Patricia Monreal: Una mujer con alas
Foto: Yvoné Vidaña

En 1988, una tragedia dio un giro inesperado a su vida. En julio de ese año, un tanque abastecedor de agua de la zona donde vivía colapsó y su contenido arrasó con las casas que se encontraban ladera abajo, dejando destrucción a su paso. La vida de dos pequeños fue la más dolorosa pérdida. Las muertes y lesionados que dejó este hecho, detonaron su liderazgo y conformó, junto con los vecinos el Comité 22 de Julio.

Esa tragedia fue un parteaguas en su vida, en su activismo. “Ahí me vuelco en mi colonia, fue gestionar para recuperar lo perdido y lograr que se otorgara una indemnización a los afectados”. —¿Cómo imaginar que una niña nacida en una pequeña población del Valle de Juárez encabezaría un movimiento ciudadano que lograría la construcción del Centro Comunitario “Pequeños Héroes”, en memoria de los pequeños fallecidos?—.

Pero vayamos al inicio de la historia, cuando Patricia Monreal vivía en su natal Práxedis G. Guerrero. “Fui muy querida, al ser la primera mujer me convertí en la niña consentida de mi papá y de mi abuelo, que los fines de semana, me llevaba a comprar lo que yo quisiera. Tengo ese recuerdo muy fresco, lo feliz que me hacía. Aprendí a leer antes de ir a la escuela, mi hermano mayor me enseñó”.

“La situación cambió cuando antes de cumplir ocho nos mudamos a Ciudad Juárez y a los meses, muere mi papá. Mi mamá era muy joven y se quedó con cinco hijos, la menor, de tres meses. Entonces, me convertí en adulta. Ella tuvo que trabajar, se iba a El Paso a limpiar casas y yo, por las mañanas iba a la escuela y de regreso recogía a mis hermanas menores, les daba de comer y las cuidaba el resto del día”.
“Después comprendí que mi abuela paterna hizo que viniéramos a Juárez porque sabía que mi papá estaba enfermo y que aquí tendríamos una casa y manera de estudiar. La frontera nos salvó”
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Trabajadora incansable

Patricia, sabedora de la urgencia de apoyar económicamente a su hogar, estudiaba para auxiliar contable a los 16 años y comienza a trabajar. “No podía fallarle a mi mamá, así que tenía las mejores calificaciones y eso hizo que la escuela me recomendara, pese a mi corta edad, para mi primer trabajo, ese me llevó a otro y en poco tiempo pude darme el lujo de darle un año sabático a mi mamá”.

“Un día me llaman de la escuela donde había hecho la primaria y me ofrecen un trabajo. No pude negarme. Ahí fue donde despertó mi vocación de servicio. Era un proyecto marista de comunidad educativa, en que se trabaja con las familias de los niños y su entorno”.

Patricia tuvo la intención de ser cantante, “participé en ‘Valores Juveniles’, formé parte de un grupo coral, hacíamos eventos y hasta salimos en la tele. Pero cuando llegó el primer contrato para centro nocturno, lo pensé bien y no era lo que quería hacer, así que lo dejé”.

En un viaje a Coahuila, relacionado con sus actividades eclesiásticas en las que hacía tiempo estaba involucrada, conoció a quien un año después de convertiría en su esposo. Ambos trabajaban en la misma escuela, hasta que un cambio de administración los dejó sin empleo. En ese periodo de tiempo sucede la tragedia del tanque que les narraba al inicio. A la gestión del Centro Comunitario, le siguieron el drenaje y el servicio de limpia.

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Yvoné Vidaña

Comunidad y desafíos

La madre de los pequeños fallecidos propuso la creación de una guardería participativa y luego de una ardua labor ante Municipio y autoridades del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), se fundó este espacio que dio lugar a 96 niños y trabajo a 30 mujeres. “Yo la administré por siete años, fue un modelo reconocido en la aplicación de los programas de cuidado y atención a los niños, desafortunadamente a raíz de la pandemia, hoy no está en funcionamiento”.

Asuntos personales hicieron que Patricia acepte participar en un nuevo centro habitacional y se mudó a otro sector de la ciudad, en este espacio la inmobiliaria le ofreció empleo desarrollando el proyecto comunitario, lo que le regresó la estabilidad financiera y social a su familia.

“Uno de mis jefes me lleva a trabajar a otra constructora, en el ‘Programa de Integración Comunitaria’ en el suroriente de la ciudad. Ahí implementé programas infantiles, de educación para los adultos, organización vecinal y guarderías, entre otros. Descubrí que lo que había hecho hasta entonces, ¡era una profesión!”.
En 2014 quebró la empresa y muerió su mamá, un año después se divorció, tras 25 años de matrimonio. Fueron procesos fuertes de llevar.

El camino azul

“A partir del divorcio comencé a formarme en líneas terapéuticas y me certifico en constelaciones organizacionales. En ese ámbito entro en contacto con una clínica para autismo y traigo el programa a Juárez. Es a través del autismo que me entiendo. Aprendo que todos funcionamos de manera diferente, me da otra visión del mundo”.
Patricia Monreal le propuso a una constructora para la que trabaja como externa, la utilización de la llamada Casa Rideto para trabajar con los niños con autismo y le entregaron la propiedad en comodato, a través de Proyecto Alas, A.C.

“Años atrás, junto con María Eugenia Tapia, habíamos conformado ‘Proyecto Alas’ para la creación de guarderías y esta oportunidad me dio la alternativa de hacer un proyecto que fuera mío”, y así comenzó esta aventura, en que brinda apoyo, educación y cariño no solo a pequeños con síndrome del espectro autista, si no a aquellos que viven en comunidades que requieren programas sociales.

Desde 2014, el “Proyecto Alas” ofrece un sistema escolarizado especializado para niños con autismo en Rideto. A partir de 2020, junto con “Gente a Favor de Gente”, coordinan el Centro Comunitario Hacienda Las Torres, y en 2022, conforman el Centro de Tareas del Fraccionamiento Candra de Villa Bonita, donde en total brindan atención a más de 600 personas.

Alas para volar

—¿Qué le falta a Patricia?— “Busco la consolidación institucional, mantener alianzas y especializarnos, la población nos marca la pauta hacia dónde ir. Quiero seguir en la búsqueda y construir propuestas. Estoy reconciliada con mi historia, no cambiaría nada. Soy quien soy gracias a ella. Tengo asignaturas pendientes, pero sé que tengo la libertad de ir tras lo que quiero”.

“A veces, las mujeres tenemos que responder a muchas situaciones a la vez y lo hacemos desde el corazón, en mi caso mi gran aliada ha sido la intuición y el amor incondicional que me enseñó mi madre. En el camino hay aprendizajes y heridas, esto nos hace resilientes. Pero siempre hay un espacio para volver a nosotras mismas, observarnos y aprender a elegirnos. Hoy honro la vida y el camino que me ha tocado recorrer, honro la vida de muchas mujeres con las que me ha tocado compartir y aprender, con ellas me construí también, y honro la vida de mis tres hijas: Cristina, Patricia y Karina, son mis maestras de vida”.

Después de esto, solo puedo agregar que todos los programas de "Proyecto Alas" están abiertos a la colaboración de quienes deseen acercarse a ellos.

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