Artistas sin frontera: Los rostros de Frazetta
Foto: Antonio Calleja

Parte 2 de 3

Observar rostros y expresiones en tamaño colosal, sentir que nos adentramos al corazón de la cultura fronteriza con una mirada, reconstruir los muros a pinceladas o con spray es lo que logran las obras de tres exponentes del muralismo urbano que, aunque distintos en su técnica, convergen en el arte y en el amor por Ciudad Juárez.

La trayectoria artística se refleja en la complejidad de las técnicas, estilos y formas utilizadas por parte de Damasco, Frazetta y Mick, tres artistas reconocidos como exponentes del arte urbano de esta frontera y que han trascendido por el impacto con el que sus creaciones, que los juarenses aprecian en las calles, en los parques y escuelas, en recorridos de los visitantes que han admirado por la dimensión y el detalle de las obras.

El muralismo urbano es un movimiento artístico que tomó fuerza en la frontera en los años 90’s como una forma de expresión e identidad, utilizado por grupos o pandillas, sin embargo, ha trascendido y se ha adaptado siendo una práctica que busca crear "una galería gratuita” en el espacio público.

En esta segunda parte, Frazetta comparte a Revista Net su experiencia de vida y su forma de sortear las complejidades para lograr sus proyectos.

El arte de los rostros: Frazetta

Raúl Flores García, mejor conocido como Raúl Frazetta, es un muralista y tatuador juarense, de 34 años, reconocido por su talento, pero también por un amargo suceso, que en octubre de 2020 destruyó una de sus obras, el rostro de una niña rarámuri con una pañoleta de color azul que cautivó el entorno del Monumento a Juárez.

El artista autodidacta comenta que su meta es llegar a estudiar arte en Europa, Italia o Francia.

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¿De dónde eres?

— Nací en Ciudad Juárez, a los 14 años, en 2002, me moví a vivir a Maryville, Tennessee, donde estudié la preparatoria. Regresé a Juárez en 2014, en 2017 viví en España y en 2021 viví en la Ciudad de México.

¿Cómo te interesaste por el arte?

— Cuando tenía 8 años, a mi prima que es un año mayor que yo, le gustaba mucho pintar, yo iba mucho a su casa a ver lo que hacía, y empecé por el dibujo. Pero ahora cambio de técnica a cada rato, trato de siempre hacer algo diferente, tatuar, dibujar, pintar con óleos. Cuando estaba en la secundaria conocí a un muchacho que ya hacía letras y comencé con él pintando espacios públicos… ilegalmente.

¿Cómo defines tu estilo de mural?

— Para los murales yo solo uso aerosol y se supone que es un derivado del graffiti. Si se hace con aerosol entonces es graffiti, yo trascendí pintando rostros. A mí siempre me han gustado los rostros, captar la mirada, el realismo; los animales, inspirado en que a mi mamá siempre le ha gustado la naturaleza.

¿Cuáles son tus principales obras? ¿Hasta dónde has llegado?

— De hecho, todos los murales que he pintado en todo México (son importantes), porque he pintado en varios lugares, Guadalajara, Cancún, Pachuca, Morelia, varios lugares.

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Antonio Calleja

Hace dos años realizaste un mural en la plaza del monumento a Benito Juárez, el rostro de una niña rarámuri, pero lo borraron, ¿cómo reaccionaste? ¿qué pasó?

— Da coraje, es tu tiempo, el sol está bien caliente, es el clima, es todo, entonces tú le pones todo el corazón, toda el alma, toda la fe, entonces no es chido, porque no me están pagando, no me están regalando la pintura y luego los aerosoles están carísimos, la gente no ve nada de eso, no sienten.

Siempre la ciudad es complicada, la mayoría de la gente es complicada, por eso también dejé de pintar, me di cuenta que no tenía un buen impacto y eso es parte de la inspiración.

¿Cómo elegiste el rostro que pintaste?

— Porque son nuestras raíces, nuestros nativos. Quería que fuera como una marca personal pintar tarahumaras, primero traté de pintar imágenes que ya estaban en Internet, pero si causaba un gran impacto iba a viajar, a tomar fotografía… pero pues no funcionó. En Cancún fui muy bien aceptado, incluso pinté junto a un español y fue muy bien aceptado… pero aquí me di cuenta que causó un mal impacto, entonces solo pinté esa y una en Cancún.

¿Cómo afecta tu inspiración?

— Ya no lo vi relevante pintar por amor al arte, yo nunca he tenido un apoyo monetario del Gobierno, tampoco lo he pedido, pero ya no tengo esa motivación.

Lo que me estaba dando ganancias era el tatuaje. Todo esto (el muralismo) lo hacen por amor al arte y aunque me querían contratar no lo hacía porque ya no me inspiraba igual. Antes era de que si me decían —vamos a pintar en domingo—, dejaba de tatuar y me iba a pintar, ya es diferente.

¿Existe rivalidad en el muralismo urbano?

— Hay egos en todas partes, todos piensan que son las estrellas. Por mi parte yo soy mi propia competencia.

Aquí en Juárez se perdió lo del “carnalismo”, la hermandad en general, ahorita todo lo que estoy haciendo es por mi cuenta, porque son objetivos personales. Todavía el año pasado pinté un mural en el Centro, uno de un Buda, con un amigo de El Paso, porque él también me ha apoyado bastante. Pinto cada cuatro o cinco meses aquí en Ciudad Juárez, porque hay tiempo.

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