El pasado diez de julio la iglesia católica reconoció como venerable al misionero jesuita Eusebio Francisco Kino (Segno, Italia, 1645-Magdalena, México, 1711). Con esta declaratoria se le reconoce como a una persona que vivió y practicó las virtudes cristianas de manera heroica.

Así, el papa Francisco instruye al prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos a promulgar el decreto de apertura del proceso de beatificación que podría terminar en la canonización de quien por más de veinte años trabajó con las comunidades de la Pimería Alta de Sonora y Arizona.

Kino ingresó a la Compañía de Jesús en 1665 y ya ordenado sacerdote, después de catorce años de estudios, en 1680 llega a la Nueva España. En 1687 está ya en la hoy Sonora. Durante 25 años expandió la frontera de las misiones desde su residencia en la misión de Dolores hasta los ríos Colorado y Gila. Funda 24. De 1687 a 1711 hizo más de cincuenta expediciones tierra adentro.

Desde los años de la preparatoria he sido un gran admirador de la figura y la obra del padre Kino. Por él me decidí hacerme jesuita. En estos años me he acercado al personaje y recorrido una buena parte de las misiones que funda. Pienso que su vida debe contemplarse a través de cuatro grandes facetas:

La del científico. Que conoce de las matemáticas, la astronomía, la geografía y la cartografía. A él se debe los primeros mapas de esa región de la Nueva España. Antes de viajar a éstas tuvo el ofrecimiento del duque de Baviera, para hacerse cargo de las cátedras de ciencias y matemáticas en la universidad alemana de Ingolstadt, donde había estudiado.

La del descubridor. Con sus recorridos extiende las fronteras de la Nueva España. Desde el extremo más norte, en el confín de la misma, avanza hacia el interior de tierras que no habían sido exploradas en el norte de Sonora y sur de Arizona. En sus múltiples viajes descubre una nueva geografía entonces desconocida, para el mundo. Es el primero en señalar que la Baja California no es una isla.

La del organizador. Es quien articula a las comunidades de la Pimería Alta dispersas en la zona donde misiona. Pronto, pese a las dificultades de la geografía, se convierten en centros de producción agrícola y ganadera muy rentables. Esas comunidades logran importantes excedentes que Kino canaliza a las misiones que los jesuitas, a la cabeza del padre Salvatierra, fundan en la Baja California.

La del hombre de fe. Que se forma en la espiritualidad que San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, propone en los Ejercicios Espirituales. Su misión, el centro de su vida, es predicar la buena nueva, el Evangelio, a los hombres y mujeres de la región donde decide asentarse y vivir hasta su muerte.

Por: Rubén Aguilar Valenzuela

Twitter: @RubenAguilar

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