Al fin del segundo año de gobierno y principios del tercero, el presidente López Obrador, con 58 por ciento de aprobación, tiene un nivel semejante al que obtuvieron los cinco presidentes que lo antecedieron en el cargo.

El presidente Peña Nieto (41 por ciento); Calderón (61 por ciento); Fox (54 por ciento); Zedillo (57 por ciento) y Salinas (67 por ciento), según la serie de Consulta Mitofsky. Está por debajo de Salinas y Calderón y por arriba de Zedillo, Fox y Peña Nieto.

La valoración de López Obrador no es diferente a los presidentes que lo precedieron, aunque ciertos medios, analistas y periodistas, sin memoria histórica, ubican sus niveles de aprobación como algo único y excepcional. No lo es.

¿Dónde está la diferencia? Una notable y radical es la exposición mediática del actual presidente en relación a sus antecesores. De lunes a viernes habla dos horas en las comparecencias de la mañana.

Esto le permite estar en directo en diferentes espacios noticiosos y en las redes sociales. Eso también le ofrece la posibilidad de que los medios, a lo largo del día, hagan referencia a lo que dijo o no dijo.

A través de las mañaneras, que es un ejercicio de propaganda política, pero no una conferencia de prensa, logra establecer, en una gran medida, la agenda mediática de todos los días.

En la historia de México, tal vez del mundo, nunca un presidente había dedicado dos horas de su agenda diaria a la propaganda política y alcanzado el nivel de cobertura mediática que él tiene.

La permanencia diaria del presidente en los medios tiende a distorsionar la valoración que las distintas audiencias tienen de él. Estar todos los días en los medios y por periodos prolongados genera la idea de que tiene una gran aceptación.

El logro de una presencia abrumadora en los medios no se traduce en una valoración mayor a la que alcanzaron quienes lo precedieron sin tener los niveles de exposición mediática que él tiene.

Una segunda diferencia, que es objeto de análisis, es cómo un presidente con tan pocos resultados y con altos niveles de rechazo a la acción del gobierno logra obtener la aprobación con la que cuenta.

Si los anteriores presidentes hubieran tenido un nivel de desempeño como el de López Obrador seguramente hubieran sufrido una baja relevante en su aprobación, por no ofrecer buenos resultados. Hay evidencias de que así fue.

La valoración del actual presidente no pasa por lo que su gobierno haga o deje de hacer. Está relacionada directamente con su persona. Él ha construido una imagen de mesías salvador que es la que lo blinda de sus escasos o nulos resultados.

El mesías ha despertado esperanza entre amplios sectores de la población de que sus condiciones de vida van a cambiar. Solo tienen que tener fe en él. El presidente en sus discursos diarios se dedica a mantener viva esa esperanza. Ese es el propósito de sus comparecencias mañaneras.

@RubenAguilar

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