Ciudad Juárez- Al suroriente de esta fronteriza Ciudad Juárez, dentro de la colonia Manuel Valdez, se encuentra un comedor que a simple vista pareciera como cualquier otro. No obstante, a lo largo de casi 13 años, Arturo Navarrete y un grupo de voluntarios se han dedicado a saciar el hambre de los niños y jóvenes que menos tienen a través del comedor “Una Pancita más sin Hambre”. Más importante todavía, les han dado rumbo a las vidas que parecen no tenerlo.
“El comedor nace de siete niños. Eran siete niños hermanos que venían a una tienda de abarrotes que teníamos y nos iban a pedir pan y un jugo en las mañanas. Con los días vimos su necesidad y les apartamos su comida. Al poco tiempo se abre el comedor y empezaron a llegar sus primos y otros niños. Hemos llegado a tener hasta 160 niños diarios”, cuenta Arturo.
Tal es el arraigo y el cobijo del comedor que algunos de esos niños han crecido junto con él, pasaron toda una vida y han logrado ser hombres de bien pese a las carencias, los maltratos, o las vidas de abuso y exceso de sus padres.
“En algunos casos ha sido muy satisfactorio. Ha habido casos tristes. Algunos que eran niños se volvieron jovencitos y perdieron la vida, por que tomaron decisiones que no debían. Pero, también hay casos de jóvenes que están estudiando sus licenciaturas, algunos otros ya acabaron. Me ha tocado meterles a los niños esa idea de que tienen que ser mejores que sus papás”, señala.
Es dentro de sus paredes y pasando las cortinas de metal en donde lo que era un simple comedor ha terminado por convertirse en un centro de ayuda para ser primeros respondientes a problemáticas como el uso de sustancias, la violencia familiar y hasta el abuso sexual. Todo esto de la mano de voluntarios que hacen su labor con nada más que su buen corazón y “por qué un amigo lleva a otro amigo”
“Es triste, por que ves muchos problemas y a veces no sabemos ni cómo hacerle, más a esta edad. Son problemas de abusos, de usuarios de drogas. Es muy triste, pero también ha sido muy gratificante, porque hemos podido sacar a muchos niños de las calles, de las drogas para ponerlos a estudiar. Creo que, si hemos sido agentes de cambio, pero no solo yo, los psicólogos, los abogados, los enfermeros, todos los que nos apoyan.
Pese a los peligros que puede traer consigo el tratar con jóvenes que están bajo la influencia de narcóticos, Arturo señala que todos son sumamente respetuosos e inclusive aguantan los regaños y consejos que les da cuando llegan a tocar la puerta en busca de ayuda.
“Aquí llegan jóvenes adictos. Han llegado incluso drogados. No puedo decir que tenga miedo, todos a fin de cuentas nos vamos a morir. Pero la mayor parte de estos jóvenes pueden llegar totalmente intoxicados y ni siquiera me faltan el respeto, hay un respeto absoluto. Platicamos con ellos, los regaño, aquí tienen quien los escuche, quien los regañe, porque los regaño, pero también hay quien los cuide y quien los proteja”
De parte de Arturo, queda únicamente un mensaje para todos aquellos quienes han pasado por su mesa y han logrado salir adelante. Con un énfasis particular en uno de ellos: un futuro ingeniero.
“Quiero decirles a todos los muchachos que estuvieron en este comedor que no paren, que no dejen de estudiar y que no dejen de prepararse. En especial a uno, a Jassiel Navarrete Rivadeneyra, que no se detenga y siga en los suyo. Es un muchacho que está estudiando una ingeniería, que ya lleva dos semestres seguidos y al que nunca se le ha olvidado de donde viene, ni se le ha olvidado que siempre puede venir aquí al comedor cuando él quiera”, remata Arturo.