Chihuahua.- La mayor parte de su vida ha sido en el escenario; siempre en movimiento, creando, encontrando la “extensión más allá del cuerpo” a través de la danza, aunque todas las artes forman parte integral de su identidad como artista. Es Cynthia Elizabeth Aguirre Acosta, o solo Cynthia Aguirre, fundadora de la Compañía Danzarena, establecida en la ciudad de Chihuahua hace ya algunos años.
Es originaria de Camargo, Chihuahua, pero desde pequeña la llevaron a vivir a la Ciudad de México, lo que la acercó a la posibilidad de conocer lo es su vida y su pasión: la danza. “Una vecina, que era secretaria del Instituto Nacional de las Bellas Artes, justo de la escuela de Danza, me había visto como una niña muy inquieta, le dijo a mi mamá que yo podría estudiar ahí… y eso hizo mi mamá, me llevó a la Escuela de Danza. Hice un estudio psicológico y un año piloto, para saber si tenía las condiciones y el perfil y sí lo tuve… Tenía solo 10 años cuando ingresé a ese mundo”, recuerda la artista, de su tiempo de primera formación en la Instituto Nacional de la Enseñanza Profesional de la Danza, escuela con tres especialidades: folcklor, clásico y danza contemporánea, disciplina en la que calificó desde un inicio por el resultado de su perfil de ingreso.
La escuela tenía un formato de enseñanza académica, con las materias de educación secundaria y, en la otra mitad, la formación dedicada a las artes: música, teatro, artes plásticas, historia del arte, etc. Esto significó para Cynthia estar totalmente inmersa en ese mundo de creación y sensibilidad: “mis primeros años viviendo, comiendo y respirando arte”. Recuerda a algunas artistas de su generación, entre ella la actriz Cynthia Klitbo, que era bailarina por entonces, Carla Estrada, hoy reconocida productora de televisión, entre otros. “Era un ambiente totalmente cultural alrededor de nosotros, por el lugar donde se encontraba la escuela, ahí atrás de Chapultepec, cerca del Teatro Helénico. Muchos talentos se iban a Televisa para iniciar su carrera artística”, detalla Aguirre.

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Amor por Cuba

Resultaba natural seguir su formación y buscar profesionalizarse. Así que llegó la oportunidad de tomar una beca para estudiar en Cuba y no dudó en tomarla. Ingresó entonces en la Escuela Nacional del Arte, ubicada en el barrio de Cubanacán, al oeste de La Habana, uno de los espacios considerados insignia en Cuba para la enseñanza artística. Con solo 15 años, Cynthia se integraba por completo a la vida cultural y artística de aquella nación, que se convirtió también en su hogar y punto de encuentro para su propio proyecto de vida, como artista y como mujer.
“En esa época tuve oportunidad de vivir muy hermosas experiencias. Era el tiempo de Silvio Rodríguez, Sinthesis… grupos de música que iban y daban conciertos ahí, porque era en medio de la selva. Esa escuela tenía unos espacios verdes maravillosos y toda la comunidad universitaria, escolar, artística, nos congregábamos y veíamos maravillosas obras de teatro, danza o conciertos, que llegaban de diferentes partes del mundo a presentarse ahí”, relata Cynthia y que, a pesar de la distancia de su país natal y de su familia, en una nación donde era evidente la dificultad para la comunicación telefónica, en un país socialista mucho más cerrado al mundo que ahora, aclara, al estar internada en el albergue, como estaba la escuela durante su estancia, acompañada de otros estudiantes de Argentina, Paraguay, Nicaragua, Panamá, así como estudiantes de otras provincias de Cuba, a esa edad, afirma: “no tenía tiempo de sentir soledad, aunque extrañaba enormemente mi cultura y mi familia, pero de tanto movimiento, tanta actividad, no tenía tiempo para deprimirme”.
En una primera etapa, Cynthia Aguirre estuvo casi un año en Cuba, pero luego volvió a México para atender una nueva oportunidad de formación, ahora en la ciudad de Nueva York, donde aprendió durante un año nuevas técnicas coreográficas y en la danza contemporánea que le dieron mayores posibilidades creativas.
En los años ochenta había muchos apoyos económicos para estudiantes y profesionales de arte en Cuba, un tema que contrastaba con lo que se vivía en otros países como México, explica Aguirre, así que decidió volver a aquella nación para continuar sus estudios.
Se había enamorado de aquel país impregnado de arte y cultura, pero también de quien ha sido su pareja desde entonces, el músico cubano Boris Díaz, con quien años más tarde formaría una familia.

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Danzarena
Luego de varios años de vivir por varias etapas en Cuba, Aguirre y Díaz se establecieron en México, motivados por la idea de construir proyectos juntos, unidos por el amor y por el arte. “Yo me quería quedar en Cuba, pero él se quería ir para buscar nuevos horizontes, así que ganó el irnos y quedarnos en Chihuahua, donde inicié mi vida como coreógrafa con estudiantes del Cedart (Centro de Educación Artística) y donde creamos la compañía Danzarena”, recuerda la artista.
La Compañía Danzarena, A. C., fundada en 1997 por Cynthia, emula en su nombre la danza y la arena del desierto, “antes había sido un mar aquí en Chihuahua”. El proyecto tuvo como desafío inicial explicar lo que es la danza contemporánea, ya que en el norte del país, era más popular la danza folkclórica, el jazz o hasta el break-dance, recuerda con humor.
“Me costaba un poco hablarles de la libertad de los cuerpos; había más tabú, más mitos sobre lo que era danza. Yo traía una danza muy novedosa, con una mezcla de culturas, lenguajes y el despertar de lo que se llamó Danza Teatro y formas de explorar en la escena por medio del cuerpo, que iba más allá de la danza convencional”, relata la coreógrafa, ya que, por ese tiempo, había poco reconocimiento de otras interpretaciones dancísticas, lo que en la actualidad parece haberse superado, gracias al impulso de otros artistas y varias instituciones académicas.
Gracias a su dedicación y disciplina, Cynthia y su compañía han recibido apoyos del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, programa de Estímulo a la Creación y el Desarrollo Artístico David Alfaro Siqueiros en Chihuahua, entre los años de 1997 al 2000 y más tarde en 2006-2007. Además, ha sido reconocida por el Premio PAC-MYC 2001.

La expresión sin fronteras

En su experiencia como docente, Cynthia ha formado parte de diversos proyectos de intercambio cultural Internacional, entre los que destaca con el Instituto Superior de Arte de la Habana, Cuba, y la Universidad la Azuay en Cuenca, Ecuador; Festival de la Paz en Colombia, donde impartió clases magistrales, talleres y montajes coreográficos. Es una investigadora del “cuerpo interpretativo”, de acuerdo con una de sus semblanzas publicadas, que la describe en cuanto a su metodología de entrenamiento, basada “en las lógicas de las artes vivas”.
En lo que respecta a su trayectoria artística, Cynthia Aguirre ha sido también reconocida como intérprete por su participación del 2009 al 2013 con Atra Bilis en España, bajo la dirección de Angélica Liddell con la puesta en escena: La Casa de la Fuerza, que la llevaron al Festival Avignon Francia y al Festival de Otoño en Madrid, la Fundacao Caixa General de Depósitos, a Lisboa, Portugal y a Genêv, Suiza, entre otros.
Su trabajo artístico también la ha llevado a otras regiones de Francia, Ecuador, Cuba, Colombia, Estados Unidos y parte del territorio mexicano, donde ha presentado obras de su autoría, como: “Autorretrato”, “Mejor Desnudos”, “Orígenes”, “Pasos Mágicos” (obra infantil), “Elegía en el Desierto” (Por los crímenes a mujeres en Juárez), “Paisaje”, por mencionar algunos.
Se ha desempeñado además como gestora y promotora cultural permanente; directora operativa y coordinadora del Diplomado en Creación Escénica Contemporánea del 2007 al 2010 y ha sido integrante del liderazgo artístico para proyectos infantiles en el programa Alas y Raíces de Chihuahua.
La artista sostiene que a través del arte se pueden cambiar los discursos sociales y políticos para transformar las políticas públicas y conducirlas hacia la atención a las artes. Es por eso que invita a las nuevas generaciones a proponer desde el arte y la cultura, diálogos colectivos para la creación de nuevos y mejores mundos posibles, porque “el arte es transformador de vida”, concluye Cynthia Aguirre.

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