No tiene ni seis semanas que la Región Juárez, así determinada por la Secretaria de Salud del Estado, modificó el semáforo epidemiológico a amarillo, pero el viernes 9 de octubre se anunció el escenario no deseado: un inminente regreso al color naranja.

La Secretaría dividió a la entidad en dos regiones, la Región Juárez y la Región Chihuahua, esto por tratarse de zonas con disímiles contextos, en cuando a su población, ubicación geográfica y actividades económicas.

Tal parece que mientras caímos en la distracción de una vida social como años anteriores, bajamos la guardia y nos olvidamos por un momento que el virus continúa allí, entre nosotros, merodeando por nuestra comunidad, esparciéndose como plaga venenosa entre más y más gente.

En estas poco menos de seis semanas que duró el semáforo amarillo, los tianguis populares, los centros comerciales, los centros nocturnos y restaurantes, así como las reuniones familiares se hicieron presentes con gran afluencia de personas, contribuyendo así al estado actual en que nos encontramos. Nos faltó disciplina, nos faltó carácter como comunidad, pero bueno, el olvido colectivo es normal en sociedades como las nuestras.

Mas allá de todo esto, se vuelven a restringir el acceso a ciertos lugares, como lo son bares, antros, plazas comerciales gimnasios entre otros, lo que representa un duro golpe a la economía que venía en leve mejoría.

Son dos ámbitos los preocupantes en razón a la situación actual, el de salud y el económico. Cabe decir que durante la conferencia de prensa del secretario de Salud omitió dar declaración alguna sobre qué actividades económicas se verán afectadas, y que únicamente se reevaluarán y reforzarán las medidas sanitarias, de tal modo de no afectar de lleno a la economía, lo que deja entrever esta segunda preocupación por parte del Gobierno del Estado: sabe de antemano que un cierre más de actividades sería probablemente el tiro de gracia para una economía en las que nos encontramos.

Hay quien asume el papel de escéptico ante el virus que hoy nos atormenta como sociedad. Ya es difícil hallar a quien dude de su existencia, lo cierto es que el debate gira en torno a las medidas de cómo enfrentarlo. Unos abogan por medidas más restrictivas, otros medidas más moderadas; los más liberales optan por una inmunidad de rebaño; lo cierto es que hay que cuidarnos. En un país con 14 millones de diabéticos y el segundo lugar en obesidad, no es de extrañarse la gran cantidad de muertos, tan solo en nuestra ciudad se contabilizan más de 900 desde marzo pasado.

Si estás joven y te consideras en buen estado de salud, no lo hagas por ti, hazlo por nuestros ancianos, por nuestros padres y madres de familia, no podemos apropiarnos del mundo y pensar que no son necesarios.

En lo personal considero que las medidas de control sanitario deben enfocarse a ser más estrictas, sobre todo en las aglomeraciones sociales, pero eso no quiere decir que vayan en detrimento de la economía, ni mucho menos de los Derechos Humanos de cada uno de nosotros. Habrá que encontrar una síntesis, una amalgama que ayude a configurar una buena política de salud pública que logre contener la pandemia. Pienso que se puede, pero eso es tema de otra columna.

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