Ciudad Juárez.- Durante años, dentro del cúmulo de sonidos e imágenes de Ciudad Juárez, se ha incluído el de la población indígena. Esta usaba como mercado los cruceros y calles del Centro Histórico para la venta de galletas, dulces, mazapanes y variedad de artesanías. No obstante, a ojos casi desapercibidos, ambos lugares han sido ocupados por migrantes centro y sudamericanos.

De acuerdo con la última de las estimaciones realizadas por el Consejo Estatal de Población (Coespo), la ciudad cuenta con aproximadamente 15 mil indocumentados, muchos se dedican al comercio informal con ventas de dulces, lavado parabrisas y otras actividades, quienes han terminado por ´desplazar´ a los pobladores originarios de la región. No obstante, de acuerdo con la Dirección de Comercio Municipal, la mayoría de ellos no alcanzan a considerarse si quiera “comerciantes informales” ya que no cuentan con los documentos oficiales que los identifiquen.

“En la informalidad tenemos un padrón de 20 mil comerciantes, migrantes deben de ser muy pocos porque no cumplen con los requisitos, a pesar de ser comerciantes informales, para identificarse como tal se necesita la credencial de elector que ellos no tienen, ellos son un grupo aparte”, explica Arturo Urquidi, director de Comercio Municipal.

Sin embargo, por pocos que puedan ser, este grupo de comerciantes ha sido suficiente para relegar a ráramuris y demás etnias a un “pie de página” en el terreno donde solían trabajar, basta con dar una vuelta por la avenida 16 de Septiembre, desde las letras hasta su Catedral y la Plaza de Armas. Es la ida y venida de los migrantes, el contraste del bullicio de quienes se mueven con los que se quedan quietos bajo la poca sombra del verano, mendigando cambios. Los comerciantes indígenas, por otro lado, se ubican únicamente en una carpa color café atrás del Museo de la Revolución Mexicana en la Frontera (Muref), para las 5:00 de la tarde en pleno viernes ya están cerrados.

Cerca del lugar se encuentra Fernando Reyes, miembro de la comunidad tarahumara, carga consigo un par de bolsas artesanales, pues vende hierbas de colonia en colonia. De su bolsa salen otros dos envoltorios más chicos, transparentes. Lo que parece orégano es hierba de la víbora; dos por 50 pesos.

“Yo voy a las colonias, ando de colonia en colonia. Al Centro llego ya en la tarde, cinco, seis de la tarde, salgo de mi casa a las seis de la mañana y llegó como hasta las ocho de la noche, allá hasta el Kilómetro 28”, cuenta Reyes.

Quienes provienen de sus mismas raíces se han acogido en eventos organizados por el Gobierno del Estado para ofertar sus productos y hasta usan los fines de semana para sacar el mayor provecho a su comercio en el Parque Central.

“Hemos generado espacios muy dignos e importantes. Hemos creado ferias a lo largo del año. Como ejemplo está la Feria del Mole, la del Tamal, la del Maíz, han tenido magníficos resultados. Han generado derramas económicas muy importantes”, expresó Fernando Motta Allen, delegado de la Comisión Estatal para los Pueblos Indígenas en Ciudad Juárez.

A escasos metros de Reyes se encuentra Alejandro, un joven migrante de Caracas, Venezuela, que espera la llamada del gobierno de los Estados Unidos para su cita de asilo mientras vende dulces y les abre la puerta a los clientes que salen de una cadena de comida rápida.

“Yo vengo de Venezuela, llegué aquí a Juárez apenas hace dos días. Yo estaba en Tijuana y me regresaron hasta Chiapas, lo bueno es que allá del otro lado ya está mi mujer y mi hija, tengo un hermano en Chicago que vive bien, es chef. Yo quiero irme con él a trabajar”, dice.

Los migrantes que han intentado incorporarse al empleo formal pasan por el proceso de la Forma Múltiple Migratoria, la del CURP y el del RFC, este último es el más tardado. Aun y cuando lo intentan en la industria maquiladora, de acuerdo con las cifras de Index, apenas uno de cada 100 empleados permanece más de una semana en la línea de operación.

“Vaya usted a preguntarles que si quieren trabajar y les dicen que no. Creen en el sueño de llegar a Estados Unidos y que en todo les va a ir bien. Preguntan que para qué trabajan si pidiendo ganan más”, añadió Marisol, colombiana radicada en Juárez desde hace 12 años y dueña de un restaurante.

Entre tanto, la ciudad parece no sacudirse de todo el problema migratorio con un promedio de 600 a 700 migrantes en sus albergues cada día.

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