Saborean emprendedoras las mieles del éxito
Foto: Pablo Navarro

Durante toda su existencia, la humanidad ha venerado a la miel. Los antiguos egipcios y griegos la consideraban sagrada y las grandes civilizaciones le daban un valor tan alto que se podía pagar impuestos con ella.

Era tan importante que se encontró un recipiente con ella en la tumba del faraón Tutankamón, lo increíble de este detalle es que esa miel tenía ahí más de 3 mil años, y se comprobó que aún era apta para el consumo humano, lo que valida el dicho de que es el único alimento conocido hasta la fecha que jamás se echa a perder.

Pero se preguntará por qué el tema que nos compete es el néctar de las abejas, y es que hace unos días recibí una invitación de nuestras amigas de Abeja Reyna que me resultó intrigante, se trataba de una degustación de miel, en la que emprendedoras locales expusieron sus mejores productos.

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Una explosión de sabores

Yo desconocía que tal producto fuera utilizado en catas, así que no dudé ni un segundo en aceptar y lo que ahí aprendí me gustó, y mucho. Normalmente había acudido a degustaciones de vinos, quesos, incluso cerveza, pero este era mi debut en el mundo de la miel, así que la curiosidad era mucha.

Como primer tiempo se nos ofreció un coctel de jamaica y mezcal endulzado con miel. La segunda sorpresa fue que el escarchado del vaso, que tradicionalmente se hace con limón y sal, era de miel y sal con gusano de maguey. Las notas ácidas de la jamaica hicieron una combinación perfecta con las dulces de la miel y el tono ahumado del mezcal, excelente comienzo.

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Al frente de cada comensal se colocaron cuatro recipientes pequeños con la misma cantidad de diferentes tipos de miel. ¿Sabía que existen más de 320 variedades? Dependiendo de la zona, la flor, la especie que recolecta, la estación del año… cada una tiene características específicas y era momento de aprender por lo menos las de esas cuatro: Miel de penca, selecta, mantequilla y orgánica.

Este tiempo fue acompañado con vino blanco espumoso, que ayuda a limpiar las papilas gustativas, lo que permite que podamos diferenciar las notas de cada muestra.

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Lo primero que había que hacer era conocer el gusto que aporta la flor de la que procede. No le diga a nadie, pero le voy a explicar este paso para que lo realice en su casa con la miel que tenga: debe tomar una porción equivalente a una cuarta parte de lo que tome con una cucharilla de café y colocarla en el centro de su lengua, sin tragarlo, deje que tome la temperatura del interior de su boca y cuando se suavice, saboreé el bocado, vea si puede descubrir de qué flor proviene ¿será guayaba?, ¿aguacate?, ¿manzana?

En la degustación se puede también contrastar la textura de las muestras, cada una con más cuerpo que la anterior, diferentes niveles de dulzura y buenas ideas para combinarla.

La primera, proveniente de Jalisco, con pan brioche y mantequilla, sutil, de pronto imperceptible, reforzando el gusto de la mantequilla, nunca lo hubiera combinado, pero de seguro de aquí en adelante será parte de mi mesa.

La miel de penca incluye trozos, como su nombre lo indica, de la cera que conforma el panal, en lo personal la dejé reservada y al final la usé como me enseñaron en mi infancia, como un suave chicle que limpia por completo el paladar. Las dos siguientes, selecta y mantequilla, ambas del sur del país, con mayor viscosidad.

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La selecta cuenta con el sabor que llamaría más “típico” de la miel; la segunda, más untuosa y con una dulzura más profunda, ambas se sirvieron sobre pan tipo baguette y quesos brie y de cabra, respectivamente. Quedan anotados en definitiva para alguna futura reunión para ofrecer a mis amistades como aperitivo.

La miel orgánica, michoacana en este caso, se llama así porque proviene de zonas que nunca han sido fertilizadas o fumigadas, incluso, las colmenas son armadas sin clavos o materiales que no sean 100 por ciento naturales. A esta delicia se le presentó sobre pan de masa madre y queso azul, lácteo fuerte pero que al unirse a la miel, toma otra dimensión de sabor.

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Por cierto, las abejas fueron llevadas a colmenas construidas por el hombre, hoy llamados apicultores, hasta la época del nacimiento del cristianismo en Roma, no para tener acceso a la miel de manera más sencilla, sino para poder usar la cera de los panales viejos y con ella elaborar velas.

El cierre de la degustación consistió en un molote con queso de hebra con salsa ahumada y un shot de mezcal con el que descubrimos que, si lo combinamos con unos bocaditos de miel, suaviza y refina su sabor.

Más que un endulzante

Debo confesar que fue una experiencia sorprendente. Estamos acostumbrados a limitar el consumo de la miel a endulzar un té, a mezclarla con limón para las molestias de la garganta, en el yogurt con fruta y algún atrevido la usa en el café. Reconocemos sus propiedades medicinales y su utilidad en asuntos de belleza, pero la gastronomía la tiene muy relegada, ahora sé que por desconocimiento.

En esta degustación descubrí que su sabor hace maridaje en un universo de opciones que no había considerado y estoy segura que de aquí en adelante la incorporaré más frecuentemente en el día a día, porque ¿qué otra cosa se le puede pedir a un producto que ser natural, delicioso y sumamente saludable?

Le invito a abrirse a nuevas opciones, probar habilidades, sabores, sonidos, en fin, cosas nuevas que nos permitan agregarle sazón y color a nuestras vidas. Mi agradecimiento a Abeja Reyna por esta experiencia, si vuelven a programar otra degustación: ¡participe!

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