El 'Peluche' Peña: brazo pionero de Ciudad Juárez
Foto: Cortesía

Ciudad Juárez- Las Grandes Ligas históricamente siempre han tenido una muy estrecha relación con el estado de Chihuahua. Más recientemente, Jarod Durán, de padres chihuahuense, viste la camisola de los Medias Rojas de Boston. Antes de él han habido otros muchos, antes de esos otros muchos otros hubo un primero: José Peña. Mejor conocido como el “Peluche”

Nacido en esta fronteriza Ciudad Juárez mostró dotes para pararse en la loma desde niño. Vio acción en el circuito de la pelota mexicana de 1961 a 1966 hasta que los Rojos de Cincinnati le mandaron a hablar para ocupar un espacio en su roster de Ligas Menores

“Todos creen que me dicen Peluche por el beisbol y no es cierto. Es algo de años atrás. Había un comic de una vaca, no me acuerdo como se llamaba, pero siempre estaba toda despeinada y yo siempre andaba greñudo. Así me puso una prima, por la vaca y se me quedó. Todos me conocen como Peluche Peña, si dices José Peña nadie sabe quién es, pero cambia la cosa si dices Peluche”, explica el pelotero.

Eso de picar piedra con los Buffalo Bisons dio frutos y le ganó su lugar con los Rojos. No obstante, duró poco vestido de color ladrillo por que un año más tarde, en 1970, los Dodgers de Los Angeles se hicieron de sus servicios volviéndolo precursor de la “Fernandomania”.

Fue con la novena angelina con la que se hizo de nombre en la gran carpa pese a no tener los mejores números con el pie en la placa. Vio a acción en 55 juegos durante tres campañas, dejando una efectividad de por vida de 4.97 carreras limpias como relevista. Todo dentro de una época en el que los peloteros eran los reyes de mundo, en donde “rifaban y controlaban” donde se paraban.

“Decir fiestero es una palabra muy bonita. No éramos fiesteros, éramos vagos… No vagos, vaguísimos. A mi de Grandes Ligas me corrieron por vago, no por malo. Éramos jóvenes, con dinero y todos los conocían, se nos pegaba todo mundo. Yo era el picher más disciplinado del mundo en el campo. Comía bien, entrenaba, pero eso era en el campo, otra cosa era afuera” añade el lanzador.

Su corta estadía en la mejor pelota del mundo lo hizo regresar al beisbol mexicano en 1973. En suelo nacional terminó de cimentar un legado que lo acabó dejando plasmado de por vida en el Salón de la Fama del Beisbol Mexicano. Sala de la inmortalidad a la que pertenece desde 1992. No obstante, para haber nacido en las tierras que también acogieron a Juan Gabriel, no pudo ser profeta en propia tierra hasta 1982 con los Indios. Estos últimos eran los íconos del norte en la Liga Mexicana de Beisbol e iban camino a la gloria.

De 22 juegos con la novena aborigen, ninguno fue tan especial ni tan emblemático como el último. Aprovechando la basta experiencia como cerrador, José “Zacatillo” Guerrero lo designó para que entrara a apagar la luces, a terminar el juego, a consolidar la barrida y el título en la noche que fue descrita como “un manicomio”.

“Pues sí, esa noche si fue un manicomio. Pero también fue una noche muy bonita, no había nadie en la calle, nadie. Todo Juárez estaba volcado con sus Indios. Creo que fue muy emblemático, muy distintivo que el cerrador ese día fuera el Peluche Peña”, recuerda el cornista Mario Payán.
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