidente logra terminar su proyecto y lo hace con gran éxito. Para eso tuvo el apoyo de una parte de los consejeros del INE y de magistrados del TEPJF, ellos le dieron la mayoría de legisladores en ambas cámaras que no les otorgó el electorado.

El sistema político que el presidente restaura tiene los mismos elementos que el de hace 50 años. El país, de su mano, da un salto hacia atrás, para alcanzar el ideal que se había propuesto. Para él es un gran triunfo, para el país una trágica derrota.

Los elementos que constituyen el “nuevo” sistema político son los mismos diez que hace cinco décadas:

  1. Partido hegemónico. Ahora existe un partido hegemónico. Los otros partidos no tienen la oportunidad real de competir por la presidencia. Hay posibilidad de que este partido se pueda volver de Estado.
  2. Presidencialismo autoritario. El presidente es el centro del sistema, sobre él gira todo. Tiene las atribuciones que le da la Constitución, pero también, son todavía más, las metaconstitucionales. Ejerce su poder en clave autoritaria. Tiene todo para hacerlo.
  3. Mayoría en las cámaras. El gobierno y el partido oficial tienen la mayoría en la Cámara de Diputados y Senadores. Para hacer mayoría calificada utilizan toda la fuerza del Estado y corrompen y compran a congresistas de la oposición.
  4. No distinción de poderes. El Poder Judicial y el Poder Legislativo están sometidos al Poder Ejecutivo. Este les ordena lo que deben de hacer y estos lo obedecen. Se refuerza el autoritarismo. Solo hay un poder, el Ejecutivo.
  5. República central. La gran mayoría de los gobernadores son del partido oficial. Estos están sometidos a las órdenes del presidente. En la vía de los hechos se funciona como una República Central.
  6. Control del partido. El presidente controla al partido oficial. Decide los cargos y a los candidatos. Todos sus militantes tratan de congraciarse con él. Aquí se da un cambio, ya que antes de irse el presidente “regaló” el partido a uno de sus hijos. ¿La presidenta tendrá injerencia en las decisiones y nombramientos?
  7. Corporativismo. Solo tiene lugar las organizaciones que me pertenecen, que de una u otra manera están “corporadas” al gobierno y al partido. Todas las otras deben desaparecer. Se les asume como adversarias o incluso enemigas.
  8. Clientelismo. Desde el Ejecutivo, a través de los programas sociales, se construyen clientelas afines al gobierno, que son los beneficiarios de los programas. Es el “pueblo bueno” y fiel.
  9. Paternalismo. El presidente opera como un gran padre que cuida de su pueblo a través de la dádiva, que no es un derecho social sino un “regalo”. Se establece una relación de padre a hijo. ¿De amo y esclavo?
  10. Control de los medios. Se presiona a los medios y a los periodistas que no son afines al régimen. Vía la “publicidad” se compra a medios y periodistas. Se forma un grupo de propagandistas incondicionales a sueldo.

López Obrador lo logra, la restauración total del viejo sistema priista del presidencialismo autoritario a días de dejar su mandato. Quien la va a gestionar es su heredera, su discípula predilecta, la presidenta Claudia Sheinbaum. La rueda de la historia giró hacia atrás, el pasado ha vuelto.

@RubenAguilar

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