Ciudad Juárez.- El hombre de la fotografía no tiene nombre. Murió exactamente hace una semana junto a su pareja (también sin nombre) en el cruce de las calles Segunda de Ugarte y Santos Degollado, de la colonia Bellavista. Quienes lo reportaron a los números de emergencia dicen que perdió la vida víctima del frío, por hipotermia. Los elementos de seguridad que llegaron a la escena sospechan que sufrió una sobredosis por alguna droga.

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La única certeza es que aproximadamente en un año, el occiso seguirá sin nombre. El indicativo que nunca tuvo de manera oficial será reemplazado por una sigla de cuatro letras, un número de cuatro dígitos y un conjunto de coordenadas. Su última morada no será el exterior de la plaza comercial donde lo hallaron, sino un hoyo en la tierra ubicado a las afueras de Ciudad Juárez: una fosa común.

Hasta agotar todos los recursos

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Por orden estricto de los procesos periciales, su segundo lugar de descanso temporal es una camioneta del Servicio Médico Forense (Semefo), esta lo llevó en un recorrido de 24 mil 600 metros, poco menos de media hora desde el Centro hasta Las Torres para llegar a las puertas del mismo Semefo.

Dentro de la morgue, se le asignó un número proporcionado por el Sistema de Ingreso y Egreso de Cadáveres (SIEC), de ahí no queda más que agotar todas y cada una de las pruebas disponibles para dar con su identidad.

“Los procesos en el Semefo dependen mucho del tipo de identificación que se utilice. No todos los procesos son los mismos ni se pueden utilizar las mismas herramientas. Las herramientas y los recursos que empleamos se usan conforme a lo que vamos encontrando en la propia investigación. Lo primero en sí, es el levantamiento del cuerpo, desde ahí empieza el trabajo, lo que sigue por ley es una necrocirugía, ahí es donde se va a determinar legalmente la causa de muerte”, explica para Netnoticias.mx Héctor Jácome Hernández, coordinador de servicios periciales del Semefo en la Zona Norte.

A la par de todos los estudios, también se realiza un perfil médico del fallecido. Este sirve para medir su estatura, su peso, marcas dentales, rasgos de piel y/o cualquier otra seña que facilite su identificación y posterior reclamación.

“Todas las personas fallecidas tienen derecho a un archivo básico, ese corre enteramente por nuestra cuenta. Ahí llevamos información médica, odontológica, genética, antropológica si es necesaria, y llevamos el registro de las huellas dactilares si el estado de descomposición de la persona lo permite”, añade Jácome Hernández.

No obstante, con 200 cuerpos todavía bajo resguardo, el proceso para encontrarle nombre a los fallecidos no es exprés y tiene tanto tiempo como lista de espera. Sin embargo, no tiene un último recurso en donde se pinte la raya de en dónde ya no hay más trabajo por hacer.

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Pedro Dorantes | Héctor Jácome Hernández, director de Servicios Periciales de la Zona Norte

“Cada cuerpo que ingresa al Semefo tiene su número de identificación, tiene su SIEC, es su folio, hay casos que requieren acciones más prontas, pero en los casos más comunes, por temas de humanismo y en respeto a los derechos de los fallecidos, los cuerpos se liberan en cuanto terminamos las investigaciones, no nos podemos saltar a nadie. Tampoco puedo yo decir que tengamos un último recurso, salvo que existe alguna tecnología de identificación que esté disponible solo en Europa. Damos tiempo, por lo general esperamos un año para ver si alguien quiere reclamar el cuerpo”, apunta el perito.

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Cortesía | Fiscalía General del Estado de Chihuahua

Una vez terminadas todas las diligencias, y dando por hecho que no se identificó o bien, no se reclamó el cuerpo, se solicita autorización a la Fiscalía General del Estado y al Registro Civil para emprender el último viaje de las personas sin nombre, directo hasta el sur de esta localidad hasta la fosa común.

El último tramo

Son 22 kilómetros los que separan a la morgue pública de la que será la última morada del masculino fallecido la semana pasada. No son muchos, pero se sienten más largos que la vida misma. Dejan de lado la mancha urbana, los negocios y el bullicio de todo el municipio. Pasando el Umbral del Milenio no queda más civilización: no hay más rumbo que el que lleva hasta el Panteón Municipal San Rafael.

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De acuerdo con la Recopilación de Información de Cementerios Públicos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), en el país existen al menos 7 mil 611 fosas comunes, el 78 por ciento de estas (5 mil 950) se ubican en Ciudad Juárez. Acorde con los propios ojos de los trabajadores del San Rafael, en el camposanto ubicado al surponiente hay más de 3 mil excavaciones para los no reconocidos, 3 mil 223 para ser exactos.

Dentro del terreno, hay que ir hasta sus hectáreas más lejanas, las que colindan con los límites del lote para dar con las fosas comunes. No son tumbas, sino estacas, todas con sus respectivos números del SIEC. Aquí no hay apellidos, hay coordenadas en caso de que haya que venir a buscar a alguien. Algunos entierros cuentan con lápida, con flores y con mensajes. Resaltan no solo por llamativas, sino por representar los cuerpos “recuperados” de quienes al final sí pudieron (y sí quisieron) reconocer a sus seres queridos.

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“Los casos de las tumbas son esos donde los cuerpos quedan plenamente identificados. Las descripciones de los familiares concuerdan totalmente con los datos que nosotros tenemos. Generalmente las familias optan por ya no mover a sus personas y lo que hacemos es liberar la fosa. Se les hace entrega y a partir de ahí ellos pueden hacer lo que les parezca más conveniente con la fosa”, especifica Jácome Hernández.

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Pedro Dorantes | Perro olfatea estacas con números de identificacion para difuntos

Ya en el conjunto de fosas, frente al resto de los demarcadores blancos de madera, queda pendiente nada más la última labor: la sepultura.

El Entierro

El proceso para inhumar a un fallecido no identificado parece simple, por lo menos involucra menos pasos que la manera tradicional de la santa sepultura. Cortejo fúnebre no hay, los ataúdes, hechos de láminas de madera, viajan en un camión para mudanzas. Al abrir la puerta del mismo es inevitable percibir en ojos, nariz y rostro lo que en el argot de la gente se conoce como “olor a muerto”, mismo que se lleva desde el interior del mortuorio. Se recomienda y se alienta el uso de cubrebocas para soportar el aroma, que no hace más que incrementar con el calor.

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Las cajas bajan de una por una, todas están señaladas con su número y coordenadas pintadas con un marcador rojo sobre la tapa. Los trabajadores del Semefo las cargan entre cuatro personas, “este está pesado” dicen, “bájenlo con cuidado”, les repiten; también les dicen “aguas, no se vayan a tropezar”. La última indicación es por demás útil al tener que caminar entre las otras tumbas.

El cuerpo, que en muchas ocasiones ya está en proceso de descomposición desde que se encontró, desciende con cuerdas hasta el que será su lugar de descanso. Toda la maniobra se realizó con 56 cuerpos la semana pasada, la misma, en lo que respecta únicamente a los aspectos prácticos de un órgano de gobierno, ayuda para desahogar al Semefo que todavía tiene trabajo por hacer.

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“La última inhumación nos ayuda muchísimo para poder seguir operando dentro de nuestra capacidad normal. Nos ayudan a seguir teniendo espacio para almacenar cuerpos, todavía tenemos cerca de 200 cuerpos sin identificar en nuestras instalaciones”, señala personal del Servicio Médico Forense.

Los últimos puños de tierra caen sin mucho protocolo, sin oraciones, ni plegarias que elevar al cielo. Es una retroexcavadora la encargada de vaciar la tierra en las fosas que permanecieron abiertas durante casi dos horas. Tapados los hoyos se acabó la maniobra; el personal y la maquinaria se retiran.

Ese sería el destino del fallecido en la Zona Centro, con el justo respeto debido para cualquier deceso, pero con el olvido de estar en la mente de pocos, quizás solo en las de quienes han dedicado su vida a orar por las almas en servicio a la fe católica.

“Ante Dios, nadie es desconocido”

A pesar de no tener un velorio, de no tener deudos y no recibir ningún tipo de eucaristía, a ojos de la Diócesis de Ciudad Juárez, quienes terminan en las fosas comunes de esta frontera, son más que dignos de las oraciones, del consuelo de la fe y de ser juzgados como cualquier otro ciudadano en el plano de la fe.

“Las almas de las personas no identificadas también van hacia la presencia de Dios. El Señor sabe quién es cada uno de ellos, él los recibe. Todas estas personas tienen el mismo destino que todas las almas que tuvieron su proceso con su velorio y todos sus arreglos. Nosotros no sabremos quienes son, pero en el reino de Dios nadie es desconocido”, expresa el padre Juan Carlos López Morales, vocero de la Diócesis de Ciudad Juárez.

De igual manera, el párroco pide poner en oración las almas tanto de los recién sepultados, como de quienes yacen en el San Rafael desde años atrás y también a individuos como el difunto de hace una semana en la Zona Centro.

“Claro que podemos orar por las personas que no conocemos. Nosotros, como personas de fe, tenemos la obligación de hacer oración por todas esas personas por las que nadie reza. Podemos inclusive ofrecer la misa para que las almas de las personas que están en las fosas comunes alcancen el reino de los cielos”, añade el párroco.

Los que faltan

De acuerdo con cifras proporcionadas por la Fiscalía General del Estado Zona Norte, de las últimas 62 personas inhumadas, hubo seis que fueron identificadas y reclamadas de último momento. No obstante, en las oficinas forenses locales hay todavía cuatro cámaras con 50 cuerpos cada uno, 202 en total contando al indigente y su pareja fallecidos en la Bellavista.

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“Es un número muy variado el de las personas que buscan identificar cuerpos. Hay semanas donde no viene nadie, de donde quizás nada más se ve un caso. Hay otras donde ves un caso cada día. No puedo decir que nos afecte el trabajo, generalmente nos gusta y los hacemos con mucha pasión, pero a mí en lo personal me han afectado profundamente los casos de fallecidos donde son niños, son casos muy tristes”, remata el director de Servicios Periciales.

Si nadie los reclama, compartirán su entierro con el resto de las almas por las que pide la Iglesia. De no ser así, de contar con familiares que aporten las pruebas suficientes en una entrevista póstuma, el proceso para recuperarlos sería más breve, de 72 horas cuando máximo según el Semefo.

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