Ciudad Juárez.- Cuando una familia pierde a un ser querido y decide llevar su cuerpo a otra ciudad o país para despedirlo, inicia un proceso técnico y legal meticuloso que pocas veces se conoce a detalle. Naomi Ríos, administradora de la funeraria Ríos y San Ángel, explica cómo es este camino desde el fallecimiento hasta el destino final.
Todo comienza en el momento en que se confirma el fallecimiento. El cuerpo puede estar en un hospital, domicilio, o en caso de muerte violenta, en el Servicio Médico Forense (Semefo). “Nosotros acudimos cuando la familia decide contratar el servicio. Si es Semefo, debemos realizar los trámites con la Fiscalía para liberar el cuerpo”, señala Ríos.
Una vez en la funeraria, el cuerpo pasa por un proceso de embalsamamiento realizado por técnicos especializados. “Contamos con un equipo de los mejores embalsamadores de la ciudad. Su preparación puede conservar el cuerpo hasta por 2 o 3 meses, aunque legalmente el velorio no puede durar más de cuatro días”, comenta.
El procedimiento varía dependiendo del destino y la causa de muerte. Si fue natural, se gestiona directamente con el Registro Civil y la Secretaría de Salud. En cambio, si fue violenta, se necesita un oficio especial de la Fiscalía, una autorización del Registro Civil y un permiso sanitario específico.
Este permiso debe ser emitido por la Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Coespris), que valida que se cumplan todas las condiciones sanitarias para realizar el traslado, ya sea por vía terrestre o aérea. “Sin ese permiso, no se puede mover el cuerpo, aunque ya tengamos la autorización de Fiscalía y Registro Civil. Coespris es muy estricta en cuanto a horarios, documentación y revisión del vehículo o la aerolínea”, detalla Ríos.
“En los traslados aéreos, el cuerpo va en una caja de madera especial, más amplia que el ataúd, que nosotros fabricamos. Está hecha de cartón de madera, reforzada con fleje y sujeta con cinchos para asegurar su integridad. En el aeropuerto se hace una inspección final para verificar que todo esté en regla. El ataúd ya no puede abrirse ni manipularse después de ser sellado”, explica.
Los cuerpos se colocan en la bodega del avión, en un área aislada del resto del equipaje, cumpliendo con estrictas normas de salubridad y logística. Si el destino es internacional, como Estados Unidos o Venezuela, entra en juego el consulado del país correspondiente, lo cual puede extender el proceso.
También existe la opción de cremación, que ha ganado popularidad en los últimos años. “Muchos optan por ella por economía o practicidad. Sin embargo, en muertes violentas, la Fiscalía debe autorizarla, ya que una vez cremado el cuerpo, no pueden realizarse pruebas forenses posteriores”, añade.
Los costos de traslado aéreo pueden variar entre 20 mil y 30 mil pesos o más, dependiendo del destino y la logística requerida. “Hay quienes prefieren que el cuerpo llegue por avión a la Ciudad de México y de ahí continuar por carretera, todo depende del presupuesto y la decisión familiar”, señala Ríos.