Rosa María Puchi: La vida en rosa
Foto: Net Noticias | Fotografía: Yvoné Vidaña / Gráfico: Náyade Cruz

Ciudad Juárez.– Entablar una conversación con Rosa María Puchi es adentrarse en un universo de anécdotas, apuntes históricos, recuerdos de personajes juarenses, poemas y delicados toques de humor, es decir, charlar con Rosita, como cariñosamente se refieren a ella sus amigos, es despegarse del reloj y dejarse ir por horas en su grata compañía.

Hija de un reconocido periodista nacido en San Luis Potosí, de quien heredó la profesión, y de una chihuahuense oriunda de Guadalupe y Calvo, los textos de esta juarense han sido publicados desde su tierna infancia.

“Mi papá me llevaba a trabajar con él al periódico, así que, desde muy chiquita, mi vida transcurrió entre linotipos y rotativas”, recuerda con nostalgia y emoción.

“Cuando tenía siete, se le ocurrió presentarle a su jefe un texto que escribí, le gustó y lo publicó en el periódico La Prensa de Juárez, que estaba donde hoy es la Plaza Cervantina, en el Centro, y se convirtió en mi primera columna, se llamaba ‘Rosita dice’ y en ella narraba cosas que sucedían en la escuela, era muy sencilla, pero fue el inicio de mi carrera. Imagina que a los nueve años entrevisté al entonces gobernador Teófilo Borunda, recuerdo que nos reunimos en el lobby del desaparecido Hotel Silvia´s y muy seria le pregunté: ¿Qué se siente ser gobernador? No recuerdo que me contestó, pero de seguro le causé mucha gracia”.

“Siempre fui muy mala estudiante, tanto que hasta pensé que sería buena idea meterme de monja, porque pensaba que de seguro ahí no tendría que estudiar absolutamente nada. ¡Pero qué bueno que eso quedó en solo idea!”.

“Hice la secundaria en la Ciudad de México, me gustaba mucho escribir y en esa época me publicaron varios artículos en periódicos de allá, también estudié teatro. Nos mudamos a la capital del país para que mis hermanos estudiaran, pero la salud de mi papá nos hizo regresar a la frontera”.

Hablar de su padre ilumina el rostro de Rosita: “Era un hombre de oro, un padre maravilloso, siempre buscando complacer a su familia, darnos todo, todo nos concedía y era muy simpático, te pongo un ejemplo: antes de casarse estuvo en el seminario y me decía, mírame, iba para Papa y mejor fui papá”.

Herencia en linotipos

A su retorno a Juárez, la inquieta jovencita comenzó a trabajar en la Aseguradora Nacional Agrícola y poco tiempo después ya era parte del cuerpo de redacción de la sección de Sociales del ya extinto periódico El Fronterizo y bromea: “No escribía bien, pero lo hacía de manera diferente a los demás, eso gustaba mucho y me quedé 10 años haciéndolo”.

“En El Fronterizo conocí a quien hoy en día es mi esposo, Luis Ángel Covarrubias, talentoso desde jovencito… ¿sabías que es periodista desde los 18 años? Desde que lo vi me gustó. Tres años después de casarnos nació mi única hija, Lilia, que también escribió para Sociales por 10 años, somos tres generaciones de periodistas en mi familia”.

“Mi esposo y yo siempre hemos sido un equipo, un equipo de amor, tenemos ya 52 años juntos. Nuestra boda fue muy especial, yo usé pantalón y sombrero. Nunca me ha importado lo que opinen los demás, hasta el señor obispo Talamás Camandari, quien ofició la ceremonia, alabó la sencillez de la misma, sin flores ni adornos excesivos. ¡Ah! Pero la fiesta fue con orquesta en vivo y banquete de lujo, pero porque la música estaba en el salón de al lado y se escuchaba muy bien e incluso había invitados que se iban a bailar con los vecinos y un invitado llevó los alimentos, con decirte que hasta caviar hubo”, me presume.

“Mi vida en la sección de Sociales me permitió estar cerca de mi esposo y de mi hija, pero lamentablemente, cuando el periódico cerró tuve que moverme. Mi esposo trabajaba en la revista Empresa y comencé a escribir para ellos, noticias con óptica cultural”.

A partir de ahí, la larga trayectoria de Rosita Puchi incluye trabajo en medios como El Diario de Juárez, la revista semanal ¡Ya!, el periódico Universal, que después se convirtió en Norte y el área de prensa de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), en todos ellos su estilo de escritura, la crónica, ha sido una característica predominante, donde su cultura y amplio vocabulario quedaron siempre de manifiesto.

“Hace como 12 años mi esposo y yo, apoyados por nuestra hija, lanzamos un periódico impreso que se llamaba Juárez Nuevo, que no se pudo sostener por falta de apoyo publicitario, así que tuvimos que cerrar y enfocarnos a un portal de noticias que ya teníamos, Notienlace, que hoy mismo está en pausa, porque queremos modernizarlo para relanzarlo”.

“El cambio del papel a lo virtual fue un shock para mí. De sentir la suavidad del papel en las manos, colocarlo en la máquina Olivetti y escuchar el sonido del golpeteo de las teclas en la hoja, a pasar al mundo extraño de las computadoras, ¡fue impactante!”.

Nuestra charla se va sin sentir entre docenas de anécdotas, tazas de café, anotaciones de historia y la declamación de fragmentos de poemas, Rosita se vuelve cómplice, ríe, se ofrece a enseñarme a jugar billar y de pronto, al hablar del futuro, se pone seria.

Rabiosamente feliz

“He sido muy feliz haciendo lo que hago: disfrutar de la vida. Hoy tengo más tiempo para el ocio, que es lo contrario al negocio. Ahora puedo leer más, con calma y disfrutar de mis nietas, puedo decir como Nervo: ‘Vida nada me debes, vida estamos en paz’. Aunque debo reconocer que me he ido descomponiendo con el tiempo, lentamente, como una casa…”.

Rosita se repone de ese pensamiento y me responde: “¿Qué me falta por hacer? ¡Pues siempre quise ser cantante!” y estalla en una sonora carcajada “¿Pero te imaginas? ¡Con esta voz!”.

La increpo recordándole que nunca es tarde para hacer lo que deseamos y nos despedimos con la promesa de un torneo de billar o al menos otra sesión de charla y café, que creo que esta segunda será más viable y al cerrar la cita con un abrazo, resume la esencia de su vida: “Hay que ser rabiosamente felices, reír por el hecho de estar vivos”.

Con ese aprendizaje me quedo y les invito a replicarlo: seamos rabiosamente felices.

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