El presidente López Obrador al asumir su cargo de manera obsesiva y enfermiza empezó a destruir proyectos e instituciones de la República que habían tardado décadas en construirse.

En los primeros años de su gobierno, el eje articulador de su política pública ha sido la destrucción de todo lo que existía de lo que él, sin plena razón y fundamento, llama el neoliberalismo conservador.

Lo empezó a hacer y lo sigue haciendo con la energía y el coraje de alguien que como parte de su proyecto se ha propuesto, de manera ingenua y soberbia, borrar el pasado.

El mundo y México inician cuando él llegó a la Presidencia. Es el año cero. Con él inicia la nueva historia del país. No deben quedar huellas y vestigios del pasado. Todo debe ser transformado.

En su furia destructiva, animado por los demonios, lo primero que hizo fue suspender, de manera irracional y contra todo sentido común, el aeropuerto de la Ciudad de México.

La obra diseñada por el inglés Norman Foster, el más importante arquitecto en el mundo constructor de aeropuertos, llevaba ya 30 por ciento de avance.

Suspender esa obra, por un capricho infantil, ha costado a los mexicanos 300 mil millones de pesos con los cuales se pudieron construir cientos de escuelas y hospitales. Es el capricho más costoso en la historia de México.

Después vino un golpe demoledor contra las madres trabajadoras al dejar de financiar cientos de guarderías infantiles y también a las mujeres amenazadas y golpeadas al dejar de aportar recursos, para el sostenimiento de albergues de acogida.

Su furor destructivo no tiene límite y abolió la reforma educativa, para restituir, a cambio del voto y el alineamiento de los sindicatos magisteriales, sus prebendas y privilegios.

La acción implica un retroceso histórico, una baja en la calidad de los niveles educativos y es una traición a los estudiantes, porque atenta contra su futuro.

Ha abandonado la política de fomento a las energías limpias y ha regresado a privilegiar las sucias y no renovables con el uso del carbón y la quema de combustóleo altamente contaminante.

Construye una refinería, que es ya obsoleta, en lugar de financiar alternativas de energía solar, eólica y marítima. Las cuales ha suspendido. Contra la protesta de los pueblos indígenas destruye sin pudor las selvas del sureste, para construir su Tren Maya.

Ha destruido también órganos autónomos del Estado que actúan como contrapeso del Poder Ejecutivo. Y ahora se ha propuesto, mediante un ataque sistemático, terminar con el INE institución fundamental de la imperfecta democracia mexicana.

Espero que no logre su propósito y regresemos a los tiempos del PRI, con el que se identifica el presidente, cuando desde la Secretaria de Gobernación se organizaban las elecciones. Ella y no los votos decía quien ganaba y perdía.

Quedan tres años y medio de gobierno donde el presidente hace todo lo que puede por destruir los avances de la imperfecta democracia mexicana y trabaja con tesón, para restaurar el viejo régimen político a la cabeza de un presidente autoritario. ¿Lo logrará? ¿Cuál es el futuro de país?

@RubenAguilar

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