Al problema objetivo de la pandemia COVID-19 se añade la equívoca y contradictoria política de comunicación del gobierno, para enfrentar la crisis. De entrada, ubico siete grandes errores:

1. Dos conferencias, para hablar del mismo tema. La de las 19.00 y la mañanera del presidente. El vocero oficial del tema, el subsecretario de salud, encabeza la de la tarde, pero también está presente, con frecuencia, en la de la mañana. En la primera actúa como técnico y en la segunda como político. El mismo se contradice y sabotea. Y el presidente siempre mal informa sobre el tema y sabotea la comunicación oficial y sus orientaciones.

2. El esfuerzo constante del discurso del presidente y de los funcionarios del sector salud, por minimizar la gravedad del COVID-19 y de los efectos que pueda tener. Esto provoca entre los especialistas, los medios de comunicación y la sociedad, dudas y sospechas. La idea que comunica del gobierno no es la de tranquilidad sino de que algo esconde y transmite, lo quiera o no, la sensación de que las cosas son peores a lo que dice.

3. El mensaje vacío del presidente de que el país está preparado, para resolver el problema de salud y el económico. Frente a los datos objetivos, los discursos del presidente suenan demagógicos y de vulgar propaganda política que son ajenos a la realidad y a la visión que tienen los especialistas, los medios de comunicación y lo que la sociedad percibe.

4. Los mensajes tímidos y confusos de las autoridades, nunca una definición contundente, sobre la etapa en la que se está y lo que debe hacerse. Esta ambigüedad sistemática provoca desconfianza y desconcierto entre los especialistas, los medios de comunicación y lo que la sociedad percibe. Los gobiernos de los estados y la sociedad han decidido tomar medida por su cuenta al margen de lo que diga el gobierno.

5. La idea instalada en el imaginario público, no son buenos argumentos, de que los otros países en todo el mundo se toman medidas que las autoridades mexicanas se niegan a implementar. Entre otros temas está el número de pruebas, para detectar el COVID-19, el cierre de fronteras, la suspensión de vuelos y los cercos sanitarios. El gobierno no ha sabido contrarrestar esta visión.

6. La actitud del presidente quien con sus acciones y discursos sabotea las normas de sanidad que su propio gobierno ha establecido. Por la vía de los hechos dice que éstas valen, para los otros sectores de la vida nacional, pero no para él. Al parecer el mensaje mesiánico que quiere transmitir es que él está por encima de esta contingencia y es invulnerable.

7. Las recomendaciones del presidente. No invita a la población a cumplir con las normas de salud y ser especialmente cuidadoso sino en una posición obscurantista y contraria a la ciencia promueve se confíe en la magia y en el uso de amuletos protectores.

Las semanas pasan y no se ve que de parte del presidente y de los funcionarios exista una autocrítica a la manera como se comunican, para hacer las modificaciones correspondientes. Todo señala, piensan que su comunicación está bien y es exitosa, a pesar de sus resultados, y todos los días de manera reiterada cometen los mismos errores.

Por: Rubén Aguilar Valenzuela

Twitter: @RubenAguilar

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