Santiago.- Envueltos en cazadoras negras, los jugadores de futbol del Club Deportivo Palestino de Chile, salieron al campo en Santiago antes de un importante partido local. Extendieron sus brazos y cerraron las manos como si sostuvieran las de los niños que usualmente los acompañan en este ritual previo al partido. Pero, esta vez, los pequeños no estaban allí: con un gesto sutil, el equipo rindió homenaje a los miles de “niños invisibles” muertos por los bombardeos y la invasión del ejército israelí en la Franja de Gaza.

“Más que un equipo, todo un pueblo” es el mensaje del club, fundado el 20 de agosto de 1920 por miembros pioneros de la colonia palestina que empezaba a asentarse en Chile.

Ganador de cinco títulos oficiales y pieza habitual en torneos continentales, sus permanentes muestras de apoyo a los territorios palestinos han alzado al cuadro como máximo símbolo de un siglo y medio de vínculos entre el corazón del Medio Oriente y el país sudamericano, hogar de la mayor comunidad palestina fuera del mundo árabe.

"Nosotros somos como una selección para ellos”, dice el capitán del equipo, Bryan Carrasco.

Con cuatro escuelas oficiales de fútbol para niños, en Ramallah, Belén y la Franja de Gaza —esta última, actualmente inoperativa por el conflicto— y el patrocinio de Bank of Palestine, el club conquistó adeptos no solo entre los descendentes de palestinos en Chile sino también en suelo árabe, donde los partidos son ampliamente televisados por cadenas como Al Jazeera.

Y, desde el inicio del sangriento conflicto entre Israel y Hamás, que ya se ha cobrado la vida de más de 40 mil palestinos y al menos mil 200 israelíes, se ha ganado también la simpatía más allá de esa comunidad.

“Si bien uno es chileno, uno tiene amigos que están acá mismo, que son de la colonia y nos dicen la violencia que sufre su pueblo por el sionismo. Me da pena, rabia y aquí estamos para demostrar un poquito de alegría”, dice el hincha Luis Torres, de 20 años, desde la barra del Palestino durante un partido en el estadio La Cisterna de Santiago en julio.

En las gradas, muchos de los aficionados lucían la kufiya, el tradicional pañuelo palestino que suele también ser usado en la cancha por los jugadores. En la afición rival, hinchas del Santiago Wanderers portaban banderas y carteles de solidaridad con el Palestino. Escenas que se repiten en diferentes estadios, de diferentes países e hinchadas.

Ello porque, en cada presentación previa a un duelo, la escuadra del Palestino insiste en exponer las marcas dejadas por la guerra, ya sea con pancartas, accesorios, como la kufiya, o gestos silenciosos que valen por mil palabras - como los “niños invisibles” del pasado mayo - en muestras de solidaridad.

“Tenemos una identidad muy marcada: nuestro club tiene valores muy claros y la causa palestina y la causa de la liberación de Palestina es uno de los motores de este club y así lo hacemos saber a los jugadores, a los cuerpos técnicos, a los funcionarios”, explica el vocero del club, José Nabzo.

Pese a que es un club de menor envergadura en el país sudamericano, con un promedio de tan solo unos 2 mil espectadores por partido en la barra, el Deportivo Palestino es actualmente el tercer club chileno más seguido en Instagram, con más de 741 mil seguidores, solo por detrás de los eternos rivales Universidad de Chile (791 mil) y Colo-Colo (2.3 millones).

Los orígenes de la larga relación entre Chile y la comunidad palestina, inmortalizada a través del futbol, remontan a finales del siglo XIX e inicio del siglo XX, cuando llegó una primera ola de migrantes de pueblos árabes, entre ellos los palestinos, explica el profesor Ricardo Marzuca, del centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile. En las décadas siguientes, consecutivas guerras y conflictos regionales acentuaron el éxodo palestino - que alcanzó su pico en 1948, cuando fue creado el Estado de Israel.

Aunque muchos se desplazaron a países más cercanos, sobre todo Europa, otros vieron al Nuevo Continente como una tierra para empezar del cero. Fueron entonces cruzando el océano rumbo a las Américas, especialmente Argentina o Brasil. Algunos, más aventureros, decidieron desbravar la imponente cordillera de Los Andes expectantes de mejores condiciones.

“Mis bisabuelos y mi abuelo vinieron a Sudamérica en 1912 salvándose de la guerra y cruzaron Los Andes en mula. Yo no sé por qué cruzaron la cordillera, porque era un suplicio corporal, pero mi papá me contaba que vinieron porque aquí había más posibilidades”, recuerda el nonagenario Juan Sabaj Dhimes.

Una vez en el extremo oeste, los Sabaj y miles de otras familias que se arriesgaban en las peligrosas travesías se encontraron con una grata sorpresa y un sentimiento familiar pese a los casi 15.000 kilómetros que los separaban de casa: el clima y los pintorescos paisajes.

“Una de las cosas que más cautivó a los palestinos que llegaron a Chile fue el clima. El paisaje es muy similar al de Palestina y las frutas también son parecidas”, apunta Mauricio Abu-Ghosh, expresidente de la Federación Palestina en Chile, cuyo padre emigró a Chile en 1951 tras una odisea que comenzó en barco en Beirut y pasó por Italia, España y Argentina hasta llegar a su destino final.

No tardó para que la palabra corriera y el resto es historia: a partir de la década de los 1950, más y más palestinos llegaron a Chile, unos impulsados por el cambio de vida, otros porque ya tenían parientes en estas tierras.

Actualmente, los descendentes palestinos están completamente integrados “a la sociedad, política, economía e incluso al deporte”, aunque los vínculos entre los dos continentes permanecen vivos, sostiene la embajadora palestina en Chile, Vera Baboun.

“El lema del club (Palestino) refleja bien la conexión, el poder, el compromiso y los lazos de nuestra comunidad”, dice.

Estos lazos se evidencian gracias al fútbol, cuando en uno de sus episodios más memorables, en 2019, por primera vez, una “barra virtual” - formada por pantallas gigantes ubicadas en los graderíos del estadio Monumental de Santiago - captó las reacciones entusiasmadas de centenares de hinchas palestinos, grabados previamente durante partidos anteriores seguidos en Ramallah. Daba entonces la impresión que la hinchada estaba en la gradas, en vivo, apoyando al Palestino.

“Es más que un club, te lleva la historia del pueblo palestino”, sostiene el capitán Carrasco.

Cinco años después, las escenas de frenesí se repiten de forma recurrente en el histórico barrio de Patronato de la capital chilena, un reducto palestino que conserva la historia y legado de esa comunidad. En el interior de los cafés, banderas y escudos del Deportivo Palestino, así como fotos de los jugadores, adornan las paredes. En fechas de partido, los residentes se reúnen para acompañarlo.

“Siempre salimos a apoyar, porque al fin y al cabo son nuestros orígenes y se siente como estar en casa”, dice Jaime Barakat, quien administra un puesto de shawarma en el corazón del barrio.

En las afueras, las calles de ese cosmopolita barrio, ubicado en uno de los polos comerciales de la ciudad, mezclan historia, tradición y ancestralidad. Los graffitis y murales gigantes en los muros exponen un recuerdo permanente del legado de quienes se han atrevido a buscar morada en el ultramar.

La arquitectura árabe y la iglesia ortodoxa, cuya misa los fieles atienden cada domingo y aprovechan para rezar por sus seres queridos atrapados en el conflicto, ayudan a componer ese escenario tan peculiar que combina expresiones occidentales y orientales.

“La inmigración es un fenómeno de ida y vuelta. Todos tenemos primos, hermanos y abuelos que siguen viviendo allá”, dice el director ejecutivo de la Comunidad Palestina de Chile, Diego Khamis.

Y es por eso que el efecto que tuvo la entrada de los jugadores del Palestino con los “niños invisibles” no deja de impactar, sobre todo en un país históricamente conocido por su defensa del derecho internacional. El presidente Gabriel Boric ha sido una de las voces más firmes contra la la asonada israelí en Gaza y su gobierno ha tomado diversas acciones que incluyen el envío de apoyo humanitario a territorios palestinos, la llamada a consultas del embajador chileno en Israel y la presentación junto a México de una remisión de la situación ante la Corte Penal Internacional.

En junio, Boric también anunció que Chile se sumaba a un grupo de países que respaldan la demanda de Sudáfrica contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia por genocidio - una postura que causó el reproche de la comunidad judía en el país al considerar que las acciones del presidente “alimentan la polarización” y “fomentan el odio”.

Ya entre la comunidad palestina, los anuncios han sido recibidos como una señal de esperanza en la lucha por sanar las heridas abiertas. “Ya no hay nada para nosotros allí, solo sangre y muerte”, dice el dueño de un café en Patronato, quien pidió mantener el anonimato por el temor de represalias, ya que la mayor parte de su familia, incluido sus hermanos, viven en zonas de guerra.

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