Ciudad Juárez- Durante los últimos 16 años el Salón de la Fama de la Lucha Libre Juarense le ha abierto sus puertas a la memoria de poco más de 200 luchadores, entronizando a cuatro generaciones de artistas del pancracio.
Ubicado en la Chaveña y casi escondido en la plaza donde está ubicado, tiene a sus puertas un cuidador, un encargado y un curador: El Trovador Solitario.
“El Salón de la Fama de la Lucha Libre Juarense nace en 2008 y surge a partir de una serie de conversaciones muy informales que tuve con Flama Roja, con Cinta de Oro, con mi compadre Rocky Star. El señor Ramón Galicia fue su primer presidente y este año tuvimos ya nuestra cuarta generación de luchadores entronizados”, señala el Trovador.
De máscara negra y con una nota en la frente, llegó a esta fronteriza Ciudad Juárez hace ya varias décadas, proveniente de Monterrey Nuevo León. Le ha dedicado la vida al mundo de los encordados durante casi 60 años: haciendo acto de presencia en el ring por primera vez en 1966 y colgando las botas de este lado de la línea divisoria en 1986.
“Yo nací en San Nicolás de los Garza Nuevo León, pero desde niño me fui a Monterrey y en Juárez tengo más de 30 años, yo ya soy de Juárez, de Nuevo León ya no. Yo habré nacido allá pero mi ciudad es Juárez”, señala el luchador.
Rodeado por los homenajes a luchadores como Eddie Guerrero, el Legionario y muchos otros, es el primero en reconocer el impacto del recinto que protege para la industria del deporte espectáculo en las tierras de Juan Gabriel. Misma que sigue abarrotando el Gimnasio Municipal Bertha Chiu, la Plaza de la Mexicanidad y, su catedral por excelencia: El Gimnasio Josué Neri Santos.
“Fui luchador de arenas chicas, conocí las arenas grandes: en todas entrené, pero en ninguna luché. Parte de lo que hizo el Salón de la Fama es eso, reconoció el talento, el trabajo y esa lucha libre clásica de todos los luchadores de las arenas más chicas de Juárez, así fuera la arena más pequeña que tuviera”, añade el Trovador.
En el sentido más literal de la palabra, el personaje de un luchador, con todo y su máscara, es solo eso: Un personaje. No obstante, a ojos de quien resguarda el nicho de los inmortales de la calle Libertad, los de la cabeza tapada no son personajes ni leyendas: son íconos.
“Es un lugar más que merecido y es justo y necesario que se les reconozca. Se les tiene que reconocer como lo que son: como icónicos. Las leyendas nada más se escriben en los libros, esas no las ve nadie: nosotros somos y fuimos íconos de la lucha libre juarense y mexicana”, remata el enmascarado.