El resultado de la elección del dos de junio muestran de manera palpable que el presidente y su gobierno están blindados a toda crítica y que también lo están los gobernantes de Morena y sus candidatos.

Quienes sufragan por Morena a la hora de evaluar al presidente y de emitir su voto, no cuenta la mala gestión del gobernante y tampoco las acusaciones probadas de corrupción de sus candidatos. No hay voto de castigo.

Los datos muestran de manera contundente el mal desempeño del gobierno en muchos campos, la inseguridad el primero. Éste es el gobierno más violento de la historia con 200 000 homicidios dolosos y 50 000 desaparecidos.

A lo largo del sexenio el crecimiento de la economía será menor al uno por ciento del PIB que lo colocan en el más bajo de los últimos 50 años. Más de 30 000 000 de mexicanos perdieron el servicio a la salud pública, los niveles de corrupción han crecido. La lista podría seguir.

La sociedad sabe de esos malos resultados, el 76% piensa que la inseguridad es un gran problema y que el gobierno no ha hecho nada para resolverla y en proporción semejante dice que la corrupción se mantiene. A la hora de votar los malos resultados del gobierno no influyeron.

Y lo que sucede con el gobierno federal también pasa con los gobernadores en los estados. La gestión de Cuauhtémoc Blanco en Morelos resultó un desastre. Se sabe que entregó al estado a cuatro grupos del crimen organizado. El electorado hizo a un lado esta realidad y votó por Morena.

La gestión de Cuitláhuac García en Veracruz fue la peor que ha tenido el estado, que ya es mucho decir, y los electores votaron en su mayoría por la candidata de Morena que, por otro lado, se demostró con pruebas sus actos de corrupción. Los votantes no tuvieron en cuenta ninguna de estas dos realidades.

Se pueden mencionar otros muchos casos de mala gestión en los distintos niveles de gobierno y de los muy malos historiales y perfiles de los candidatos, que en esta elección mostraron estar blindados a toda crítica.

¿Por qué se da ese blindaje? Ocurren dos cosas: en la narrativa construida por el presidente, toda crítica a su persona y a su gestión es un ataque de sus enemigos. Una agresión que no tiene sustento. Son mentiras para atacarlo y desprestigiarlo.

El presidente aprovecha la crítica, no importa que sea verdadera y probada, para aparecer como un mártir atacado por sus enemigos, los neoliberales y conservadores. A un mismo tiempo neutraliza la crítica y la utiliza a su favor. Y para un sector importante del electorado todo lo que dice el presidente es verdad.

Por otro lado, los gobernantes y candidatos de Morena, se refugian en el pararrayos construido por el presidente. Cuando este los apoya hace inválida la crítica en contra de ellos. Un gobernador puede ser un desastre, pero si el presidente dice que lo está haciendo bien. Esa, entonces, es la verdad.

Lo mismo ocurre con los candidatos, si el presidente afirma que son buenos, que están comprometidos con el pueblo, toda crítica se viene a tierra y no surte ningún efecto.

Los electores que simpatizan con Morena a la crítica la ven entonces como una estrategia de los opositores, los neoliberales y conservadores enemigos del presidente y de su proyecto, y por lo tanto de sus candidatos.

El presidente a lo largo de los años ha construido un sólido blindaje a su persona, a su gestión y a todas las personas que cobija. ¿Se lo podrá heredar a la presidenta electa? ¿Ella tendrá esta coraza? Habrá que ver.

@RubenAguilar

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