El 2024 se cierra con una alarmante cifra en rojo en el combate contra la ciberdelincuencia, un fenómeno que sigue escalando a un ritmo vertiginoso y que, a pesar de los esfuerzos realizados, parece superar las capacidades de respuesta de la sociedad, pero con mayor énfasis de las instituciones, al menos se supone que para eso está la ciberpolicía, ¿o me equivoco? La pandemia, que aceleró la digitalización de la sociedad, no solo cambió la manera en que trabajamos, nos comunicamos y realizamos transacciones, sino que también brindó a los ciberdelincuentes una oportunidad única para evolucionar. Hoy, estos criminales conocen con precisión el valor del mercado digital y, lejos de dormirse en los laureles, siguen entrenándose y actualizándose, -mientras la autoridad, aparentemente, es todo lo contrario- lo que les otorga (a los delincuentes) una ventaja cada vez mayor frente a los usuarios.
Lo que Roberto Gaona, experto en el tema y miembro de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra), denuncia es la creciente desconexión entre el avance de la ciberdelincuencia y la falta de conciencia de la sociedad y los gobiernos sobre la importancia de protegerse. Pese a la innegable vulnerabilidad en la que se encuentra la ciudadanía, el conocimiento sobre las buenas prácticas de seguridad digital sigue siendo escaso y, lo que es aún peor, la capacitación en estos temas sigue siendo marginal, tanto a nivel individual, empresarial y gubernamental.
En el ámbito empresarial, los expertos coinciden en que la reacción a la ciberdelincuencia suele llegar tarde. No es hasta que las empresas sienten la amenaza en sus finanzas, en la integridad de sus sistemas o en la reputación de su marca, que se deciden a tomar medidas. Es lamentable que la ciberseguridad se siga viendo como un gasto innecesario hasta que el daño ya está hecho. Como señala Gaona, esta inversión debe ser considerada como una prioridad dentro de los presupuestos empresariales, al igual que lo son los pagos por servicios básicos como el agua o la electricidad. La ciberseguridad es, ante todo, una cuestión de prevención, y qué decir por el lado gubernamental, las filtraciones que han padecido, evidencia por completo, lo vulnerables que son, pero lo mas delicado es que manejan información de la población. Lamentablemente ante tanto recorte que están haciendo, se antoja difícil que vayan a querer invertir en ciberseguridad.
Sin embargo, no todo es responsabilidad de las empresas. La educación de los individuos sobre cómo prevenir ataques cibernéticos es clave. La mayoría de las personas, por desconocimiento o por inercia, caen en trampas como correos electrónicos sospechosos o estafas digitales, con consecuencias que van desde el robo de información personal hasta pérdidas económicas sustanciales. Cada contraseña reutilizada, cada clic sin precaución, abre una puerta al acceso no autorizado a nuestra intimidad, a nuestros documentos más personales y, en muchos casos, a nuestras finanzas, incluso muchos conocemos de casos en que vacían las cuentas de ahorradores que se percatan del desfalco ya muy tarde.
El desafío que enfrentamos no solo es tecnológico, sino profundamente educativo. Como bien apunta Gaona, el enfoque debe ir más allá de la compra de software de seguridad. Las herramientas son importantes, pero la educación en el uso adecuado de las tecnologías es lo que realmente marcará la diferencia. En este sentido, los gobiernos deben redoblar sus esfuerzos. A pesar de los avances legislativos y de seguridad que se han logrado, la presión social y el compromiso institucional con la ciberseguridad deben intensificarse, pues esta visto que no ha sido suficiente.
Vivimos en una era donde la tecnología no solo nos conecta, sino que también nos expone. A medida que la digitalización se convierte en una parte fundamental de nuestras vidas, debemos estar preparados para defendernos de los ataques que buscan despojarnos de nuestras identidades, nuestra privacidad y nuestros recursos. No podemos permitirnos ser ajenos a una realidad tan cercana y tan peligrosa. La batalla contra la ciberdelincuencia es una tarea de todos, pero solo con conciencia, educación y acción conjunta podremos reducir la brecha que existe entre los criminales informáticos, la sociedad y los gobiernos, al menos, esa es la idea…