A mediados de mayo en San Salvador me reuní con políticos de izquierda, líderes sociales, académicos, periodistas, sacerdotes y amigos muy queridos que conocí en los años de la guerra (1980-1992).

Entre ellos hay consenso de que el presidente Nayib Bukele (41) irá por la reelección en la contienda electoral de febrero de 2024, y piensan que la va a ganar, para ser presidente una vez más en los próximos cinco años.

La Constitución de El Salvador prohíbe la reelección consecutiva, pero Bukele logró que la Sala de lo Constitucional de la Suprema Corte de Justicia hiciera una interpretación, que le permite ser candidato.

Algo semejante a lo que hizo la Sala de lo Constitucional en Nicaragua, para que se reeligiera por primera vez Daniel Ortega y Juan Hernández en Honduras.

El actual presidente puede ganar, en esto también hay consenso, porque desde que comenzó su mandato tiene una valoración positiva que ronda entre el 90 y el 95 por ciento.

En los ya cuatro años de su gobierno no ha decaído, lo que lo convierte en el mandatario mejor evaluado del mundo. La gran mayoría de la sociedad salvadoreña simpatiza con él.

La explicación de esa simpatía, también en eso hay consenso, es que ha logrado abatir el número de los homicidios y se ha puesto fin a la extorsión del crimen organizado en manos de las maras.

En 2023, la tasa de homicidios es de ocho por 100 000 habitantes que se ubica ya entre las más bajas de América Latina. Cuando asumió la presidencia era de 45 homicidios por 100 000 habitantes.

Solo para comparar en los cuatro primeros años de López Obrador la tasa de homicidios se ha mantenido en 28 homicidios por 100 mil habitantes.

Es una realidad que los comerciantes de los barrios y mercados ya no están pagando extorsión y que las personas en las colonias y barrios populares pueden salir en la noche sin miedo a ser asaltados o asesinados.

También hay consenso, al señalar que la estrategia seguida por Bukele violenta los derechos humanos y que el Estado de excepción que ha decretado violenta las garantías individuales.

Eso, con todo, no pasa a ser un tema que importe a la gran mayoría de la población, que ante la evidente reducción de los asesinatos y la violencia aplaude a su presidente.

En el horizonte, también en eso hay consenso, no se ve una fuerza de izquierda o de derecha que en el futuro próximo pueda disputar la presidencia de la República.

Para construir una fuerza alternativa poderosa habrán de pasar años y ya no va a surgir de los partidos históricos de la izquierda, el FMLN, o de la derecha, ARENA. Tendrán que ser nuevas agrupaciones.

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