Lorena Cano: La gobernadora rarámuri
Foto: Ruth González

Ciudad Juárez.– Desde niña Lorena Cano González conocía Juárez, sus padres vendían hierbas para poder sobrevivir, tenían que recorrer 563 kilómetros desde Tecubichi, municipio de Carichí, caminaban hasta Teporachi para tomar “rides” en burro, luego volver a caminar hasta poder llegar a tomar el tren hacia la frontera. Ahí, Lorena no entendía lo que decía la gente, pero sabía que con lo que vendían podían volver a casa y comer. Esa niña que iba y venía, uno día se casó y ya no volvió a la sierra, hoy en día es la gobernadora de la colonia Tarahumara, un cargo de mucha labor comunitaria por el cual los rarámuris no reciben ni un solo peso.

“Mi mamá no hablaba español, mi papá poquito. Y luego, pues yo fui leyendo libros. Y yo hablaba más en Tarahumara que en español, o sea, yo leía, pero no sabía qué es lo que yo estaba diciendo, lo que decía ese libro”, recuerda Lorena.

En la primaria su maestra era Susana Ramírez, también rarámuri, le enseñó a hablar español. A los 17 años se estableció en Juárez y se casó. “Mi esposo aquí agarró trabajo en el gas y desde entonces ya aquí nos quedamos”. Aunque el trabajo no duró, la pareja y su familia se fue adaptando a la dinámica fronteriza, su esposo comenzó como albañil. Los primeros dos hijos de Lorena fallecieron, después tuvo siete hijos, tres son mujeres.

La nostalgia por los paisajes serranos la hacían querer regresar a su tierra. “Aunque duramos ocho años sin ir para la sierra, cuando volví a ir dije: ‘oye, y acá tan bonito que está y ¿por qué me gustó la ciudad?’ {…} Es que en la sierra no hay dinero, aunque esté bonito en la sierra, pero no había dinero. Allá era pura cosecha, comíamos puros frijoles y papas, a veces sin guisar, por eso se venían mis papás acá a juntar dinero para comprar manteca, en la sierra es lo que hace falta, comida”.

A las faldas de cerro Bola

Los indígenas ralámulis o rarámuris tienen dos asentamientos principales en Juárez, uno en el norponiente, la colonia Tarahumara, y otro en el suroriente en la colonia Kilómetro 30. El primer asentamiento en conformarse fue la colonia Tarahumara. Fundarla no fue fácil, Lorena tiene 54 años de edad, recuerda que cuando llegaron al terreno eran atacados constante mente a pedradas por los habitantes aledaños a la zona. “Nos robaban mucho tanque, lo de adentro de la casa, tele, todo lo que algunos han tenido se los robaban y a medianoche venían a apedrearnos” (sic.). El cemento que tenían para ampliar sus casas y el material que batallaban para comprar también se los robaban, hasta que un día decidieron defenderse, proteger sus casas haciendo rondines, unidos, ya que las autoridades locales nunca les brindaron la atención necesaria, comenta Lorena. En esa década de los 90, a finales, lucharon por cinco años, más o menos, para que dejaran de atacarlos y robarles. Esa unión es la que prevalece, es con la que se han ganado el respeto en el lugar que ahora tiene un centenar de familias que provienen de Creel (San Juanito), Carichí, San José Baqueachi, Tehuerichi y Batopilas, principalmente.

Las casas, el comedor comunitario, la iglesia, la escuela, fueron construyendo poco a poco lo necesario, sin embargo, el servicio médico sigue siendo su mayor preocupación, no cuentan con un hospital ni clínica, el más cercano es el Hospital General y la mayoría de los indígenas no cuentan con medios de transporte. “Siempre he dicho yo, hasta he mandado el oficio para Chi huahua, que queremos una camioneta así más o menos usada, no le hace, porque cuando fallece alguien andamos batallando, rentando el camión o a veces cuando alguien se enferma en la noche llevarlo al hospital, entonces así tienen un transporte que les ayude” (sic.). Así como las patrullas no llegan a tiempo, tampoco las am incluyendo niños.

El comedor ha sido muy importante para evitar la desnutrición de los menores, pero necesitan productos frescos. Tienen un viejo refrigerador, no pueden almacenar mucho, se les echan a perder los alimentos, “para el comedor nos hace mucha falta eso, el refrigerador. Sí, porque casi no podemos comprar muchas cosas, pues se nos van a echar a perder”. También, están en pláticas con el Banco de Alimentos esperan apoyo de organizaciones civiles similares.

Entre unas 50 pequeñas casas, las familias viven hacinadas. “Pueden vivir dos o más familias, o tres, sí, están viviendo así en algunas casas”. No se reciben apoyos gubernamentales para la construcción o ampliación de viviendas.

Gobernar para todos

“Toda la gente aquí creemos que existe Dios”, aunque también re cuerda las enseñanzas e historias de su abuela como la de tortuga y la liebre, en donde la naturaleza le dio a cada animal su tarea, pero tras una disputa terminan dejando las orejas largas a la liebre y un caparazón pesado a la tortuga, “así me decía mi abuelita”.

La gobernadora habla lengua de la Alta Tarahumara, también hay pobla dores de la Baja que se han instalado en la colonia. No hay traductores ni intérpretes cuando van a los hospitales públicos, ni a trámites de gobierno, tienen que apoyarse para explicarle a los que no entienden nada o poco el español. Ella ha dado muchos acompañamientos a mujeres parturientas e incluso las ha ayudado a parir debido a que la atención médica les queda demasiado lejos y no tienen medios para llevarlas a un hospital.

Los niños van al comedor, a la escuela, andan en la calle jugando, mientras algunos “capitanes” los cuidan. Lorena empezó como capitana en la colonia cuidando lo que hacían los menores, a veces, dice, son los que se pelean en las fiestas. La respetan por igual hombres y mujeres, chicos y grandes. “Yo no quería ser gobernadora al principio”, luego cambió de opinión, se trataba de hablar bien con los mestizos (chabochis) y saber hablar de Dios. “Bueno, ándale, pues le dije: a lo mejor sí puedo”.

Una vez recuerda que ayudó a llevar a un bebé al hospital, a urgencias, escuchó como respiraba y sabía que no estaba sano, gracias a eso lo salvaron a tiempo. “Desde pequeña fui yo así, muy trabaja dora, aunque me dicen que tengo cara mala”.

Aunque le digan así, es muy amable y atenta con quien le ha bla o si tiene que resolver algo de inmediato, se ríe de cosas simples y trata de hacer más por su gen te. Espera que alguien la escuche y los ayuden con un auto o trans porte para mover a los enfermos en emergencias o para entierros. Les falta el refrigerador en el comedor y alimentos frescos como pollo y carne, despensa, medicinas.

Voltea a la calle y ve a una jauría, dice: “ni para eso nos hacen caso, no quieren venir por esos perros solo los vacunan y los dejan ahí y no son de nadie”.

A Lorena Cano le gustaría estudiar más (la preparatoria), pero está cansada, “ya para qué, no veo bien, ya estoy cansada”. Será gobernadora hasta que su gente quiera, “lo hago por ayudar”.

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