El viernes 11 de septiembre se cumplieron dos efemérides importantes en la historia reciente del mundo: el golpe militar chileno, en contra del Gobierno legalmente constituido por Salvador Allende, ocurrido en 1973; y el colapso de las Torres Gemelas (World Trade Center) en 2001

Del primero no hay duda, según todos los estudios e investigaciones realizadas durante estos 47 años, el golpe fue la culminación de una conjura internacional que tuvo su origen en los Estados Unidos, y cuyo objeto fue aplastar la llama de la esperanza surgida en América Latina de que el futuro podría ser más justo. Inmediatamente después del golpe militar en Chile, vendría el de Argentina, Uruguay, Brasil y toda Sudamérica se llenaría de gobiernos de facto, impuestos por la fuerza de las armas, pero ilegítimos en su origen.

El atentado en contra de las Torres Gemelas en Nueva York, ocurrido hace 19 años, siempre deja más dudas que certezas. Más interrogantes que respuestas. No pocos investigadores opinan que se trato también de un golpe militar, esta vez interno, un autogolpe, para apuntalar el gobierno del petrolero texano George Bush hijo, que no había ganado claramente en las urnas y había llegado muy debilitado a la Casa Blanca, pero a partir del atentado se convertiría en el gobierno más poderoso de toda la historia de los Estados Unidos.

Además, el mismo atentado se convertiría en la justificación perfecta para invadir los territorios petroleros de Afganistán y el oriente medio, establecer un nuevo “acuerdo” mundial mediante el uso de la fuerza y dar una nueva fisonomía al planeta y su organización. Todo cambió.

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