En el lenguaje coloquial para describir a alguien que perdió el sentido de la realidad se dice que se piró. Con ello se hace referencia a una persona que se despegó del piso y vive en una realidad alterna.

La única manera de entender ciertas actitudes y declaraciones del presidente López Obrador es que se piró. Que ahora vive en un mundo imaginario creado por él, que no se relaciona con lo que es.

Y en la medida que pasan las semanas y los meses se abre el abismo entre lo que él piensa e imagina y lo que en realidad sucede. La relación se hace cada vez más lejana.

Los frentes de esta desconexión, de la pirazón, son muchos y se multiplican. Vive en la fantasía de la posesión de otros datos. Que nunca puede decir cuáles son y de dónde vienen.

Están solo en su mente. La usa una y otra vez, para negar la dimensión de la realidad. Vive en otro mundo. Flota como los personajes de los cuadros de Chagall.

Él y nadie más es el representante del pueblo y el único que sabe lo que éste quiere y necesita. Es su oráculo de Delfos. La gran sacerdotisa que en trance traduce el mensaje y los designios de los dioses.

Piensa y lo dice, con gran candor, que la corrupción se acabó desde el momento que asumió la presidencia. La realidad y la percepción ciudadana sostienen otra cosa.

El texto de la Constitución lo interpreta de una manera, que nadie en su sano juicio lo podría hacer. Se asume como el único que conoce el verdadero sentido de lo que ahí se plasma. Conoce el espíritu de los constituyentes.

En su pirazón se asume como el nuevo Juárez y Madero. Ahora habla poco del general Cárdenas. Es un elegido de los dioses, para ingresar, en vida, al panteón de los héroes patrios.

La transformación que se propone, a la que fue llamado por los espíritus, está a punto de consumarse. Esto a pesar de que en todos los indicadores el país está peor que cuando asumió el gobierno.

Para él no es así. Eso nunca. Reconocerlo sería tomar piso, bajarse de la nube en la que vive, y eso no lo quiere hacer. No lo puede hacer. Sería negarse así mismo. Es mejor vivir en la ilusión de otra dimensión.

El presidente se enoja y desespera y cada vez es más agresivo con las personas e instituciones que lo contradicen, que se atreven a decirle que la realidad es otra, no la que ha construido en su imaginación.

Eso lo frustra y lo hace más violento en sus actitudes, pero sobre todo en su discurso. Cada día que pasa se manifiesta más intolerante. No quiere que nadie le diga que el mundo en el que vive no existe.

Quien gobierna y toma las decisiones está pirado. Los que están cerca de él juegan su juego. Tienen miedo a contradecirlo, porque saben cuál sería su reacción. Lo que pasa con el presidente es muy grave y tiene consecuencia incalculables. ¿Qué hacer frente a esta dramática y dolorosa realidad?

@RubenAguilar

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