Ciudad Juárez.- Don Gabriel pasa sus tardes acomodando carritos de supermercado y ayudando a los clientes a cargar el mandado hasta las cajuelas de sus vehículos. Es un trabajo que realiza por el simple gusto de sentirse útil, de trabajar y de pasar el tiempo, pues ya está jubilado. Su frente y sus manos muestran el sudor y las marcas del calor de 37 grados Celsius que parecen agobiarlo, por más fuerte que luzca su complexión.

Él, al igual que muchos otros juarenses, sale a trabajar todos los días bajo el sol, expuesto a un calor que muchas veces no ofrece sombra y que esconde las múltiples formas de violencia que las altas temperaturas ejercen sobre la desértica localidad en la que habitan.
Sin sombra
De acuerdo con el Plan Municipal de Desarrollo 2021-2024, publicado por el Instituto Municipal de Investigación y Planeación (IMIP), Juárez cuenta con un total de 10 millones 223 mil 937 metros cuadrados de áreas verdes, distribuidos principalmente en 2 mil 500 parques entre públicos y privados. Sus mayores pulmones son el Parque El Chamizal, con 13 mil árboles, y el Parque Central, con otros 3 mil ejemplares.
La sombra que estos proyectan es capaz de disminuir la temperatura en hasta 10 grados Celsius. No obstante, para quienes trabajan lejos de la vegetación, sus refugios suelen ser automóviles estacionados, botes de basura, paredes de edificios públicos o, simplemente, la visera de una gorra o sombrero:
“Sí… Sí pega el calor. Desde la una ya nos empieza a calar y aquí en el estacionamiento uno no tiene sombra. Buscamos los muebles (carros) más grandes para irnos tapando, pero desde las dos hasta como las seis no nos alcanza. Ya en la noche baja el sol. No se quita el calor, pero ya se va sintiendo menos”, dice don Gabriel.
Durante las primeras horas de cada mañana, a falta de árboles, basta mirar por las ventanas de cualquier automóvil para observar a quienes usan postes, letreros, mamparas, puertas y demás artefactos para cubrirse de las altas temperaturas mientras esperan el transporte público o comienzan su jornada laboral: “Y eso que es temprano”, dicen, mientras se llevan la mano a la frente.
Según los registros de las emisiones de rayos ultravioleta (UV), durante esta semana más reciente los niveles de radiación han llegado a catalogarse como “extremos”; es decir, pueden generar daños a largo plazo e irreversibles en órganos vitales como la piel, según la Agencia Ambiental de los Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés). El mismo organismo recomienda usar ropa de manga larga en estas condiciones e incluso sugiere no mirar reflejos en cristales ni en otras superficies brillantes, para evitar daños permanentes en la retina.

Si bien estas son consideradas condiciones de alto riesgo, la situación es aún más peligrosa para quienes habitan en las zonas alejadas de la mancha urbana, como los extremos norte y sur de la ciudad. Son ellos quienes terminan siendo víctimas de las condiciones naturales del municipio y su crecimiento exponencial.
Árboles solo en el centro
Quienes viven en los puntos más alejados del municipio, como el norponiente y el suroriente, padecen en mayor grado los efectos de las temperaturas elevadas, en lugares donde la vegetación de gran tamaño no existe, dejando sin sombra las orillas de la novena zona metropolitana más grande del país.
De acuerdo con la Dirección de Parques y Jardines del Gobierno Municipal, parte del problema se origina por la falta de agua en dichos sectores, fenómeno que hace virtualmente imposible el desarrollo de árboles, permitiendo solo el crecimiento de arbustos y helechos de poca estatura.

“Lo que sucede es que en Juárez, naturalmente, no se dan árboles. Los que han crecido, lo han hecho porque la misma ciudadanía los puede mantener. Mientras más se aleja la gente de la mancha urbana, hay menos árboles, porque es más difícil que llegue agua hasta allá y más complicado que la vegetación prospere y se desarrolle. Generalmente, solo se ven arbustos”, explica para Netnoticias.mx Daniel Zamarrón, director de Parques y Jardines.
En un recorrido realizado por Net Noticias por el poniente de Juárez, pudieron observarse sectores de la ciudad en los que ni siquiera los cerros que enmarcan al Camino Real son capaces de producir sombra alguna. Lo mismo ocurre con las viviendas ubicadas en asentamientos irregulares, sobre palmos de tierra cuyo único escudo contra el sol son paredes de concreto y techos de bloc o madera.

Resultan también muy evidentes los muchos tonos de café del paisaje semiurbano, mayormente claros, provocados por la falta de vegetación. Según expertos en materia ambiental, los altos registros en los termómetros propician desigualdades y violencias sistemáticas para quienes viven su día a día sin sombra.
“La realidad es que es una violencia sistemática, es una disparidad muy clara. Lo que sufre una estudiante que tiene que caminar bajo el sol, sola, tomar el transporte público para ir a su escuela todos los días, no lo sufren los estudiantes que van en carro con aire acondicionado. Y esos estudiantes, aparte del sol, batallan con las calles, con los camiones y con el crimen, porque los pueden asaltar o intentar secuestrar. Sí es una forma de violencia, y es una forma de violencia que vemos como algo natural”, señala Karla Ramírez, activista y ambientalista de la ciudad.
En esos mismos extremos del crecimiento de Juárez, el clima veraniego también alienta otros tipos de agresiones, mayormente físicas y dentro de los propios núcleos familiares.
Un detonante para la violencia intrafamiliar
De acuerdo con datos del Observatorio Ciudadano del Fideicomiso para la Competitividad y Seguridad Ciudadana (Ficosec), durante junio y julio del año pasado se registraron un total de mil 455 casos de violencia familiar, 413 incidentes más que los mil 042 sucedidos durante los meses de invierno, noviembre y diciembre.

En una ciudad que convive cotidianamente con la violencia armada y sus efectos, el clima del desierto resulta ser un detonante para las agresiones dentro de los hogares, según la psicología:
“El calor extremo no es una causa de fondo de la violencia intrafamiliar, pero sí es un factor que agrava el riesgo de que suceda, especialmente en hogares donde ya existen ambientes de relaciones conflictivas. Cuando no se cumplen condiciones básicas para la vida, como el estar cómodo físicamente, las personas se vuelven más irritables, y ahí es cuando se presentan los casos de violencia con las altas temperaturas”, detalla la psicóloga particular Olga Hernández.
Los especialistas en salud mental también señalan que el fenómeno de la violencia física en verano no suele darse enteramente dentro de los hogares, sino que se arrastra desde las calles, en momentos de tensión acrecentados por el clima tan hostil.
“El ejemplo más claro es el tráfico. En el carro es donde se pueden empezar a ver malas caras y disgustos. Cuando llega el papá o la mamá, ese malestar y esa irritabilidad pueden hacer que los conflictos más pequeños y más simples se conviertan en agresiones físicas”, añade Hernández.

Metidos en la poca sombra, que generalmente solo aparece por la mañana o en la tarde-noche, los ciudadanos que laboran a la intemperie intentan ponerle buena cara a un calor que ya comprendieron que no los va a dejar.
¿Dónde te escondes?
Entre los trabajadores más golpeados por las temperaturas de alto riesgo están los empleados de talleres mecánicos, los soldadores y quienes, dada la época, suben a las azoteas para instalar aires evaporativos e impermeabilizar techos.
“Aprovechamos la sombra cuando hay, en las mañanas nada más, porque luego empieza la chinga y ya no se puede. Lo bueno es que aquí cerca tenemos la tienda y vamos por aguas, por cervezas también. Tiran paro, sí nos ayudan, pero no nos duran mucho. ¿Qué va a hacer uno? ¿Dónde te escondes del calor? Si está en todos lados”, cuenta Arturo, mecánico de la zona centro, al que encontramos recostado al exterior del taller en el que trabaja.

Los testimonios de los “maistros”, gente especializada en levantar paredes, pisos, enjarres, ventanas y demás estructuras, tampoco son muy optimistas:
“Haga de cuenta que estamos en el infierno. Yo me dedico a muchas cosas, y una de ellas es poner piedra. El otro día fui a Samalayuca por piedra, cuando salí era güero… ya no: regresé moreno. El calor te quema, aunque traigas manga larga, aunque te pongas ropa blanca, aunque lleves gorra. Es más… Ni gorra podemos usar porque el sudor también quema y luego te salen ampollas en la frente”, relata para este medio Javier Garibay, alias “El Gary” en el mundo de la obra.
Rayos “Ultraviole(n)tos”
Fuera de las construcciones y dentro de los museos, la temperatura también se ha vuelto tema para el arte y la cultura. Al menos así lo ven en la vecina frontera de El Paso, Texas.
Del otro lado del Río Bravo, donde se comparten clima, topografía, lenguaje y costumbres con Juárez, se presenta la exhibición Ultraviole(n)t Exposures (Exposiciones ultraviole[n]tas) dentro del Museo de Arte de El Paso.
Su objetivo, tal y como lo cuenta la organizadora de la muestra, es evidenciar los estragos de los rayos ultravioleta en los barrios más marginados de la ciudad texana.

“Lo que quisimos hacer fue exponer a los rayos UV como un tipo de violencia que alcanza a El Paso y también a Ciudad Juárez. Es una ‘violencia lenta’, que se puede ver en la falta de sombra y en la falta de inversión para que haya sombra. El trabajo como tal es un esfuerzo de tres años, y esperamos poder replicarlo en Juárez, adaptándolo a la ciudad”, cuenta para Netnoticias.mx Ersela Kripa, directora de la carrera de Arquitectura en la Universidad Tecnológica de Texas (Texas Tech) y organizadora de la exposición.
La muestra, que incluye el trabajo de la fotógrafa chihuahuense Ingrid Leyva, saca a la luz historias visuales y orales de quienes batallan con el sol en la zona centro de El Paso, en comunidades históricas para ambos lados de la frontera, como el Segundo Barrio y la colonia Chihuahuita.
De igual forma, emplea mapas de calor para mostrar los niveles de radiación en los mencionados vecindarios, en colaboración con el Centro de Tecnología Geoespacial de Texas Tech.

“Nos tomó un año producir todo. Fue un trabajo muy intenso porque combinamos muchas disciplinas: arquitectura, fotografía, ingeniería y estudios espaciales. Pero creo que eso hace a la exposición algo muy intenso, revelador y útil tanto para El Paso como para Juárez”, añade la arquitecta.
“Hay que seguirle dando”
En la calle, fuera de todo ámbito artístico, las respuestas son más simples. Parecen incluso demasiado simples para un problema tan complejo:
La realidad de Juárez es que, con todo y el sol, con todo y su falta de sombra, se ve obligada a seguir trabajando sin importar las condiciones del exterior, sin importar cuánto suban las temperaturas, que ya ascendieron hasta los 40 grados a principios de mes:
“Sí pega el calor… claro que pega. Pero no hay de otra, hay que seguirle dando”, remata don Gabriel, al tiempo que espera para acomodar una hilera de carritos para mandado.
