Dice el refrán popular: “El que mucho se despide pocas ganas tiene de irse”. El presidente López Obrador tiene meses despidiéndose. Ya solo le quedan cuatro días de su gestión.
En sus discursos de despedida ha mencionado cuatro temas centrales: está satisfecho por lo que hizo; el país cambió; se retira de la política, para ir a vivir a su rancho; se va tranquilo porque deja una gran sucesora.
Hay, con todo, elementos que apuntan a que una vez que termine la presidencia, no dejará la política y se abre el espacio al maximato, para seguir gobernando a un lado o detrás de la presidenta Claudia Sheinbaum. Algunos de estos elementos son:
La afirmación en una de sus despedidas, en el marco de una de sus comparecencias mañaneras, que se retiraba a la vida privada, pero que cada vez que lo estimara necesario iba a hacer valer “su derecho a disentir”. En esa ocasión no dijo de quien, pero su anuncio sólo tenía una destinataria, la próxima presidenta.
Este dicho se convierte en una espada de Damocles sobre quién el primero de octubre asume la presidencia de la República. Le adelanta de manera abierta y clara que cada vez que tome una decisión con la que no esté de acuerdo saldrá a los medios a “disentir” y fijar su postura.
El presidente ha impuesto al que será el gabinete de la presidenta Sheinbaum a una serie de secretarios entre otros el de la Sedena, la Semar y la Secretaria de Economía, para mencionar algunos. Actores involucrados en esas instituciones lo han dicho.
Días atrás, el presidente, antes de irse al rancho La Chingada, en Chiapas, hizo pública, en una comparecencia mañanera, que “regaló” el Partido Morena, que funda en 2011, a su hijo Andrés López Beltrán.
En una mañanera informó que es el único heredero porque los otros hijos le dijeron que no estaban interesados en la política. Ahora el partido tiene como dueño a su hijo Andy, como se le conoce.
El pasado 22 de septiembre López Beltrán fue nombrado como el tercero a cargo del partido, secretario de Organización, pero nadie duda cuál es su verdadera función, la de ser su dueño legítimo tras haber sido heredado.
Luisa María Alcalde, desde niña muy cercana al presidente, a partir del pasado domingo, pasa a ser formalmente la dirigente del partido, pero ella sabe que es solo un título, porque la “empresa” tiene dueño y ella no tiene acciones en la misma.
Con esta decisión el presidente, le impide a Sheinbaum ejercer una de las más relevantes atribuciones metaconstitucionales, del régimen presidencial recién restaurado, que es nombrar a los dirigentes del partido.
Esta decisión de López Obrador es el acto más evidente de la instauración del maximato. Él tendrá el control del partido y por lo mismo de nombrar a los candidatos a gobernadores, senadores, diputados y presidentes municipales.
Los nombramientos serán a través de su hijo y no será, por lo mismo, como ya se dijo, una atribución de la presidenta. El maximato de su antecesor le ha negado esa posibilidad. ¿Pensó que su mentor le haría esa jugada? ¿Se va a someter?
Los actuales gobernadores, senadores y diputados de Morena, también los hay del PVEM y el PT, fueron puestos por López Obrador. Le deben fidelidad y siempre le han manifestado absoluta sumisión. ¿Ahora deben obediencia a la presidenta o a quien los puso?
Sheinbaum desde que empezó a ser parte del grupo de López Obrador siempre le ha sido absolutamente fiel y ha repetido mecánicamente lo que éste dice. Al día de hoy lo sigue haciendo. ¿Cómo lo ha hecho antes, ahora se va a someter a lo que le diga su mentor? ¿Asumirá sin más el maximato?
@RubenAguilar
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