Del 21 al 24 de febrero se celebró en el Vaticano una reunión sin precedente encabezada por el papa y a la que asistieron los presidentes de todas las conferencias episcopales del mundo, para acordar medidas concretas contra el problema de la pederastia en la Iglesia.

Había muchas expectativas sobre los resultados de la reunión, sobre todo de las víctimas, que no se cumplieron. Es cierto que el papa convocó a los obispos a dar una “batalla total” en contra del abuso de los menores por parte de sacerdotes y se comprometió a “tomar todas las medidas necesarias”, para acabar con ese terrible mal.

Y una vez más advirtió que “la Iglesia no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar a la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes. La Iglesia nunca intentará encubrir o subestimar ningún caso” de abuso de menores.

En el encuentro se anunció que la Iglesia elabora cambios en la legislación que garanticen “llevar a la justicia” a los sacerdotes y religiosos que abusen de los menores. Y también que pronto se dará a conocer una guía para que todos los obispos de la Iglesia actúen en la misma dirección.

Al gravísimo problema del abuso de los menores se añade la actuación de los obispos. Hasta ahora cada quien ha actuado como considera conveniente y esto ha agravado, en todos los casos, el problema porque han escondido los casos y protegido a los criminales.

Se habló de medidas, para poner más cuidado en el análisis psicológico de quienes quieren entrar al sacerdocio y también de mejorar la formación intelectual y afectiva de los seminaristas. Y de la necesidad de trabajar con fuerza en la prevención de los casos.

El papa en su mensaje final situó el problema del abuso infantil en el contexto mundial utilizando datos de la Unicef que muestran que el más del 90 % de los casos ocurren al interior de las familias o entre conocidos del menor.

Esa referencia del papa molestó a algunas de las víctimas porque consideraron que con esa información pretendió evadir o minimizar la responsabilidad de la Iglesia.

Las víctimas querían medidas muy concretas. Les era indispensable que el papa hiciera mención al compromiso de “tolerancia cero” para que los sacerdotes pederastas, al primer caso de abuso, sean expulsados del ministerio.

Y también que se hablara del castigo que debe darse a los obispos que esconden los casos en sus diócesis y protegen a los sacerdotes que han cometido ese crimen. Y que quedara más claro que es obligatorio, por parte de la Iglesia, que todos los abusos pasen a la justicia civil.

Algunos especialistas señalan que todavía es pronto para que se vean plasmados los acuerdos de la reunión en grandes medidas como lo querían las víctimas. Y hablan de la necesidad de esperar a los cambios en la legislación y al manual para los obispos.

Rubén Aguilar Valenzuela

Twitter: @RubenAguilar

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