Ciudad Juárez.– A solo cinco días del último sismo percibido en Juárez, de 5.3 en la escala de Richter, según el Servicio Geológico de los Estados Unidos, cada evento de esta naturaleza debe recordar que Juárez es una zona sísmica y motivar a la ciudadanía a estar preparada para reaccionar ante esta actividad incontrolable.
Ese fue el llamado de Óscar Dena, jefe del área de Investigación en Geociencias del Instituto de Ingeniería y Tecnología (IIT) de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) tras el sismo de marzo pasado. Destacó que el riesgo en esta zona no solo proviene de la actividad de fracking realizada por empresas petroleras en Texas para extraer gas, sino también de la falla de la Montaña Franklin, que podría generar un temblor de hasta 7 grados en la región.
Instó a la ciudadanía a informarse, a través de las autoridades de Protección Civil estatales y locales, sobre qué hacer antes, durante y después de un sismo.
El especialista aclaró que aunque en esta región se perciben sismos y no terremotos —descritos como eventos con resultados catastróficos—, estos últimos no siempre están ligados a movimientos de alta magnitud, sino también a fenómenos con grandes pérdidas debido a construcciones precarias.
Reveló que esta frontera ha registrado numerosos sismos en los últimos 25 años, por lo que la ciudad cuenta con mapas de riesgo o de aceleración pico del terreno, elaborado y entregado al Instituto Municipal de Investigación y Planeación (IMIP).
“Se trata de un trabajo extenso en campo que cubrió prácticamente toda la ciudad, se procesó y se generó un código de colores para identificar las zonas más problemáticas”, explicó.
En estos mapas se destacan zonas en rojo, con actividad sísmica muy fuerte; naranja, de mucho cuidado; amarillo, regular; azul, menos riesgosa; y verde, ideal.
El científico señaló que el problema es que cerca del 80 por ciento de la ciudad se encuentra en zonas con notable amplificación sísmica.
Ante esta realidad, propuso adaptar el código de construcción, como ya se refleja en el Atlas de Riesgo.
“Se nos informó que incluso están precisados los niveles de aceleración espectral y se recomienda realizar un estudio in situ para determinar los valores de diseño. Esto debe seguirse para las futuras edificaciones, especialmente las de más de 10 metros de altura. Las construcciones de cero a cuatro metros difícilmente entran en resonancia con el suelo, pero las de ocho a 10 metros ya pueden hacerlo, y las de más de 10 metros representan un riesgo por el fenómeno de péndulo invertido”, advirtió el geólogo.
Subrayó que Juárez es una zona sísmica, aunque no al nivel de la costa de Oaxaca, donde se registran temblores de hasta 8.4 grados como en la Ciudad de México. Sin embargo, el entorno de Juárez y su nivel de protección estructural no se comparan con los de la capital, por lo que un sismo de seis o incluso de cinco grados, si se aloja en las fallas que cruzan la ciudad, podría causar daños significativos. “La falla lleva 12 mil años inactiva, pero un día despertará, y si no estamos preparados, no sabremos qué hacer”, indicó.
Llamado a la autoridad y la ciudadanía
Para el jefe de Investigación en Geociencias de la UACJ, la educación sobre sismos es una responsabilidad compartida entre autoridades y sociedad.
Por ejemplo, los universitarios o los niños en las escuelas deben saber hacia dónde moverse cuando empiecen a sentir la vibración; dónde es que pueden protegerse, si puede ser debajo de una mesa o conocer qué marcos son estructuralmente sólidos, es decir se requiere un Plan de Protección Civil para reaccionar ante este tipo de eventos.
Propuso dos líneas de acción; primero, establecer de manera obligatoria que las nuevas construcciones, especialmente las de más de 10 metros, cumplan con criterios de diseño sísmico. Segundo, someter a revisiones estructurales las edificaciones existentes, como la antigua Presidencia Municipal, hoteles como el Lucerna o la catedral, para verificar si cumplen con estos criterios y, de no ser así, recomendar medidas estructurales.
Además, es crucial identificar zonas con construcciones precarias, especialmente en áreas marcadas en rojo cerca del río Bravo, e implementar medidas paliativas para que la población sepa cómo actuar.
Estas dos acciones —una de intervención directa por parte de las autoridades y otra de educación sísmica para la comunidad— son esenciales para protegernos, ya sea ante sismos provocados por fracking o por la activación de estructuras geológicas propias de la región. Juárez debe aprender de los sismos y cómo mitigar sus efectos.