Sequía extrema y alto consumo de agua amenazan a Chihuahua
Foto: Cortesía

Es probable que los primeros seres unicelulares se formaran en un medio acuático. En el agua surgió la vida. Cada ser viviente requiere del agua para poder existir. Es un círculo virtuoso que contiene en sí mismo toda la existencia.

Mientras algunas regiones del mundo sobreviven a las inundaciones, otras, como el desierto, subsisten apenas con un mínimo de lluvia al año. Lluvia que, en ocasiones es tan escasa como lo que ocurre durante la sequía, que resulta casi imposible la supervivencia.

El 2020 ha sido calificado por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) como un año atípico y extremadamente seco para entidades del norte de México, como es el caso de Chihuahua.
La sequía es definida como un “déficit de humedad lo suficientemente malo como para tener efectos sociales, ambientales o económicos”.

El Monitor de la Sequía, un instrumento de medición del comportamiento de las condiciones pluviales, mantiene en observación entidades como Coahuila, Sonora, Chihuahua y Sinaloa, ya que este año presentan condiciones calificadas como de sequía severa y anormalmente seco.

Sin embargo, solo el estado de Chihuahua, de las entidades al norte del país, presenta condiciones de sequía extrema y muy cercanas a lo que llaman una sequía excepcional que significan, de acuerdo con The National Drought Mitigation Center, pérdidas extendidas de cultivos y pastizales, así como de escasez de agua en fuentes, corrientes, embalses o pozos que lleva a emergencias de agua.

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Las condiciones de severidad por la falta de lluvias en el estado de Chihuahua resultan realmente peligrosas. La zona ubicada al noreste del estado en los municipios de Ojinaga, Manuel Benavides y Coyame es una de las regiones con mayor riesgo, no solo por la pérdida extendida de pastizales, sino porque ante una sequía prolongada, comienza a caerse en un déficit de agua y de sequía meteorológica e hidrológica; lo que significa que la disminución en la disponibilidad de agua superficiales y subterránea en un corto o mediano plazo, respecto a los valores medios, puede impedir cubrir las demandas de agua al 100 por ciento entre la población.

A comparación de Tabasco, entidad donde en promedio llueve hasta 2 mil 334 mm al año, según el registro del año anterior de la Semarnat, en Chihuahua se registra un promedio de 437 mm anuales.

El 2020 no ha presentado las condiciones de normalidad típicas de un desierto, donde los habitantes hemos aprendido a cuidar del preciado líquido y resguardarlo para solventar los ciclos agrícolas para hacer frente a las demandas de producción principalmente de hortalizas y de forraje para la alimentación del ganado, no solo de Chihuahua, sino de otras entidades como Coahuila, importante región productora de leche, cuyos productos se consumen en todo el territorio nacional.

Es evidente que cada región representa características y demanda de consumo distintas. En zonas áridas el agua subterránea es la principal fuente de agua potable y cerca del 80 por ciento es utilizada para riego agrícola.

La investigadora Mélida Gutiérrez señala en el libro colectivo Agua Asolada, que “un aprendizaje que debe socializarse en Chihuahua, es que no hay recurso natural más valioso que el que no se tiene. Por eso, una de las tareas inaplazables en el estado es preservar y mantener los sistemas hídricos, asegurando un uso sustentable del agua”.

Las advertencias sobre el cuidado ambiental y llamados de los ecologistas a preservar los recursos naturales no renovables, nuestros hábitos de consumo, especialmente en las zonas urbanas, nos han situado cada vez más en condiciones de vulnerabilidad frente al abastecimiento de agua potable.

En ciudades como Chihuahua y Parral, el agua es escasa. Los habitantes nos hemos visto forzados a acostumbrarnos a los “tandeos” cotidianos que nos obligan a acomodar nuestros horarios y organización de vida, a la dotación de agua que diariamente recibimos, muchas veces con poca presión y con mayores dificultades en temporada de calor.

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En el mejor de los casos, las familias que habitan zonas acondicionadas con todos los servicios básicos, solo deben tener disciplina en su consumo y encontrar la forma de almacenar el agua suficiente en aljibes o tinacos para evitar complicaciones en su vida doméstica.

Pero no todos los hogares tienen acceso al agua potable, ni al suministro diario del vital líquido hasta sus casas.

En la ciudad de Chihuahua, colonias irregulares como algunas ubicadas en la falda del emblemático Cerro Grande, presentan serias dificultades para recibir agua entubada.

A través de pipas, los habitantes de esas colonias reciben una dotación semanal de agua que deben conservar en depósitos de plástico, cuyo diseño dificulta muchas veces una ubicación dentro de casa.
Muchos de estos depósitos, es frecuente verlos afuera de las pequeñas casas, en condiciones precarias para resolver las necesidades básicas.

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De acuerdo con las investigaciones de los doctores: Ignacio Alfonso Reyes Cortés, Angélica Oviedo García y Miguel Franco Rubio, a mediados de los noventas se registró uno de los períodos de sequía más extremos, que se prolongó por más de 8 años, lo que provocó que en muchas regiones del estado de Chihuahua se tomaron medidas reductivas drásticas en el consumo para pasar de unos 500 litros por habitante al día hasta menos de 300 litros.

Los investigadores aseguran que “no fue la cultura del ahorro lo que originó esta reducción, sino la falta de líquido que, en el mejor de los casos, era suministrado solo seis horas al día”.

Lamentablemente esas condiciones fueron modificadas con el paso de los años y en la actualidad, el suministro de agua diaria en muchos sectores, es de apenas dos horas diarias.

Recientemente en la región centro-sur del estado, los usuarios de los distritos de riego protagonizaron un enfrentamiento con las autoridades del gobierno federal por la extracción del agua de las presas El Granero, Las Vírgenes y La Boquilla, para el cumplimiento del pago del Tratado Internacional de Aguas vigente desde 1944.

A principios de los noventas el sistema de riego en Delicias “empleaba mil 471 millones de metros cúbicos, mientras que después de 2003 y hasta 2006 apenas 518 millones” detalla Luis Aboites Aguilar, investigador de la Cuenca del Conchos, quien advierte que “hay datos que llevan a pensar que esa reducción no es exclusiva de Delicias, sino que forma parte de una especie de empequeñecimiento de las aguas mexicanas”. Esta situación, obedece, explica Aboites, a que desde hace décadas dejó de invertirse en obras de riego agrícola, “la actividad que más agua consume”, concluye.

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En el documento “Problemáticas del agua y medidas sustentables en dos estados desérticos de México, caso Chihuahua”, publicado por el Instituto Tecnológico de Sonora (Itson) y el Colegio de Chihuahua, se explica que “entre estos dos estados se encuentra el 23% de los acuíferos sobreexplotados de México, lo que confirma que la disponibilidad y demanda de agua es uno de sus grandes problemas”.

El documento señala además que la cuenca del Río Conchos en Chihuahua es considerada con una vulnerabilidad muy alta. Ya que, en entre otras situaciones, “el municipio de Delicias, representa el 43.3% de la extracción del acuífero, mientras que, del total del municipio, las destinadas para uso agrícola son el 72.6%”.

Pero no solo la región Centro Sur de la entidad presenta problemas de abastecimiento del agua, el acuífero de Cuauhtémoc está clasificado por Conagua como “sobreexplotado” pues “presenta un volumen de extracción de 497.9 hm3 y una recarga del orden de 299.4 hm3”, es decir, consume el doble de lo que se recupera. Se asegura además que “de la extracción del acuífero, el 63.5% es para el municipio de Cuauhtémoc, del cual el mayor volumen es para uso agrícola, aproximadamente el 79.14% de los 316.17 hm3 del volumen subterráneo”.

En estas condiciones de consumo, el acuífero presenta serias complicaciones para su disponibilidad, pues “las actividades agrícolas son las que más repercuten en su consumo y que han llevado a la sobreexplotación de éste”, señala el documento citado.

Muchas son las reflexiones sobre el consumo y la disponibilidad del agua en el estado de Chihuahua. Sin embargo, las más importantes, son aquellas que nos lleven a considerar que nuestra relación con el recurso natural más vulnerable y a la vez indispensable para la existencia, quizá no esté siendo, desde hace tiempo la más armoniosa, ni tampoco la más respetuosa.

El pronóstico de lluvias para los próximos meses del 2020 no es muy alentador. Es probable que las condiciones actuales delicadas para la supervivencia en este sediento desierto se compliquen aún más. “No se aprecia el valor del agua hasta que se seca el pozo”.

La regulación es parte de la protección

Colaboración
Víctor M. Ortiz Franco
Fundación para la Conservación de la Cuenca del Conchos

Tenemos una lucha permanente por el agua en su modalidad de diferentes usos. El agua en nuestro estado de Chihuahua es escasa, porque la mayoría del territorio está en el desierto. Sabemos que el uso público humano está por encima de los demás, pero también sabemos que los distritos de riego en nuestra región utilizan hasta el 90 por ciento, contra una eficiencia del 38 por ciento en promedio.

El agua para uso doméstico representa el 11 por ciento del consumo total de este limitado recurso. El otro 19 por ciento se emplea en la industria y en la generación de energía (según la fuente que se consulte). La mayor parte de este preciado líquido, alrededor de un 70 por ciento es consumido por la agricultura (incluye silvicultura, ganadería, piscicultura, etc.) y, en algunos lugares, dicho porcentaje alcanza hasta el 90 por ciento, como en Chihuahua. En estos casos la mitad del agua utilizada para la agricultura se evapora.

La sobrepoblación

La creciente escasez de agua es hoy uno de los desafíos principales para el desarrollo sustentable, y ese problema aumentará a medida que la población mundial siga creciendo y se intensifique el cambio climático.

El crecimiento constante de la población obliga a producir más comida, mientras las señales de alerta del planeta piden reducir el impacto medioambiental de la producción de alimentos. Ese impacto se traduce, entre otras cosas, en la contaminación de los recursos hídricos.

A la necesidad de producir más se ha respondido con un aumento de la irrigación, además se ha intensificado el uso de los suelos, y la aplicación de pesticidas y fertilizantes se ha disparado, casi 10 veces superior a 1960, esto ha provocado que las aguas de los ríos cercanos a las zonas de cultivo estén contaminadas.

Frente al desafío de la escasez de agua, la comunidad internacional incluyó un objetivo específico de desarrollo sostenible para el agua dentro de la Agenda 2030 aprobada por las Naciones Unidas en 2015. Sin una mejora clara en la gestión del agua será imposible alcanzar los objetivos trazados por la comunidad internacional. sic

¿Habrá agua suficiente para producir alimentos para todos?

Según las proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) los recursos existen, pero si nuestra gestión del agua sigue siendo la misma que en 2018, habrá graves crisis de escasez de agua en muchos lugares del mundo. Seguir haciendo lo de siempre no es una opción viable. Para poder garantizar la seguridad alimentaria del planeta es necesario hacer grandes cambios en la forma en la que se regula y usa el agua en la agricultura, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad que utilizamos.

Se prevé que globalmente la producción de alimentos a partir del riego crezca en más del 50 por ciento para 2050, pero la cantidad de agua utilizada por el sector agrícola puede aumentar solo un 10 por ciento, siempre y cuando seamos capaces de utilizar el agua de forma sustentable y no como hasta ahora.

Por otra parte, sería bueno recordar que se discutió y aprobó el Plan Estatal Hídrico en el que intervenimos todos los sectores de la sociedad durante los dos primeros años de la administración estatal, celebrada en diferentes foros de consulta popular desde Juárez hasta Guachochi y de Ojinaga a Casas Grandes.

En el documento rector Plan Estatal Hídrico 2040 se establecieron criterios como: garantizar la seguridad hídrica del estado, incentivar el uso racional del agua en la agricultura, fortalecer a los organismos operadores, incentivar la gobernabilidad y gobernanza en el sector del agua, reducir el riesgo de la población ante fenómenos meteorológicos, promover la educación; investigación e innovación en temas hídricos.

El documento especifica planes de manejo y actualización geo-hidrológica de los acuíferos prioritarios para asegurar el suministro de agua potable a la población en cantidad y calidad.

Como podemos ver, tenemos tarea pendiente que resolver entre todos, como el mencionado en el documento de la FAO y el que se refiere al Plan Estatal Hídrico, así como la disminución de la huella hídrica.

Una mención aparte, se refiere a las áreas protegidas que cumplen un papel fundamental en la provisión de servicios ambientales o sea, bienes y servicios ecosistémicos a las actividades productivos y a la propia humanidad.

En el estado de Chihuahua destacan algunas áreas con decreto de protección, como: Basaseachi, Majalca, Tutuaca, Campo Verde, Papigochi, Cañón de Santa Elena, Mapimí, Samalayuca y Janos, donde se están repoblando las manadas de búfalos y los perritos de la pradera; otras categorías como laguna de Babícora, Cerro del Mohinora, Laguna de la Juanota y en la Cuenca del Conchos los humedales del Vado de Meoqui y los Manantiales Geotermales de Julimes.

Existen decretos de protección forestal de 1934 y 36 de los alrededores de la ciudad de Chihuahua, el Bosque de Aldama y los distritos de riego, soportados por un acuerdo de 2002 para la recategorización de estos sitios, observándose poca intención en la ejecución de esos decretos que, de llevarse a cabo, ayudarían mucho a la conservación de los ecosistemas y a la cosecha de agua.

También convendría aprovechar las disposiciones de la ley local de protección al ambiente con ese mismo propósito para la conservación de estos espacios naturales, que cada vez más se degradan y se erosionan, provocando la fragmentación ecosistémica de la región.

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