Magda Sarmiento: Recuperar el valor de la familia
Foto: Yvoné Vidaña

Toda acción en pro de la sociedad tiene una profunda raíz en la vida de quien la realiza: una época de su vida, un recuerdo o una pérdida, les motivan a ayudar a otros y la labor de Magda Sarmiento no es la excepción.
“Aunque recuerdo mi infancia como un episodio feliz, tuvimos muchas carencias, me dormían temprano para que no tuviera hambre y me despertaban temprano para que no tuviera frío”, pero ambos, hambre y frío, fueron constantes en su niñez. “Por eso siempre hay comida en la Asociación y cada año regalo cobijas”.
“Nací y viví en Zaragoza hasta los 24 años, en una casa muy pequeña, pero con terreno alrededor. Mi papá tenía ahí como 20 árboles frutales y hortalizas, que ahora entiendo eran un medio para acercar comida a la familia. Un hermoso recuerdo es el de mi abuela paterna, Panchita, una mujer tradicional, con sus trenzas y delantal, que me hacía, al ser la única mujer entre mis hermanos, muñecas de trapo y me contaba cuentos”.
“En casa siempre nos inculcaron valores. Mi mamá nació en un rancho, huérfana desde los 5 años, a la que su novio (mi papá) se la robó cuando tenía 15. Se la pasaron huyendo hasta que ella fue mayor de edad y pudieron regresar a Juárez, fue el carácter de mi mamá lo que me hizo fuerte, me enseñó a trabajar por lo que quería”.

“Siempre quise ser trabajadora social… quería ayudar a la gente”

El recuerdo de la carencia

“En una ocasión, tenía yo unos 7 años, una vecina se preparaba para cocinar un pavo en Navidad y mi mamá se puso muy triste, porque ella no podía ofrecernos ese tipo de alimento y recuerdo que le prometí: ‘cuando sea grande te voy a regalar muchas cenas de Navidad’ y se lo cumplí, en honor a esa promesa, cada año regalo cenas navideñas a familias de escasos recursos”.
Magda recuerda con nostalgia cómo, a los 15 años, falsificó un acta de nacimiento para poder ingresar a trabajar a una maquiladora y con ello poder ayudar en casa y desde entonces no ha parado.
“Siempre quise ser trabajadora social, no sé dónde escuché que existía esa carrera, pero desde muy pequeña decía que eso sería de grande, quería ayudar a la gente y a los 22 años me gradué en esa licenciatura, con titulación automática, gracias a mis calificaciones”.
“Hoy en día tengo una maravillosa familia, dos excelentes hijos y un gran esposo, con él fue amor a primera vista, conocerlo hizo salir lo más bonito de mí, ¡fuimos novios solo cuatro días antes de que me pidiera que me casara con él! Pero aclaro que ya nos conocíamos, ya que era amigo de uno de mis hermanos”.
Nuevos caminos

Tras una recesión económica, decide que es momento de regresar a trabajar: “Le escribí una carta al entonces presidente municipal, explicándole mi situación y pidiéndole trabajo, se la envié por correo con fe y seguridad, un día sonó mi teléfono y era la secretaria del presidente diciéndome que me presentara al día siguiente a trabajar en el Tribunal de Menores ¡y no me conocía! Muchos años después, aún sigo trabajando en el Municipio”.
“Tras años de ver carencias en las familias con las que tenía contacto, en 2006 sentí que debía ayudar a las personas de una manera más directa y aunque no tenía dinero, pero sí muchas ganas, me atreví, toqué puertas, hice llamadas y conformé la Asociación Civil Uapso (Unidad, Autonomía, Progreso, Solidaridad y Organización), descubrí que la falta de oportunidades, la discriminación y la ignorancia eran fuentes de la violencia y que la mejor manera de contrarrestarlas es ayudar a conformar familias sólidas y con valores”.
Desde entonces, Magda, a través de Uapso ha atendido a más de 25 mil personas de todas las edades, mediante diversos tipos de talleres, clases de manualidades y lúdicas, apoyando con becas estudiantiles, gestión, generación de autoempleo, pero, sobre todo, con la búsqueda de la integración familiar, los valores y la disciplina militarizada, estilo Pentatlón.

“Creo que Ciudad Juárez no necesita policías ni soldados en sus calles, lo que se necesita es recuperar la autoridad dentro de las familias”

Familias sanas

“Creo que Ciudad Juárez no necesita policías ni soldados en sus calles, lo que se necesita es recuperar la autoridad dentro de las familias”.
“La Asociación pasó a ser parte importante de mi vida, cambió mi manera de pensar y proceder, ahora siempre pienso en grande, visualizando el éxito, me enfoco mucho en la niñez, la pubertad y la adolescencia, porque es ahí, en esas etapas de cambio, dónde nace la confusión y más en estos tiempos. Los niños y jóvenes sienten soledad, dolor, falta de comprensión, necesitan ser escuchados y ser tomados en cuenta, no saben qué camino tomar y sin la familia se pierden, y el antídoto a todo eso son los valores y el valor universal es el amor, con él no hay límites”.
“En Uapso no se cobra por los servicios, se ayuda por ayuda, porque lo gratis no se valora, así que quien necesite algo, se lo proveemos, pero a cambio, debe ayudar a otros. Creo en la recomposición social, en que las familias recuperen el valor en sus casas, porque lo que se siembra es lo que la vida te regresa, a mí la vida me ha dignificado, no creo en colores partidistas, ni religiones, porque el que quiere hacer, hace sin esperar nada a cambio. Con ese principio mido mi vida, en qué estoy haciendo por mí, por mi familia y por los demás”.
Al principio les hablaba del trasfondo de las acciones, Magda transmutó las carencias que vivió de niña, en la necesidad de ayudar a los demás. Encontró un destino de solidaridad y amor, partiendo de las que fueron sus ausencias. Y es así como, de manera desinteresada, ha logrado cambiar la vida de muchos jóvenes, niños y adultos que se han acercado a ella, de la forma en que de niña hubiera deseado que alguien aligerara la carga de su familia.
Magda Sarmiento es una juarense aguerrida y comprometida con esta frontera. Si usted o alguien que conozca requieren apoyo, busque a Uapso en sus redes sociales, seguramente encontrará una mano que le permita seguir adelante.

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