Adictas: Romper con el cristal
Foto: Net Noticias | Fotografía: Cortesía / Gráfico: Náyade Cruz

Ciudad Juárez.– Con la mirada perdida, sin hogar, en un cuerpo casi esquelético, a veces sin sus hijas o hijos, sin dientes, caminan por las calles en busca de la muerte, casi nadie las ve, pero son muchas las que consumen cristal, mariguana, alcohol, cocaína, clonazepam… hasta que un día deciden parar, aceptan la ayuda para dejar de consumir, sobrevivir a sí mismas y volver a empezar.

“Alicia” se refugia entre las cobijas, un pequeño peluche en la cama la hace parecer aún más frágil, tiene apenas 19 años y su vida está al borde del quiebre. En los primeros días se le permite descansar, adaptar su cuerpo a dejar de consumir, pero esta vez no está sola en un parque o en una banqueta, aquí la cuidan, le ofrecen apoyo médico, psicológico, espiritual y le dan herramientas para comenzar a desintoxicarse, dejar atrás el cristal.

Imagen
Foto: Ruth González

Alicia solía trabajar en una pizzería, en un local muy concurrido y pequeño para sus procesos productivos, el espacio es inhumano, tan pequeño que incluso trabajar ahí ocho horas de pie con otros siete compañeros no les daba más de un metro cuadrado de espacio, apenas se movían unos cuatro pasos de lado a lado en ese local. La mayoría de los adolescentes consumen cristal, asegura Alicia, quien lo probó ahí por primera vez.

Su salario era raquítico, la rutina en ese diminuto local y los constantes problemas en casa la impulsaron a probar la droga, como los demás, cuando tenía 17. En dos años se dio cuenta de que no podía parar, ahora está débil, ha entrado de manera voluntaria al centro de rehabilitación para mujeres adictas Reto a la Juventud.

Pero en cada pasillo hay una voz, una historia de terror qué escuchar: abuso sexual, violencia, orfandad, pobreza, narcotráfico y homicidios.

Imagen
Abigail Mares, directora del centro de rehabilitación para mujeres adictas Reto a la Juventud | Ruth González

“El cristal es sin duda la droga de impacto, degenera el cuerpo de manera muy rápida. Las que tienen consumo por varios años pueden incluso llegar con una dentadura muy dañada, sin varios dientes”, comparte Abigail Mares, directora del lugar.

Mares platica con Alicia, le pregunta cómo se siente, le da ánimos. Se ve como una niña acostada siendo confortada por su mamá, esperando recuperarse. Los pequeños detalles en los dormitorios describen la combinación de adolescentes, madres y adultas enfrentando la adicción. En cada litera un objeto cuenta algo sobre la persona que duerme ahí y cómo enfrenta su adicción.


“Se necesita mucha paciencia, un amor especial por la vida de las personas, aquí hay que practicar mucho la sororidad”


La más joven tiene 18, ella es adicta al clonazepam y a la mariguana, después de unos años encontró la voluntad para intentar recuperarse. Para la directora, la clave de tratamiento en el albergue es el amor, “se necesita mucha paciencia, un amor especial por la vida de las personas, aquí hay que practicar mucho la sororidad”. En este lugar no se juzga, se empatiza con la condición de las hasta 30 mujeres que pueden atender. Tampoco se limita la ayuda, aunque el tratamiento es por 6 meses, “hay mujeres que tienen tres o cuatro intentos de rehabilitación, vuelven”. Aunque sí están un poco limitados en cuanto a la edad y condición, “no recibimos a personas con problemas psiquiátricos ni a menores de 18 ni a mayores de 60 años”.

La voluntad de amarse

En el taller de cómputo las mujeres ponen atención a las instrucciones, sus rostros muestran entusiasmo, el ánimo es compartido.

“Fany” está por terminar su proceso de seis meses, se siente segura de poderlo lograr. “Mirna” es una mujer mayor, el consumo de cocaína y mariguana destruyeron sus planes de vida, no está en su mejor momento, pero su semblante es alegre, disfruta de la clase.

Con apenas 20 años, “Mary” asegura que su meta es volver a ver a sus hijos, ya casi completa el tratamiento, casi cinco meses es lo más que ha durado sin consumir cristal, está segura de no volver a hacerlo, “una amiga me recomendó este lugar, yo andaba muy mal”. Llegó muy baja de peso, comenzó con su adicción desde la secundaria y ha vivido una pesadilla entre el consumo, la violencia doméstica y un entorno ligado a las drogas, consumo y venta. Su vida oscilaba entre los picaderos, la calle y los golpes de su pareja (también adicto y narcomenudista). Sus hijos son lo que la inspiran a dejar el cristal. Ha sido anexada en varias ocasiones, pero reconoce que es la primera vez que realmente siente una diferencia.

“Quiero valorar a mis hijos, me podía mucho hacer lo mismo que mi mamá (también adicta) hizo conmigo {…} sentí el no tener madre (llora) {…} no me gustaría que ellos lo vivieran”. Su hogar nuclear fue destruido por el consumo y violencia del narcomenudeo, hasta quedar sumida solo en la adicción.

Mary está segura que sus meses sin consumo no son pocos, “con la ayuda de Dios, son muchas cosas las que he sanado en este lugar, todos mis traumas que he tenido, al principio no podía ni dormir”, para ella el elemento espiritual es muy importante, “en el momento en que entregas tus cargas a Dios es como estar liberándote emocionalmente”.


"Ya no quiero volver a consumir cristal, no me sentía bien, veo mi pasado como una reflexión para ya no volver a hacerlo"

Mujer en rehabilitación


Otra cosa que valora es la combinación de ayuda psicológica y médica, que se suman a sus valores religiosos. “Ya no quiero volver a consumir cristal, no me sentía bien, veo mi pasado como una reflexión para ya no volver a hacerlo”.

Mary ve su futuro al lado de sus hijos, se ve como una familia. Con el cristal “terminas mal o en la cárcel, si te alejas puedes empezar una vida nueva”, y agrega, “tenemos que amarnos a nosotras mismas”.

Ayudar para ayudarnos

Para Abigail ha sido un proceso gradual ayudar a estas mujeres vulnerables, comenzó como voluntaria, hasta que decidió dejar su trabajo para sumarse por completo al proyecto del centro de rehabilitación para mujeres. Considera que tuvo un llamado cuando aún estaba embarazada de su último hijo. “Caminando por la calle, oigo que alguien gritaba –¡hermana, hermana! –, cuando volteé, vi a una mujer en un estado muy lamentable, iba con sus hijos, estaban recogiendo comida de la basura”, luego la recordó, la mujer que se acercó para agradecerle su apoyo, estuvo en el albergue, había recaído. Abigail en ese momento supo que su tarea no era en la función pública, sino en Reto a la Juventud.

“En las mujeres influyen mucho sus relaciones sentimentales, suele ser un gancho, incluso las recaídas, casi siempre influyen las parejas. No es un factor determinante, ya que algunas no tienen pareja, sin embargo, es lo que predomina”, comparte la directora.

“Todas podemos caer en un problema de adicción, es un problema de salud pública”. Independientemente de la escolaridad, condiciones económicas, familiares, lo que sea, “estamos expuestas, el cristal, por ejemplo, es una droga muy barata”.

Los familiares pueden visitar a las mujeres en proceso de rehabilitación, dos días a la semana. Esos tiempos son muy valiosos, comparte Abigail, a veces lloran, se abrazan, comen, rezan, etc., mantienen un contacto que es vital para el sano proceso que buscan.

Imagen
Las mujeres en proceso de rehabilitación tienen diferentes talleres, como el de costura | Ruth González

Durante un recorrido por el taller de costura, la directora muestra los cojines, mandiles, manteles y varias manualidades que hacen durante su estancia. Las instalaciones tienen consultorio médico, cocina, comedor, canchas deportivas, taller de arte, lavandería, aula de cómputo, huerto, oficinas administrativas, patio, biblioteca y sala de televisión. En estos momentos buscan donativos para que el gimnasio cuente con equipo para que permita rutinas de ejercicio diarias.

Por uno de los pasillos se encuentra una galería de arte, las acuarelas muestran los resultados del taller.

Imagen
Las mujeres usan su conocimiento en los talleres para crear cojines, mandiles, manteles y varias manualidades que hacen durante su estancia | Ruth González

Recuperar la vida

Ana tenía 21 años cuando empezó a fumar cristal en pipa, sus amigos del barrio se lo dieron a probar, después comenzó a comprarlo de manera regular, “como yo trabajaba, gastaba entre 200 y 500 cada tres días, más o menos, me empecé a enganchar cada vez más”.

A los cinco meses de consumo Ana comenzó a adelgazar de manera abrupta, en su casa, su madre comenzó a notar que ella estaba drogándose. “Después del trabajo fumaba el resto del día. Llegué a fumar unas 12 horas seguidas”.

Como madre de dos hijos, su comportamiento agresivo y rebelde fue notorio. “Empezaba a escuchar que hablaban mal de mí, me imaginaba cosas, alucinaba. Con las personas con las que me relacionaba pensaba que me iban a matar”.

Ana comenzó a consumir más y perdió el control de su vida. Tuvo a sus hijos entre los 18 y 19 años, su madre siempre ha sido un apoyo en su vida. “Me dijo – hija te he visto mal, rara, a los niños no les pones mucha atención, no sé que te esté pasando… – tuvimos una discusión y mi madre se los llevó”.

“Yo ya no sabía cómo salir de eso”, busqué ayuda con mi mamá y ella encontró al centro de rehabilitación de Reto a la Juventud.

Finalmente se internó, iba acompañada de su madre. “Al entrar fue una sensación de temor pero de alivio a la vez”. Ana escuchaba los testimonios de otras mujeres, adolescentes y madres que tenían la misma adicción. Su acercamiento a lo espiritual siente que fue lo que la motivó a empezar el proceso de desintoxicación.

También hubo momentos difíciles en el proceso de los seis meses, “me venían recuerdos, me daba esa sensación, me acercaba a mi líder, nos poníamos a orar… sentía que el Señor me daba fuerzas de seguir adelante”.

Al terminar el proceso de rehabilitación, el mayor temor de Ana es la aceptación de su familia. “Fue algo muy especial volver a ver a mis hijos, vinieron a mí recuerdos de cuando nacieron los dos, de tenerlos conmigo. También ver a mis papás, a mis abuelos, a mis tíos, a mi hermano…”

Además de volver a su hogar, Ana se pudo reintegrar al trabajo y tiene un taller de manualidades para artículos del hogar con resina. El 29 de mayo cumplirá su primer año sin consumir cristal.

“No hay que buscar ayuda por fuera sino en nuestro entorno familiar… para poder hacer un cambio es importante reconocer que uno está mal, es importante pedir ayuda”.

“Antes me menospreciaba mucho, no veía lo valiente y fuerte que era, ni lo que podía lograr. Ahora valgo mucho para mí y para mis hijos”.

El reto de rehabilitar

Reto a la Juventud es una asociación civil que surge a partir de la iniciativa de Global Teen Challenge, una organización estadunidense no lucrativa que tiene como objetivo desde 1958 apoyar a personas a tener autocontrol sobre sus adicciones. “Las personas que sufren adicciones son cada vez más jóvenes y los problemas son más graves”, así enuncian la importancia de su misión en más de mil 400 centros de rehabilitación en 129 países.

Del fundador, el pastor pentecostés David Wilkerson, esta dedicación llegó a Ciudad Juárez con la señora Elena Porras, creadora de la asociación civil en 1978.

Imagen
Elena Porras, creadora de la asociación civil en 1978 y esposa del fundador, el pastor pentecostés David Wilkerson | Ruth González

Reto a la Juventud tiene sedes en la Ciudad de México, en donde ofrecen rehabilitación para hombres, en esta frontera (solo mujeres) brindan servicio ambulatorio para combatir adicciones. En la ciudad de Ensenada, Baja California, pronto van a inaugurar un albergue.

“Para las mujeres es un reto más grande, ya que solo hay cinco centros en la ciudad que atienden solo a mujeres, pero el consumo va en aumento”, menciona el pastor Clemente Ríos Hernández director nacional de Reto a la Juventud, relevo y cercano colaborador de Porras (ya retirada). “En cuestión de menores de edad todavía la situación es más complicada, ya que tenemos solo un centro que atiende a menores en la ciudad”.

“Hemos atendido a más de mil mujeres, además, por cada una vienen alrededor de cinco personas de su familia, el impacto en la comunidad es muy fuerte”. Su esposa trabaja hombro a hombro en esta misión. En absoluto orden y limpieza organiza el menú y otras labores en los talleres.

Imagen
Clemente Ríos Hernández, director nacional de Reto a la Juventud | Ruth González

Para Ríos Hernández es muy importante que la comunidad sepa, conozca y recomiende este lugar para aquellas mujeres que deseen dejar las adicciones, un buen consejo les puede cambiar la vida. “Es importante que los ciudadanos sepan que cuentan con un centro con la calidad más alta en el estado de Chihuahua, Reto a la Juventud, un centro que tiene certificaciones de calidad en el servicio”.

Se pueden donar consumibles, artículos o alimentos en especie o bien realizar donativos económicos con comprobante fiscal, esto abre la posibilidad a empresas a sumarse a esta misión. “Esta es una colaboración con la comunidad, si logramos que una persona deje de consumir, alguien que probablemente delinquía, va a haber un impacto positivo en la sociedad”.

Lo más trascendente es verlas otra vez “libres”, dice el pastor, “es muy impactante ver a estas mujeres y familias totalmente restauradas que retoman su vida con todas sus potencialidades”.

Imagen
Reto a la Juventud es una asociación civil que surge a partir de la iniciativa de Global Teen Challenge, una organización estadunidense no lucrativa | Ruth González

En las paredes de Reto a la Juventud un mural describe el proceso de rehabilitación de las mujeres.

A poco tiempo de iniciar la primavera, un pequeño huerto en el patio refleja la esperanza para cada mujer que se rehabilita, cada semilla que siembran requiere el tiempo, el amor y la paciencia para ver nacer algo nuevo.


Para donar

Reto a la Juventud México

BBVA 0445191513

Contacto:

(656) 647 3600

(656) 775 1268

Ubicación:

Calle Puerto Cádiz #1624,

Colonia Tierra Nueva I

Email:

[email protected]

Facebook: Reto a la Juventud Juárez


Publicidad
Enlaces patrocinados