Da refugio y esperanza a migrantes
Foto: Carlos Soria

Un encargo que se aceptó con ciertos temores, se convirtió en un modo de vida, en un ejemplo de ayuda al prójimo y de fe, señala el pastor Juan Fierro García, quien desde hace un año y siete meses ha recibido a mil 700 migrantes en el albergue El Buen Samaritano.

En el otoño de 2017 recibió la notificación por parte de la Iglesia Metodista de México, que se haría cargo del templo El Buen Pastor, en el que había un pequeño albergue que estaba cerrado desde hacía tres años y apenas tenía capacidad para 30 personas.

El sitio solo contaba con un espacio amplio para las camas, un solo baño y solamente se daba refugio a hombres, es decir, no aceptaban a mujeres, niños, ni mucho menos familias completas. Pero, el verdadero reto estaba por llegar, porque tan sólo un año después, el 28 de octubre de 2018 entró a México la primera caravana de migrantes centroamericanos que se dirigían a la frontera norte con Estados Unidos.

En noviembre de ese año se calculaban en Juárez alrededor de 11 mil extranjeros, cuya cifra se incrementó en cuestión de semanas hasta el doble.

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“Seguiré en esto hasta que el señor me llame o me ponga otra misión, él es el que manda"

“Cuando recién hicimos la apertura de este albergue, el 24 de septiembre de 2017, únicamente teníamos espacio para 30 camas y podíamos tener hasta 40 personas máximo. Y, ahora sí que las circunstancias nos rebasaron”, dice.
“Con el tiempo, las caravanas empezaron a llegar al país y en po- cos días aquí ya teníamos primero 30 personas y dijimos, los acomodamos como se pueda, pero al siguiente día llegaron otras 40, luego 60 en un mismo día. Ahí sí que hicimos milagros para dar refugio a todos”, recuerda el pastor.

Con 60 años de edad, padre de cuatro hijas y abuelo de 10 nietos, pensó que tenía el tiempo para dedicarse a su labor como pastor y director del albergue, aunque también debía darle tiempo a su familia, lo cual, no ocurrió.

“Casi de inmediato este lugar se nos llenó, de poder recibir máximo 40, en poquitos días ya teníamos 260 personas. Desde entonces, hace casi dos años, hemos dado refugio a migrantes de 22 nacionalidades, de continentes como África, Europa, Asia y países de Centroamérica”, narra el pastor, quien hace una pausa en la plática para suspirar mientras llegan a su mente los recuerdos.

"Tuvimos gente se Irak, Turquía, El Senegal, Sudáfrica y de varios países de América", apuntó.

¿Y su familia lo apoya, su esposa está de acuerdo, a pesar de que esta labor lo consume?

—Fíjese que sí, ella está conmigo, al principio yo iba a la casa casi nada más a dormir, hasta que hablé con ella y decidió venir conmigo, también ella sirve a Dios en este refugio.

¿Sólo usted y su esposa atienden el albergue?

—Hace más de un año que dos hermanos, un matrimonio que no tiene niños chiquitos, nos están apoyando, ahora vivimos aquí y entre todos atendemos a nuestros hermanos refugiados, comenta sonriente el pastor Juan Fierro.

¿En algún momento el cansancio le ha hecho pensar en renunciar a este trabajo y dejar la dirección del refugio?

—Cansancio sí lo he sentido, pero esto es algo que disfruto, me gusta ayudar a las personas y me gusta servir a Dios.
Tengo muy presente esos dos mandamientos: Amarás a tu Dios por sobre todas las cosas, con toda tu mente y con todo tu corazón y amarás a tu prójimo como a ti mismo, partiendo de ahí, yo sé que aquí me tiene el señor y él es quien nos ayuda y nos pone todos los medios.
El trabajo no ha sido fácil, en algunos momentos ha escaseado el alimento, ropa y demás insumos indispensables para las personas, no obstante, la ayuda llega de varios lugares.

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Fierro García, detalla que actualmente reciben el apoyo del gobierno, tanto estatal como federal, pero igual ocurre con organismos civiles de ambos lados de la frontera.

"El mismo Obispo Católico de El Paso donó 5 mil dólares a nombre de la Diócesis, y todavía nos apoya. Lo mismo la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y varios organismos gracias a Dios", resalta.

En estos 19 meses de asistencia y de brindar refugio a cerca de 2 mil personas de casi todos los rincones del mundo, el religioso recuerda dos casos en particular que lo marcaron.

"Recuerdo muy bien un joven de 17 años que tenía cierto retraso porque su mentalidad era la de un niño de 7 años. Entonces, era muy acomedido, siempre andaba ayudándonos, pero sí me pregunté, qué irá a pasar con él, porque venía solo. No tenía familia en El Salvador, su país, y su mamá ya estaba en Los Ángeles, en Estados Unidos”, cuenta.

“Lo que se me ocurrió fue contactar a una organización internacional de ayuda a menores migrantes y sí, ellos vinieron hasta acá, ayudaron al joven. Ellos lo asistieron ante las autoridades de Migración, contactaron a la mamá. A los pocos días se lo llevaron y los de la organización lo acompañaron en el avión, hasta reunirlo con ella. Aún no logran el asilo, están en pleno proceso, pero al menos están reunidos", relata.

Surgió otro caso de una mujer originaria de África, quien perdió la vida a los pocos días de estar en resguardo en El Buen Samaritano.

"Era una mujer joven, duró algunos días muy bien, de repente se empezó a sentir mal. La llevamos al Hospital General, la dieron de alta y regresó al albergue, pero de nuevo recayó y tras algunos días sin poder levantarse falleció”, relata.
“A todos los que trabajamos aquí nos marcó, porque además es el único caso en que un refugiado se nos muere y ojalá que no ocurra otra vez, es una situación muy triste", lamenta.

Actualmente con las restricciones generadas por el coronavirus, los migrantes están en total resguardado, ni siquiera salen a trabajar por su seguridad.

“Tengo muy presente esos dos mandamientos: amarás a tu Dios por sobre todas las cosas y amarás a tu prójimo como a ti mismo”

Las autoridades limitaron el cupo en los albergues a 75 personas para evitar contagios y por ese motivo en El Buen Samaritano no está aceptando a más. Extremaron las medidas de cuidado, tampoco aceptan visitas.

Además los jueces de Migración de Estados Unidos mantienen suspendidas las audiencias para los solicitantes de asilo y en general todos los servicios a consecuencia del Covid-19.

Mientras tanto en el albergue El Buen Samaritano, los migrantes empiezan a mostrar desesperación, están confinados, no pueden salir, cuentan únicamente con el dinero que les envían sus parientes, no a todos, y los invade la desesperanza al saber que el gobierno americano inició con la deportación de migrantes solicitantes de refugio.

"Las cosas cada vez se ponen más difíciles, el panorama para todos ellos es muy complicado, es muy reducido el número de quienes obtienen el refugio en Estados Unidos, la gran mayoría han sido deportados a sus países de origen”, dice preocupado el pastor.

“Me da gusto cuando varios nos llaman para decirnos que ya lograron el asilo, que incluso ya están trabajando allá. Tenemos la anécdota de que a mi esposa y a mí nos dicen papá o mamá. Ellos nos ven como sus papás adoptivos y nosotros como nuestros hijos, porque de esa manera aprendimos a quererlos, como si fueran nuestros hijos”, destaca.

“Seguiré en esto hasta que el señor me llame o me ponga otra misión, él es el que manda", asegura.

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El albergue se ubica en la calle Isla Esmeralda, número 2012 en la colonia Luis Echeverría Álvarez, al norponiente de la ciudad.
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