Elizabeth Flores vive al ritmo del danzón
Foto: Cortesía | Yvoné Vidaña

Es abogada con una maestría en Educación y una especialidad en Solución Pacífica de Conflictos y Mediación, pero su pasión es estudiar y bailar, la historia de Elizabeth Flores es, además de interesante, motivadora y llena de aprendizajes, ella es una de esas juarenses que han retado al destino para hacer que su vida sea lo más parecida a lo que soñaron.

“Siempre me gustó la escuela, cuando me preguntaron qué quería ser de grande hoy pienso que debí responder: alumna perpetua, es que ¡soy feliz siendo alumna!”, confiesa mientras ríe tal vez recordando cuando hizo ese descubrimiento. “En aquel momento, respondí que bailarina porque yo quería bailar. Provengo de una familia trabajadora, podríamos decir pobre, cuando terminé la secundaria técnica me presenté ante mi mamá y le dije: —quiero estudiar la preparatoria—, llena de paciencia, me respondió: —no, mija, porque usted se va a casar—, yo con el respeto profundo que se le debe a los padres, no interpelé en ese instante y esperé”.

“Retomé el tema poco después y con firmeza, le dije que era en serio que quería estudiar la preparatoria y que deseaba hacerlo en el Tecnológico de Juárez, entonces ella dijo que si lo que quería era estudiar en el Tec, estaba bien, fue y me inscribió, luego supe que no lo hizo para la preparatoria, si no como Secretaria Ejecutiva, que era algo que no me gustaba en lo más mínimo, pero pensé: de eso a nada y guardé silencio, aceptando la elección de mi mamá”.

Una dura juventud

Elizabeth, como hija de la época, confiaba en que lo que dictara su mamá era lo correcto, así que en ese momento aceptó dos premisas: que solo podía aspirar a una carrera secretarial y que debía casarse, así que no había que hacer mayores planes para su vida. Su madre era su ejemplo y guía, así que asumió ese destino.

De esa etapa de su vida guarda un recuerdo doloroso que la marcó: “soy la menor de las hermanas mujeres, cuando era adolescente un día mi papá se fue, en ese entonces creí que se había ido porque no me quería y pasé años de mi vida pensando que iba a regresar por mí para llevarme con él, hasta imaginaba cómo iba a lidiar con la pena que le causaría a mi mamá por aceptar acompañarlo, pero eso no sucedió, jamás lo volví a ver”, recuerda con un suspiro.

A los 16 años comienza a trabajar como secretaria en la maquila, donde el acoso fue muy difícil de sobre llevar, era algo a lo que no estaba acostumbrada, pero tuvo que aprender a enfrentarlo. Yo creo que de esa experiencia, aún sin saberlo, nace su deseo de hacer valer los derechos de los trabajadores que la movería años después, pero vamos por partes en esta historia.

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Foto de Yvoné Vidaña

El sueño de estudiar

Dentro del ambiente de la maquila conoció a un hombre y a los 18 años se casó, preparándose para cumplir lo que le correspondía por destino y que le había sido arraigado en la mente toda la vida, formar una familia: “ya casada, quise hacer la preparatoria abierta en la maquila, pero no pude, mis tres hijos, las responsabilidades y mi marido no me lo permitieron. Dejé de trabajar para atender mi casa y me refugié en la lectura. Trece años duró mi matrimonio, cuando me separé tuve que volver a trabajar, ahora comprendo que leer tanto me dio la base y conocimientos para a ser fuerte, tenaz y decidida en ese tiempo”.

“Cuando me presenté a solicitar empleo de nuevo en la maquila las cosas habían cambiado, me preguntaron: —¿sabe cómputo? — Inmediatamente contesté que sí, por supuesto que no tenía ni idea, pero pensé: —no debe ser tan difícil, ¡necesito el trabajo! — y me contrataron”, reímos recordando esa especie de travesura necesaria.

“En esos años había desarrollado un pensamiento crítico que inició en mi tiempo en el Tec de Juárez y que se había afianzado con la lectura, así que retomé mis estudios dentro de la maquila, con la preparatoria semiescolarizada y cuando mi hijo menor entró a la secundaria, me inscribí en la universidad, a la mitad de la carrera me despidieron, pero para ese entonces yo ya era la Gerente de Administración y Personal”.

“Sin trabajo, decido no volver a la maquila, porque la vida es otra cosa que lo que ese tipo de empleo me ofrecía, así que concluí mi carrera haciendo trabajo independiente”.

El principio de una nueva historia

Una vez abogada, Elizabeth decide estudiar para catequista, lo que le lleva tres años y por esa vía conoce la Pastoral Obrera, donde se emplea por 17 años hasta su jubilación, mismo tiempo que se desempeña como voluntaria en Cáritas: “estando ahí encontré el sentido de la vida, no es que yo sea buena, es que comprendí que tengo un compromiso con la sociedad, en ese periodo inicié mi trabajo como activista social, ayudé a fundar la primer guardería participativa para hijos de obreras sin costo, con donativos de las maquilas, realicé talleres, defendí legalmente a obreras y obreros y hasta antes de la pandemia, daba asesoría jurídica con bajo costo los domingos en el Monumento a Juárez”.

¿Y el sueño de bailar?, le cuestiono: “una vez jubilada, leí un anuncio en Facebook, en que un amigo buscaba compañera de baile para un concurso de danzón ¡y me anoté! Tiempo después, fui por primera vez a un foro danzonero y descubrí lo que en realidad es ese estilo de baile y comencé a aprenderlo a fondo”.

Con esos conocimientos, nace un nuevo proyecto para Elizabeth y funda, hace aproximadamente tres años, una Escuela de Danzón, probablemente la única en Ciudad Juárez, primero en el Centro Municipal de las Artes, luego en la Academia Municipal de las Artes y recientemente con la Subdirección de Formación y Vinculación Cultural de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), donde espera termine la pandemia para retomar presencialmente las clases a sus muy nutridos grupos de jóvenes, adultos y adultos mayores que han encontrado en este arte un motivo de alegría.

“Veo mi vida en retrospectiva, todos tenemos mucho que enseñar y que aprender, por ser adultos mayores no debemos dejar de hacer las cosas que nos gustan, aquellas que nos dan satisfacción, debemos ser fecundos, no ir dejando de hacer las cosas por nuestra edad, debemos seguir perseguir aquello que somos”, y veo en su rostro la pasión que la mueve desde siempre.

Elizabeth Flores anhela seguir compartiéndose en conocimiento con los demás y su proyecto de vida, hoy por hoy, es la generación de espacios de convivencia y aprendizaje para adultos mayores que permitan disfrutar esa etapa que debe estar rodeada de familia, amigos y actividades que le den sentido y felicidad a nuestra existencia.

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