Bolivia.- Willy, Rosita, Teodora, Araceli, Mamá Azapa... y la lista sigue por cientos.

Son los nombres de las Ñatitas, cráneos humanos a los que los bolivianos les rinden culto en una celebración que data de la época prehispánica para agradecer los cuidados y apoyos que los difuntos dan a los vivos.

Creyentes bolivianos llegaron el viernes hasta el cementerio municipal de La Paz con sus cráneos adornados con flores para la festitividad de las Ñatitas, una costumbre arraigada en el área andina, aunque sin el reconocimiento de la iglesia Católica.

Según la creencia bolivia, las Ñatitas hacen favores para emprender negocios, para recibir justicia y para preservar la familia.

Mamá Azapa es una de las Ñatitas, y a diferencia de muchos otros, el cráneo tiene cabellos trenzados. “Es mi protectora”, dijo a The Associated Press Elena Martínez, quien se identificó como una “amauta” o sacerdortisa quechua.

Martínez, de 60 años y vestida con tejidos indígenas, dijo que heredó a su Ñatita de sus antepasados quechuas hace muchos años y prefirió no señalar cuánto tiene de antigüedad Mamá Azapa.

“Ella está en mi sala como un miembro más de mi familia”, dijo.

Durante la festividad, la gente les lanza hojas de coca, flores y les ponen cigarrillos. Algunos cráneos son incluso adornados con gafas de sol y sombreros. Unos están en urnas doradas, de vidrio y otros en cajas de zapatos adornadas de flores.

A muchas de ellas les dedican canciones y bailes.

Cesilia Amaya, de 40 años, fumaba un cigarro junto a cuatro Ñatitas.

“Es la herencia de mi familia. No me atrevería a contar de dónde vienen, pero son mi familia. Yo las tengo en mi cuarto. Se podría decir que duermen conmigo”, dijo. A sus calaveritas, Amaya les atribuye que cuidan de su salud y ayudan a los estudiantes a mejorar sus estudios.

Según expertos, esta festividad data de la era prehispánica, cuando era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.

El antropólogo Milton Eyzaguirre, investigador del Museo Nacional de Etnografía y Folklore, dijo a la AP que en las creencias andinas la muerte viene ligada con la vida. “Son semillas“, dijo.

"Los difuntos están en el subsuelo, en la tierra, por eso se lo relaciona con las plantas que están por nacer... También con que traen lluvias”, añadió.