Alison [1] tomó su mochila y caminó hacia la escuela, luego giró, en 15 minutos llegó a donde le ofrecieron algo que “la haría sentir bien”, “yo te lo voy a prender y tú le fumas”. Estuvo ahí por tres días, consumiendo cristal, tenía 12 años. En el picadero [2] tuvo sensaciones que no tenía en casa: atención y una forma de escapar.
Al tercer día la encontraron en el lugar con algunos otros jóvenes, todos se drogaban en relativa calma, hasta que llegaron por ella. Esa vez la droga fue gratis. Su tía dio con ella porque cuando era joven solía consumir cristal ahí.
“Mi mamá me dejó cuando tenía 3 meses y a mi papá lo mataron cuando tenía 7 años. Un tío, un hermano de mi papá me cuidaba, luego a él lo mataron también, siento que me empecé a perder. Era muy rebelde”.
Alison narra que su familia y entorno giraban entre la venta de drogas y el consumo, su papá y tío fueron asesinados por eso.
El primer anexo lo describe como tres meses de ejercicio y disciplina. Pero regresó al consumo al salir, su abuela no podía hacer más. La madre de Alison decidió hacerse cargo, se la llevó fuera de la ciudad, al sur, cerca de Meoqui. “En la escuela comencé a preguntar, porque a parte del cristal yo fumaba mariguana y la mariguana es más fácil de conseguir”. En ese lugar consiguió otra vez cristal, robaba dinero a su mamá, quien era comerciante.
Donde vivía estaba lleno de ranchos, para ella era más fácil salirse de la escuela e irse a drogar a cualquier parte del campo, cada vez en cantidades mayores.
Su madre le había conseguido un trabajo como niñera en la capital del estado. Durante uno de los trayectos, Alison y la madre de la pequeña que cuidaba sufrieron un accidente, desde entonces se quedó con un dolor permanente en la clavícula, asegura que el consumo de drogas le ayudaba a calmar el dolor.
Los problemas en la escuela incrementaron y el alto consumo de cristal hicieron que su mamá decidiera anexarla nuevamente. En este centro de rehabilitación la conducta de Alison empeoró y a eso se sumó su primera menstruación.
Fuego y cristal
La mamá de Alison la dejó en el anexo y se regresó a Juárez. La adolescente y sus compañeras decidieron provocar un incendio en el centro de rehabilitación para poder huir. El lugar ardió y ella fue expulsada, su madre tuvo que regresar y llevarlaa casa, finalmente, volvieron a la frontera. “Regresé cuando tenía 15 años, me quedé en segundo de secundaria, no volví a estudiar”.
El novio de Alison era consumidor y narcomenudista. “Mi pareja me daba el cristal. Él también vendía”. Ellos administraban una parte para su consumo y otra para vender, si las cuentas no salían bien, debían de vender lo que tenían para pagar lo acordado a sus “jefes”.
Alison vendía cristal a otras chicas iguales o menores que ella, les recomendaba que lo probaran, “le llegué a vender a chicos de 14 años”.
“Tenía 16 cuando me embaracé por primera vez, pero seguí consumiendo. No podía dejar de consumir, mi pareja no me decía nada, porque él también consumía. Después él empezó a ser agresivo {…} teníamos discusiones y me golpeaba, pero no me iba de ahí”.
A los 17 años dio a luz. “Al principio dejé de drogarme”, al poco tiempo, su consumo fue el mismo. “Mi pareja me golpeó muy feo, decidí alejarme de él, pero no me sentía bien para salir adelante con mi hijo. Entonces busqué a mi mamá {…} por un tiempo ella estuvo cuidando al niño. Duré como medio año solamente consumiendo, ya sin ver a mi hijo”.
Alison vivía en un picadero en el sector de Satélite, había una pareja encargada del lugar con otros cinco hombres. “En ese tiempo encontré a un exnovio de la secundaria, él también consumía y vendía droga”.
Recuerda que en el picadero le robaron todo lo que tenía, incluyendo ropa, “me quedé sin nada, me la pasaba caminando por las calles por las noches”.
La mamá de Alison entregó a su nieto al padre, pese a que tenía conocimiento de que era adicto y narcomenudista, además de lo violento que era con su hija. “Él me fue a buscar, yo le tenía mucho odio y rencor por los golpes que me había dado”. En cuanto Alison regresó con él, la internaron en otro centro de rehabilitación.
“Había maltrato en el lugar”, entre las compañeras del anexo había convictas condicionadas, ella y un pequeño grupo intentaron fugarse, al ser descubiertas fueron castigadas. “Agarramos a una de las muchachas, la golpeamos, le agarramos las llaves y quisimos salir, pero no pudimos. Al final nos atraparon. La hermana traía un tubo y recuerdo que me pegó en la espalda y me le puse al brinco, me quiso volver a pegar y entraron los demás hermanos y nos pusieron en el patio”. Fueron reprendidas públicamente en el anexo, insultadas y como castigo hicieron labores de lavandería, tuvo que completar los tres meses del proceso.
“Saliendo, regresé con el papá de mi hijo, en ese tiempo duré unos tres meses sin consumir. Él empezó a trabajar en una maquiladora”. Alison condicionó a su pareja a dejar las drogas para estar juntos, vivían con su suegra.
Al dejar por un tiempo el cristal, lo sustituyó por alcohol, “empezamos a tener problemas porque empecé a consumir alcohol, cada fin de semana tomaban mis cuñadas y suegra, tomaba con ellas y a mi pareja no le empezó a gustar, pero el fumaba (cristal) cuando yo no estaba”.
“Me enojé con él y volví con mi mamá, tenía 18 años y mi bebé 1 año, pero lo tenía mi suegra, ya no lo veía”. Del alcohol regresó al consumo de cristal, Alison iba al picadero de Satélite, gastaba unos mil pesos a la semana en drogas, tenía trabajos temporales y vendía sus cosas.
En medio de la guerra
“Me prendí mucho del cristal, consumía cada una o dos horas”. Alison pidió trabajo a su proveedor como narcomenudista, encargada de un picadero. “Me dio un lugar para quedarme y me empezó a dar droga para vender”. Ella estima que sus ventas mínimas eran por unos 500 pesos diarios (unos 3 gramos de cristal), “enflaqué demasiado y ya no veía a mi hijo. Después los de ese lugar supieron que yo anduve con una persona que era del bando contrario”.
El proveedor de Alison fue ejecutado y “el jefe de la plaza me amenazó, que me fuera o me iban a matar”.
Entró en pánico, también sentía que su vida había tocado fondo. “Volví a llamarle al papá de mi hijo y le dije que me habían amenazado de muerte y que yo ya no podía más, que lo que quería era morirme, eso es lo que quería, que me mataran”.
“Me fui con él otra vez, ahí estaba mi hijo, el niño ya tenía dos años”. Durante ese regreso, Alison volvió a quedar embarazada a los 19. “Yo no quería tenerla, pero la pareja de mi familia sí y él también, al ver las emociones de ellos pensé que también era bueno para mí, que a lo mejor podríamos salir adelante y dejar de consumir, pero fue peor”.
La pareja volvió a dedicarse al narcomenudeo, ahora como encargados de una casa de seguridad (en territorio de los Mexicles), cuidaban las armas a sicarios. “Mi hijo se quedaba con mi suegra, estando embarazada, yo seguía consumiendo cristal”.
“Teníamos cámaras, no era muy tranquilo, ellos entraban y salían. Tenía miedo, porque cada vez que entraban todos con las armas era porque acababan de matar a alguien”. Alison sabía que ese lugar ya estaba “quemado” por los policías. “Muchas veces había reventones y yo tenía que salir corriendo embarazada”.
La ilusión de ser narca
“Me sentía como una narca, porque tenía todas las armas, no podía decir nada, yo hacía lo que yo quería {…} pero sabía que en cualquier momento podían matarnos”.
Con el consumo, su pareja volvió a ser violenta, la golpeaba constantemente, además él comenzó a utilizar las armas de los sicarios para cometer atracos. En ese momento Alison tuvo a su hija. “Mi niña nació enferma, nació con la sangre contaminada, le tuvieron que poner más sangre y yo le cedí la custodia a mi cuñada”.
“Mi pareja y su amigo comenzaron a asaltar a los Ubers con las armas de ellos. Les quitaban el dinero y los teléfonos {…} pero como los policías tienen contacto con los narcos, ellos les dijeron”. Los golpearon, recuerda Alison que su pareja se desapareció por unos días, al regresar le advirtieron a ella que lo iban a matar, que se lo dijera. Los sicarios los expulsaron del sector, sin embargo, regresó a trabajar con ellos como halcón [3], le dijo a su pareja que no quería estar lejos de sus hijos. “Les vigilaba. Ellos iban al bordo con armas, yo les avisaba si iban los polis”.
“Mi pareja andaba robando, me pedía que regresara con él. Hacía como que vendía la droga, pero solo les quitaba el dinero. Los policías lo correteaban siempre, entonces para los narcos eso es calentar el terreno y al final de cuentas yo trabajaba con ellos”.
Alison terminó su relación con el padre de sus hijos, su consumo y trabajo la mantenían con los Mexicles. Después de un tiempo, su expareja desapareció.
El infierno
La familia de su expareja la comenzó a amenazar, alegaban que ella sabía dónde estaba él. “No lo sabía, pero tuve un mal presentimiento”.
El día que desapareció, Alison hacía sus tareas en la casa de seguridad, “en el baño había mucha sangre, ropa llena de sangre y me dijeron que me pusiera a limpiar, luego tiré la ropa”. Le preguntó a su exsuegra qué ropa traía su hijo al desaparecer. No le quedaron dudas, lo habían matado y ella limpió y tiró la ropa ensangrentada de su expareja, quien fue mutilado. Los restos siguen sin ser encontrados.
Al confrontarlos, solo pedía que le dijeran dónde estaban los restos, que si ellos tenían familia comprenderían. “Me amenazaron, me dijeron que no anduviera hablando y que si hablaba o algo, que me iban a matar. Tú sabes que ya subiéndote al carro ya no te bajas. Después de eso ya no fui con ellos a trabajar”.
La familia de él tenía sus hijos, decidieron ya no tener contacto y la culparon de la muerte.
“Duré una semana drogada, no comía nada, digamos una comida cada dos días. Al último me regresé con mi mamá porque me habían parado los ministeriales, mi suegra les dijo que yo había sido cómplice”. Los sicarios empezaron a buscar a Alison.
El último círculo
Alison regresó al territorio de Los Doblados [4], en el picadero de Satélite encontró un refugio temporal a su dolor y adicción. “Todo lo que vi comenzó a atormentarme y seguía consumiendo, hasta que le dije a mi tía que necesitaba ayuda y me podía mucho porque se había llevado a mi hijo. Él lloraba mucho cuando no me veía, me podía más porque mi hija no me conocía…”
Alison se ha mantenido limpia, fue su tía, una exadicta que se dedica a ayudar a otras personas con este problema, quien la ha inspirado a recuperar su vida. “Tengo cuatro meses sin consumir cristal, este es el máximo tiempo que he durado sin consumir”.
“Tengo que afrontar mis errores porque no fueron de ellos (mis hijos), fueron míos. Es importante tener amor propio, creo que todo eso lo hacemos cuando no nos amamos a nosotras mismas”.
“En el Cereso tienen mi foto, me están buscando”. Ella suspira, considera que su destino está en manos de Dios, mientras no suelte su mano.
[1] Seudónimo utilizado para resguardar la integridad de la persona que ofrece este testimonio.
[2] Lugar de consumo y distribución de drogas.
[3] Vigilante de sectores clave para los narcotraficantes y sicarios.
[4] Los AA, los Doble A, Artista Asesinos, célula criminal rival de los Mexicles.
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