Ciudad Juárez.- Al sur de Ciudad Juárez, casi en el poblado de Samalayuca, se encuentra el que fuera el Centro Federal de Reinserción Social (Cefereso) número 9. Cerró sus puertas hace cinco años, en 2020, y siempre funcionó como un penal de alta seguridad. No oculta que alguna vez fue casa de Joaquín “El Chapo” Guzmán durante casi un año, hasta que lo extraditaron a Estados Unidos. No obstante, el antiguo reclusorio apunta a reabrir sus puertas con la única misión de lograr la verdadera reinserción de quienes ingresen por ellas.
Actualmente, la institución, que también albergó a capos como el exlíder de Los Zetas, Miguel Treviño, alias “Z-40”, está bajo el control del Gobierno del Estado desde 2022. Pasará de permitirle a algunas personas privadas de su libertad (PPL) una sola hora de luz al día a convertirse en un Centro Estatal de Reinserción Social (Cereso) productivo. Para ello, primero habrá que cumplir con el reto de reacondicionar toda la instalación.

Cereso sin “F”
El primer cambio evidente es que el reclusorio al sur de Juárez ya no lleva el nombre de “Cefereso”; ahora es el Cereso número 9. El único recuerdo que queda de la antigua administración federal son los logos de la Secretaría de Gobernación, maltratados por el tiempo y llamativos entre las paredes grises que amurallan el lugar.
Más allá de los distintivos de épocas pasadas, de acuerdo con la Dirección de Servicios Penitenciarios del Estado de Chihuahua, el primer pendiente en la lista es rehabilitar el sistema de tuberías para llevar agua potable desde los límites de Juárez hasta el Cereso, el cual fue vandalizado en años anteriores.
“Estamos realizando un estudio que comenzó hace aproximadamente un mes. Es un levantamiento de las necesidades que tiene el Centro de Reinserción Social Número 9 para iniciar su operación. Hemos detectado que el problema principal es la tubería de agua y drenaje para dar servicio al centro. Tenemos contacto constante con la Junta Municipal de Agua y Saneamiento (JMAS); han mostrado toda la disponibilidad y hace una semana pusieron a funcionar el pozo que suministra agua al penal. Al momento de la instalación nos dimos cuenta de que la tubería tiene muchos daños, y se están haciendo los trámites para repararla y así poder estar en condiciones de tener agua”, explica para Netnoticias.mx Ricardo Realivázquez Domínguez, director de los Ceresos en el estado.
Abierta la puerta y ya dentro del penal, quedan claras dos cosas: el olvido de sus anteriores dueños y los signos de vida de quienes pasaron su tiempo en el lugar.

Lo que la tierra no se llevó
El órgano estatal abrió las puertas del reclusorio en exclusiva para Netnoticias.mx. En el recorrido realizado por la penitenciaría se pudo constatar el abandono de las autoridades federales durante los últimos años de su administración en el lugar. Asimismo, quedó evidente el vandalismo a la red de agua potable que, por el momento, impide la apertura del penal.
En el camino por las celdas y módulos alguna vez habitados, no es fácil ignorar las marcas, dibujos, señas, stickers y manchas de quienes ocuparon el espacio pagando sus condenas. Con la partida de estos también quedaron fotos, pósters y hasta poesía rayada en las paredes. También permanecieron indelebles las señales de quienes hicieron carrera en el mundo del crimen, entrando y saliendo (a la fuerza) de otras instituciones carcelarias. Cada celda, cada barrote tuvo historia, tuvo ingresos y egresos: amaneceres a las 6:00 de la mañana e idas a dormir a las 7:30 de la tarde. Cumplieron su propósito de contener a algunos de los nombres más temidos de todo el país.

Existen todavía los bloques de alta seguridad, haciendo honor a su nombre, privados de toda luz a excepción de una ventana de poco más de un metro de altura. Ahí pasaba 23 horas de su día “El Chapo” Guzmán. Nunca tuvo una celda fija; lo rotaban de sitio en sitio para evitar que hiciera amistades con sus compañeros de unidad. Se le describía como “serio” y “tranquilo”. Estuvo privado de su libertad 11 meses en esta frontera hasta que las autoridades federales estadunidenses lo extraditaron.
Cuando concluyan las obras, la que fuera casa de criminales podrá poner en marcha áreas consideradas “críticas”: las cafeterías, las áreas médicas, junto con las oficinas administrativas y operativas del reclusorio.
Toda esta maniobra permitirá el traslado, la clasificación y el movimiento interno de las personas privadas de su libertad una vez ingresadas en el edificio. De igual manera, ya se trabaja en el restablecimiento de la luz eléctrica; este último proceso reporta un avance del 80 por ciento con una inversión menor a los 200 mil pesos.
Habiendo arrancado operaciones, se podrá poner en marcha el proyecto del Cereso productivo, catalogado como “ambicioso” por la propia Secretaría de Seguridad Pública del Estado, pero que, según Servicios Penitenciarios, dependerá en primera instancia de la voluntad y las ganas del propio interno por mejorar su calidad de vida y salir adelante desde el interior de la prisión.
Con voluntad
De acuerdo con los encargados del penal, el futuro del mismo es uno productivo, uno donde las personas privadas de su libertad podrán emplear sus capacidades para ser útiles a la sociedad y aportar recursos económicos a sus familias, echando mano de la infraestructura con la que cuenta el antiguo Cefereso.
“Este proyecto nos beneficia primero en mantener las manos y mentes ocupadas de las personas privadas de su libertad. Los principales beneficiados serán ellos cuando se les empiece a pagar y puedan empezar a ver por sus familias en temas económicos. Esas cosas se ven con la voluntad; desde que la persona te demuestra que tiene la intención de progresar y de hacer algo con su tiempo, desde ahí son candidatos a trabajar. Claro que también vamos a estar revisando los expedientes y todos los antecedentes de los interesados en ser parte de este Cereso productivo”, señala Realivázquez.
Dicha estrategia funcionará de la mano con el plan de educación penitenciaria del estado, el cual tiene su infraestructura física al interior del reclusorio, siendo parte de las áreas que no sufrirán modificaciones en el proceso de rehabilitación.

Los números de la educación tras las rejas
Según el proyecto de las autoridades estatales, Chihuahua tiene mil 50 personas privadas de la libertad inscritas en algún programa educativo. Todas y cada una de ellas terminaron cuando menos su educación primaria y siguieron con sus estudios, algunos hasta llegar a cursar el grado de maestría.
“La educación es algo muy importante, es importante porque se le ofrece a la persona privada de la libertad una manera de hacer su condena más llevadera; el tiempo se pasa más rápido. Ellos crecen como personas también. Analfabetismo no tenemos; todos los internos saben leer y escribir, y muchos de ellos acceden a estudiar con toda la intención y con ganas. Quizás a los que en ocasiones sí tenemos que convencer son a las personas que, por su edad o por el largo de su condena, saben que ya no van a salir, pero tampoco los podemos obligar a que estudien”, añade el director de los Ceresos.
El segundo brazo de la estrategia de reinserción a la sociedad tendría lugar en un conjunto de aulas ubicado en uno de los extremos del Cereso: un grupo de ocho salones. Todos, están cercados y tienen vista hacia una de las torres de mando, porque, a fin de cuentas, no deja de ser un reclusorio.
En lo que respecta al manejo de la población carcelaria, se espera que el recinto estatal ayude a mitigar la sobrepoblación que existe en el Cereso 3 de Ciudad Juárez desde hace varios años.

Un respiro para el penal de la frontera
Según cifras del Censo Nacional de Sistemas Penitenciarios del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), en todo el estado de Chihuahua hay 9 mil individuos privados de su libertad; de estos, poco más de la mitad (4 mil 500) están alojados en el Cereso 3. Con capacidad para mil 193 personas, se prevé que, una vez aperturado en su totalidad, el Cereso 9 pueda ayudar a despresurizar el recinto ubicado en la calle Barranco Azul.
“Sí nos va a ayudar también porque el centro viene a bajar el hacinamiento y la sobrepoblación del Cereso Número 3. Si tomamos en cuenta que en el estado hay 9 mil personas privadas de la libertad y la mitad, o hasta poco más, están en Juárez, es muy claro que le hace falta un centro penitenciario, no nada más a Juárez, sino a todo el estado”, subraya Realivázquez.
De momento, también se trabaja en un estudio financiero para reajustar el presupuesto de 600 millones de pesos designado por la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, ya que aseguran que se podría poner en funcionamiento con menos recursos. Asimismo, ya se efectuó la reparación del 80 por ciento del sistema de energía eléctrica en el lugar.
