La iniciativa de reforma eléctrica, que el presidente López Obrador envió días atrás a la Cámara de Diputados tiene sentido por sí misma, pero va mucho más allá.

No se plantea como una propuesta técnica que se puede discutir, no lo es, sino como un manifiesto de que el pasado que representó el PRI, décadas atrás, y con el que se identifica el presidente, debe volver.

Para él, también para muchos de los suyos, incluso aquellos que promovieron la reforma eléctrica años atrás, la solución a los problemas de México es el nacionalismo a ultranza, el estatismo y la centralización del poder en la persona del presidente.

Es volver a los gloriosos años del PRI, partido en el que López Obrador militó y fue dirigente en Tabasco. Él idealiza, reinventa, el partido donde se formó siendo todavía muy joven. El PRI virtuoso de Lázaro Cárdenas y ahora también de Adolfo López Mateos debe volver.

El del presidente no es el proyecto de la izquierda socialista y tampoco de la social democracia europea o latinoamericana, es el regreso al antiguo PRI. Al PRI del nacionalismo revolucionario, que respondió a una época del desarrollo del país.

Paradigma que por no cambiar estancó al país, a semejanza, guardando todas las diferencias, con lo que ocurrió en los países del socialismo real. La propuesta de reforma eléctrica del presidente es un manifiesto que aboga por la restauración del pasado con todos sus vicios autoritarios.

En el gobierno, que no en el Estado, se concentra todo el poder. Desde aquí se controla a todos los actores sociales que se someten al titular del Ejecutivo. En ese proyecto de restauración, más allá de la reforma eléctrica, sueña el presidente.

Se identifica con López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo. Insulta y agrede a los presidentes reformadores que se propusieron, con todos sus errores y deficiencias, modernizar al país y dejar atrás el pasado que tenía a México estancado, por su absurdo y anquilosado estatismo nacionalista.

El manifiesto nacionalista-estatista del presidente, que es su propuesta de reforma eléctrica, deja ver su concepción del Estado, que identifica con gobierno, para él la empresa y la sociedad civil, actores también del Estado, nada tienen que ver en la construcción de lo público. Sigue en la lógica de la gobernabilidad y no dé lugar a la gobernanza.

Sueña con la concentración del poder que gozaban los presidentes priistas de antaño, a los que admira y con los que se identifica. Añora tener el poder absolutamente discrecional del que ellos gozaron. Siempre con el pretexto de que eso era lo que convenía a los pobres y al país.

El modelo del PRI que pretende restaurar el presidente, ahora desde Morena, el nuevo PRI, es el que se quebró en la matanza de 1968. Es el de la guerra sucia, es el de la violación sistemática de los derechos humanos, es el del autoritarismo, es el de las empresas quebradas y siempre subsidiadas, es el que estancó al país, es el del país de un solo hombre.

Espero que la reforma eléctrica tal cual está no se discuta. Es caer en el juego del presidente. Es entrar en la lógica de la restauración del pasado. Los supuestos que la sostienen son falsos. Las mentiras no se discuten. En la actual ley eléctrica seguramente hay cosas que cambiar. La ley siempre es perfectible.

De ser el caso la oposición, después de un gran debate nacional, con los mejores técnicos nacionales e internacionales, debería hacer una propuesta que ponga al consumidor en el centro, no al poder presidencial, que impulse el uso de las energías limpias y la conservación del medio ambiente, que garantice la producción futura a bajos costos y que ordene a los actores que participan en la generación.

El manifiesto conservador, por la restauración del pasado, que envió el presidente a los diputados no debe ser discutido, bajo el pretexto de la reforma eléctrica, en todo caso debe enfrentarse ese paradigma político de manera abierta y señalar, de cara a los resultados del pasado, sus límites y su fracaso político, económico y social. Hoy día seguimos pagando el desastre de la gestión de Echeverría y López Portillo. López Obrador se les parece.

@RubenAguilar

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