La noche del pasado 19 de diciembre, Gabriel Boric (35 años), ahora presidente de Chile, pronunció un discurso que se propone como una nueva manera de articular el mensaje de la izquierda democrática en la región.

Con su intervención se deslinda de manera clara, diría incluso radical, del discurso antidemocrático y polarizador de la supuesta izquierda populista y autoritaria hoy presente en América Latina.

Boric, que en marzo se convertirá en el presidente más joven de la historia de Chile, inició su carrera política en la calle durante las protestas estudiantiles de 2011. Está lejos, como toda su generación, de los políticos tradicionales de la izquierda chilena y latinoamericana. Es representante de una nueva izquierda forjada en la calle con demandas muy puntuales.

El nuevo presidente chileno es, sin duda, original, pero no es un caso único. Hay otras mujeres y hombres de su generación que han seguido un camino semejante. Como luchadores sociales de izquierda se han construido a sí mismos en el fragor de las batallas por ampliar los espacios de la vida democrática en su país.

Para esta generación de políticos, la instauración y vigencia de la democracia sí es un tema fundamental. No lo ha sido para políticos de izquierda de generaciones anteriores que todavía están en el poder.

En su agenda están los temas centrales de la modernidad, como la igualdad sustantiva de mujeres y hombres, la inclusión social, los derechos humanos, los derechos de las minorías y la protección del medio ambiente.

Dan enorme importancia a la educación, la ciencia, la cultura, el arte y las nuevas tecnologías, que manejan como algo que les es propio. Se asumen como ciudadanos del mundo y hablan otra lengua además de la materna.

Privilegian el trabajo colectivo y se saben parte de una comunidad. No se asumen como líderes únicos, y menos como caudillos a la vieja manera de los dirigentes de la izquierda latinoamericana.

Ahora esta generación es la que ha asumido la conducción de Chile, como antes lo han hecho otros jóvenes en Islandia y Finlandia, para poner dos ejemplos.

El discurso de Boric, que lo es también de su generación, pone por delante democracia a la izquierda: esta sólo puede ser democrática o no lo es.

Si se compara el discurso de la nueva izquierda latinoamericana con lo que Andrés Manuel López Obrador dice todos los días en su comparecencia mañanera, se aprecia con más claridad lo que realmente es: un político fuera de época, un conservador, en algunos temas francamente reaccionario y, sobre todo, alguien que atenta todos los días contra la democracia y las libertades.

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