La función de una empresa es crear clientes. Peter Ferdinand Drucher, abogado austriaco.

Allá tras de la montaña, donde temprano se oculta el sol, quedó mi ranchito triste y abandonada ya mi labor; ahí me pasé los años, ahí encontré mi primer amor... y no le seguimos porque lloran, hijos de... mis frondosos pechos; pero ya volveremos dentro de unos días otra vez al campo y así será mientras "aiga sido como aiga sido", perdón, Don Cuauhtémoc, quiso decir: Mientras haya vida y salud; no confundirla con ¡salú! carnal.

Bueno dejando eso de ¡salú!, desde que estábamos "asinita", hemos tomado café, americano regular, de olla, descafeinado, cortao, express, con canela, con piloncillo, con leche, con yerba -a no, ese nunca lo hemos probado, ni lo volveremos a probar-, incluido el café capuchino y con aroma de café, nos inspiramos para esta colaboración que, seas cafetera (o) o no amable lectora (or), hay te vamos.

Aquí en Juaritos "bello", resulta que hay dos lugares, donde el majo, todos los días, acostumbra tomar la infusión a que hemos hecho alusión, pero desde hace más de 6 meses 6 y a cada rato, resulta que en esos lugares, la capuchinera no funciona y a los empresarios, encargados o gerentes de tales establecimientos, lo menos que les importa es el servicio al cliente o ganar clientes y por lo tanto se llevan cada mentada de madre, que no vean.

Desde luego las empleadas en ocasiones, son las que soportan las consecuencias y ellas de nada tienen la culpa, cuando sus herramientas o utensilios con los que laboran, están permanentemente descompuestos; los clientes que vamos a esos lugares, tenemos la culpa, porque ya sabemos que no hay café capuchino, porque la maldita capuchinera no jala, funciona o trabaja.

Una de esas empresas es de gran envergadura, solo que su propietario, es un hombre que vuela muy, pero muy alto, en el mundo de las finanzas nacionales e internacionales, por lo que ni por enterado se da, del mal servicio que presta Sanborn's (él es.. tú ya sabes quién, pero no el de Palacio) que su capuchinera, la mayor parte del año, no funciona y no tienen otra de repuesto, como si estuvieran muy jodidos, por lo que toda la culpa, insistimos, recae en el gerente o encargado de ese lugar, quien quizá por no quedar mal con sus jefes, reportando todo lo que se destartala por su uso constante, los clientes son los que pagamos tales deficiencias.

La otra empresa es pequeñita, nada que ver con el restaurante tecolotero, es la pastelería Julias, donde también se vende café americano y capuchino, pero la patrona (on), de este lugar, no canta mal las rancheras, pues en Rio Grande Mall, desde hace quien sabe cuentos meses, la maldita capuchinera tampoco funciona, pero como el dueño o dueña de esta pequeña cafetería, no ha de tener dinero para reponer nuevo el cacharro que tiene en su pastelería, podemos hacerle un buen préstamo en efectivo para que adquiera una nueva capuchinera; ¡ah! pero eso sí, con derecho, como pago de réditos, a tomar gratis, mientras Dios nos preste vida y salud, dos o tres cafecitos al día, alcabo, presumimos nosotros, ya no nos falta mucho para que el destino nos alcance. Vale.

Cuauhtémoc Monreal Rocha

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