
Chihuahua.- La ciudad de Chihuahua cuenta con un gran número de puntos turísticos, pero hay uno en particular que es el menos conocido para sus visitantes: el acueducto.
Si alguien sube unas fotos de este lugar a sus redes sociales, hay que aclarar que se trata de un recorrido por la calle Benítez, en la colonia Zarco. El origen de este monumento histórico nos remonta a 1751, durante el Virreinato.
Como un recorrido visual e información del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), destacaremos el valor arquitectónico e histórico que ha sido desdeñando con el tiempo y que se refleja en el abandono de esta obra de la antigua Villa de San Felipe el Real.

Un poco de historia
Apaches, comanches, tarahumaras, pimas, guarojíos, tepehuanes, pimas, conchos, julimes, guazaparis y chínipas son algunos de los pobladores originales del territorio que hoy ocupa Chihuahua. Con la invasión española en el continente, fue la expedición de Álvar Núñez Cabeza de Vaca la primera en llegar al estado, en 1533.
Pese a la resistencia tarahumara, sus tierras fueron arrebatadas y gran parte de las etnias asesinadas u obligadas a huir. En 1707 se estableció la minería en Santa Eulalia, dando origen en 1709 a la fundación de lo que hoy es la ciudad de Chihuahua, que originalmente se llamó San Francisco de Cuéllar y más tarde San Felipe El Real de Chihuahua.
La minas y saqueo de minerales como oro y plata fueron estableciendo a las poblaciones mestizas y criollas. Con el crecimiento poblacional el aprovechamiento del agua del río Chuvíscar se tuvo que mejorar.

En 1706 se realizó la primera conducción de agua del río hacia la Hacienda de Nuestra Señora de la Regla, a un costado de la actual plaza Merino, el agua se conducía en canoas de madera adaptadas sobre pilares. Por tratarse de una hacienda de beneficio, el agua tenía un uso específico industrial y la estructura de madera era insuficiente para dotar de agua de uso al resto de la población. Fue hasta 1751 que se inició la transformación del sistema de abasto de agua. El 12 de diciembre de ese año, por orden del virrey Don Antonio María de Bacareli y Ursúa se reguló el impuesto establecido a los productores de oro y plata de la recién creada Casa de Ensaye de Chihuahua, para con ese dinero dotar de agua a la población.
En 1756 se construyó el acueducto, un sistema basado en el conocimiento del manejo de la hidráulica que desde tiempos ancestrales, aprovechaba el manejo del caudal a través de canales de distintos diámetros que por gravedad permitían la irrigación y control del agua.

Crecimiento de la ciudad
El acueducto se fue extendiendo de la mano de su población, en 1786 llegó a la Alameda de Santa Rita (el actual Parque Lerdo). Con avances y pausas por la falta de recursos, debido a que los fondos públicos se canalizaban al exterminio de las etnias originales que trataron de recuperar sus tierras.
En 1793 “el acueducto medía 6 mil 583 varas de longitud, es decir 5 mil 500 metros aproximadamente”, documenta el INAH. Para 1804, el agua llegó por primera vez a las fuentes de la Plaza de la Constitución y la Plaza Hidalgo, se añadieron acequias transversales para llevar agua a las haciendas de beneficio que operaban en la ciudad.
De acuerdo con los documentos de Cabildo, en 1829 se amplió la red y sus ramificaciones.
El otro gran avance de esta obra se presentó en 1882, cuando se hizo la primera instalación de tubería metálica que se fue extendiendo paulatina y constantemente hasta conformar las redes actuales.
“Al mismo tiempo, las acequias de cal y canto, pilas y fuentes fueron desapareciendo, quedando únicamente el acueducto principal que seguía trasportando agua aún en 1969 desde la colecta inicial hasta la planta tratadora de filtros”.

Una obra monumental
En origen, los acueductos solían construirse en zonas altas, en donde brotaban manantiales naturales, los griegos y romanos fueron los precursores de estas obras. En México, en la época colonial, se construyeron muchas de estas estructuras, la más conocida o popular se encuentra en la ciudad de Querétaro, que tiene 74 arcos con una altura promedio de 28 metros y una longitud de mil 280 metros.
Aunque el acueducto es de gran valor histórico, y en su tiempo, lo fue de ingeniería, con el desuso se fue quedando en el olvido. En uno de sus puntos de referencia hay una placa de cantera que dice: “Acueducto Colonial 1754”, abajo la firma del Ayuntamiento 1986-1989. Para apreciar esta obra que abarca varias colonias (Zarco, Campesina y Guadalupe), hay que hacer el recorrido por tramos, lo que más sobresalen son los arcos de unos cinco metros de altura por la calle Benitez, los más altos se encuentran en la acequia del Parque El Acueducto (sobre la avenida Teófilo Borunda), en donde tiene su base la Policía Montada, que el año pasado cumplió 28 años de servicio. Ahí los arcos alcanzan una altura de unos 15 o 20 metros.

Para comprender mejor cómo corría el caudal de agua hay que visualizar que el sistema atraviesa tramos en la acequia, canales cerrados, cañería y por supuesto los arcos, con los que la mayoría de la gente asocia al acueducto.
La primera parte de la estructura comienza en la presa Chuvíscar, a la orilla del cerro, a espaldas de la colonia Martín López, en este tramo parece un canal y luego llega a los arcos más altos en parque El Acueducto.
La arquitecta del INAH Chihuahua, Wendy Gabriela Suarez Tena, lo describe así:
“De los siete arcos, el cuarto y sexto en su fachada norte no son de trazado de medio punto, como los otros cinco, sino que se desarrollaron como arcos rampantes. El arco rampante viene de rampa, es decir, el que tiene los arranques de cada uno de sus lados a distinto nivel, esto es, los salmeres de cada lado están ubicados a distinta altura. Este recurso fue necesario dado el acusado desnivel del terreno donde debían asentarse los pilares y nos habla del conocimiento de geometría que tenía el maestro Cristóbal de Villa, y la capacidad de dirección y ejecución para que continúe en pie tras casi trescientos años”.

Por la calle Benítez
El tramo más conocido y de fácil acceso es el de la calle Benítez, en el barrio de los cuarteles, con una extensión de 52 arcos de medio punto. Aquí los pilares de piedra y mortero de cal tienen gran presencia, ya que rodeados por viviendas cuentan con iluminación especial, que hacen que por las noches este recorrido sea especial tanto para peatones como para automovilistas, se podría asegurar que es el fragmento más bonito del acueducto, de hecho, es bueno recorrer este tramo que se va perdiendo entre las vialidades y pasa a ser uno de menor altura, hasta aparentemente desaparecer. En esa parte lo que sucede es que el desnivel de descarga estaba hecho para soportar el caudal del agua. Con el tiempo, cuentan los vecinos, ese lugar fue el mayor atractivo para los niños del sector, ya que subían por los arcos bajos hasta llegar a los más altos y regresar.
Tal como describe la arquitecta del INAH, en los tramos de las colonias Zarco y Guadalupe, donde atraviesa el canal el acueducto, “se pueden encontrar muretes cegados que albergan el canal pero se encuentran sin protección alguna, por desconocimiento, incluso en riesgo de desaparecer”.

Un recorrido obligado
El acueducto es un paseo obligado para cualquier visitante u oriundo de la ciudad de Chihuahua. Esta obra fue realizada con una función vital, el traslado del agua. Permitió que los ciudadanos, la industria, la agricultura y el comercio prosperaran, ahora es solo una constancia de cómo se forjó la ciudad.
Es de gran importancia cuidar el valor histórico y arquitectónico del acueducto, que tal como lo reflejan algunas fotos de 1904, de C.B. Waite, se ve la grandeza de esta obra a un costado de las y los pobladores que contribuyeron al crecimiento de la ciudad.