
Ciudad Juárez.- En octubre de 2022, la imagen de Josefina Isabel Villalobos Vigil se hizo viral en redes sociales y en noticieros nacionales, con birrete y traje tradicional rarámuri o ralámuli fue la primera licenciada en Derecho de su comunidad, asentada en San Ignacio de Arareko. Ahora, la licenciada Villalobos se hace cargo del área de Capacitación en la primera oficina de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) en Guachochi.
Ha sido un camino complicado para una mujer sobreviviente de abuso, discriminación y pobreza, sin embargo, recuerda con orgullo cómo su hermana y ella fueron las primeras feministas ralámulis en marchar un 8 de marzo en Creel. De ese momento a la fecha, reconoce como parte central de su vida, apoyar y defender a otras mujeres indígenas que sufren violencia, también a otras personas que no conocen sus derechos y no hablan español.
Josefina admira y sigue los pasos de su hermana, la también activista Todos los Santos Dolores, con quien también ha trabajado en el Instituto Chihuahuense de las Mujeres (Ichmujeres).
Josefina nos platica parte de su historia y el reto que conlleva a una abogada indígena hacer su trabajo dentro de la CEDH.
“De pasar de víctima tenía que salir de ese círculo, pensé que eso me tiene que servir de algo, ahora yo tengo esa inspiración, voy a ayudar”
Una sobreviviente
No ha sido fácil como mujer indígena y madre estudiar una carrera universitaria, recuerda que hasta sus vestidos tradicionales tuvo que vender para poder pagar su título. “Mi primera idea era docencia”, pero eso cambió al ver toda la necesidad de su comunidad después de trabajar en Ichmujeres decidió estudiar Derecho.
“Hoy es como un sueño cumplido, estoy pensando en entrar en la maestría en Derechos Humanos”, cuenta con orgullo la abogada. “Soy bilingüe, mi lengua materna es el ralámuli, aprendí español cuando fui a la escuela, después de los 6 años”.
A pesar de tener como hogar uno de los lugares más bellos del estado, rodeado por el Valle de los Hongos, la pobreza en casa obligó a su madre a llevarla a una casa hogar a la ciudad de Chihuahua, en donde terminó la secundaria. Después del bachillerato, comenzó a trabajar con su hermana en diferentes dependencias como intérprete.
“Mi hermana es una mujer muy luchona, activista y ahora pertenece al Ichmujeres. Ella desde los 15 años apoyaba en el área de la Salud a mujeres que no comprendían bien el español, como traductora en las caravanas fue promotora de Salud. Tiene mucha experiencia, es una feminista, la admiro mucho”.
Durante su experiencia en el instituto de las mujeres, proyectaba su propia experiencia como un recurso de motivación para ayudar a otras.
“A mi hijo mayor lo tuve a los 16 años. Esa es otra historia… a raíz de eso me hice más consciente, al ver tantos casos de violaciones a niñas y jovencitas. Yo me reflejaba en ellas, les decía: -yo te voy a ayudar porque yo lo viví y yo en su momento no tuve quién me escuchara-”.
Como sobreviviente de abuso ponderó la importancia de estudiar leyes. “De pasar de víctima tenía que salir de ese círculo, pensé que eso me tiene que servir de algo, ahora yo tengo esa inspiración, voy a ayudar y dar esta información para que más mujeres no pasen por eso”.
Josefina se casó a los 20 años, sus hijos y esposo han sido un gran apoyo, pero reconoce, lo difícil que fue estudiar Derecho en una universidad privada (Universidad Regional del Norte). “Nunca tuve becas, lo pagué con mi trabajo y con apoyo de mi esposo”. Además de los gastos del hogar y la familia, debía pagar casi 3 mil pesos de inscripción más unos mil 500 pesos al mes, su sueldo apenas alcanzaba, cuenta que había quincenas que se quedaba sin nada. “Pensé que si reprobaba una materia no iba a poder seguir estudiando, el examen extraordinario estaba fuera de mi alcance”. Sus materias favoritas fueron Derecho Agrario y Derechos Humanos.
Durante su carrera universitaria se atravesó la pandemia, la falta de recursos y el desconocimiento en nuevas tecnologías fueron los nuevos obstáculos que tuvo que superar.
El pagar el título fue otro gran problema. “Para poder completar mi título empecé a vender mis trajes, yo misma me los hago. Hacer un traje tradicional es muy complicado, es muy laborioso, además toma mucho tiempo, entonces en ese momento dije: -mis trajes me van a salvar-”.
“A los indígenas nos ven como sucios e ignorantes, nos tratan mal, nos discriminan”
Josefina Villalobos Vigil
Abogada
Cuando en octubre de 2022 Josefina acudió con su traje tradicional y birrete a su graduación, la noticia la hizo viral el youtuber rarámuri Jaime Armendáriz (Jaime Arm), de ahí los medios locales y nacionales la replicaron. En ningún medio se publicó sobre el esfuerzo que esta madre de familia tuvo que hacer para recibir y pagar su título, los titulares fueron: “La primera abogada rarámuri”, “Se gradúa rarámuri de Derecho”, etc.

Discriminados al nacer
“A los indígenas nos ven como sucios e ignorantes, nos tratan mal, nos discriminan”, dice Josefina. Los diferentes tipos de discriminación que enfrentan en sus comunidades van desde maltrato por su apariencia hasta falta de atención pública (de cualquier tipo) por no saber español.
“El mestizo (o chabochi) no te acepta con conocimientos, eres criticada, te ven como un bicho raro. Si te ven manejar un auto, usar botines con tu ropa, las uñas (largas), pintarte el cabello. No estamos ni de un lado ni de otro… ha sido un reto para mí como para mis hermanas”. Cuando las personas ven a una mujer vestida como ella en la calle, le ofrecen trabajo doméstico y esa discriminación no la quita un título universitario, las personas siguen discriminando a los indígenas en cualquier parte del estado o el país.

Mujeres agentes de cambio
“Había mucha diferencia cuando las mujeres llegaban violentadas (al instituto), con golpes, con miedo, con todo eso {…} Luego veías el antes y el después y notabas un gran cambio en ellas, se veían hasta más jóvenes, cuanto mal les hace estar en ese círculo”, recuerda esos rostros y sabe por qué ahora está en un lugar donde hará mancuerna con la encargada de la oficina de la CEDH, una mujer a la que conoce desde que trabajó en la Procuraduría Agraria (Mónica Espino).
Las indígenas que sufren violencia se transforman después de recibir apoyo y capacitación, asegura la abogada. “Algunas salían hasta hablando español, este trabajo lo hicimos mi hermana y yo también con niñas y niños”.
Villegas también ha hecho voluntariado como intérprete en la Fiscalía Especializada de la Mujer. Después de trabajar en el Ichmujeres se integró a la Procuraduría Agraria como visitadora, el área en donde empezó a ejercer como profesionista.
Su experiencia le hace comprender también las barreras culturales que hay. Por una parte, “con los mestizos somos ignorantes y por nuestra comunidad traemos ideas de chabochis”.
“Realmente no es eso, solo hemos dejado de lado los usos y costumbres malos, hemos tratado de que la gente entienda esa parte: -quédate con tus usos y costumbres buenas, por ejemplo, que no se pierda tu lengua, tu vestimenta, las festividades importantes, los rituales buenos como pedir por el agua, por la cosecha… todo eso”.
“Cuando comenzamos mi hermana y yo a formar parte de las marchas del 8 marzo éramos solo mi hermana y yo (indígenas), ahí en Creel, con nuestros trajes morados y fuimos criticadas {…} en este último año ya participaron más mujeres rarámuris, se acercaban a nosotras y caminaban a nuestro lado, con su vestimenta color morado, pues: ¡¿que padre no?!, que nosotras empezamos como a jalar a más mujeres a que no tengan miedo”.