Ciudad Juárez.- El abrazo de un niño pequeño que se encontraba junto al río Bravo del lado mexicano acompañado de su familia con la meta de llegar a los Estados Unidos reforzó el proyecto por el cual la artista canadiense Christine Brault inició a observar las prendas de ropa que han quedado junto a la cuenca, dejando rastro de las personas y su trayecto migrante.

Desde hace más de 15 años, una condición medica por la que Christine enfrentó al cáncer de mama la hizo reconocerse en el valor de su propio cuerpo habitando el espacio, comunicando y transformando percepciones.

Ha trabajado con la comunidad migrante que habita en Montreal, Canadá, muchos de ellos latinos, pero también de otros continentes, para acompañarles en el proceso de aprender el francés para comunicarse y vivir en el país, donde las costumbres y la vida es distinta a la de sus lugares de origen.

En el 2019 vino a Ciudad Juárez para presentar una charla y proyecto de reflexión acerca de su trabajo en temas de violencia de género, colaborando con el Instituto Municipal de las Mujeres (IMM); a partir de ahí ha convivido con otros proyectos e iniciativas de la ciudad, como el Jane’s Walk por el que caminó cerca del río Bravo, observando la ropa que a su paso dejan los migrantes, como una huella de su propia historia.

En entrevista compartió que en su país trabajó en una empresa de textiles, donde conoció a mujeres migrantes que salieron de países como Bangladesh, entre otros de Asia y el medio oriente, huyendo de condiciones de trabajo inhumano en las fábricas de ropa. Por lo que desde entonces ha tomado especial interés por observar el lugar de origen de las prendas.

Al ver en el camino ropa de múltiples colores, tallas, texturas y usos, ha realizado un arduo trabajo de recopilación de prendas, observando en ellas el desgaste, las marcas, las etiquetas, para reflexionar sobre las historias que hay detrás de su ‘abandono’ en la cuenca del río Bravo.

¿Quienes las hicieron, transportaron y usaron?

“Me hieron pensar en todas esas personas ¿De dónde llegan? Se suman muchas capaz de historias”, dijo la entrevistada a este medio.

El haber pasado toda su vida conviviendo con personas que son “de todas partes” le ha permitido reconocer la normalidad de la movilidad humana, sin embargo, también a conocer las historias de esfuerzo, lucha y sufrimientos que les han acompañado.

En su proyecto “Arropar, ropa migrante”, Christine busca comunicar, guardar y entrelazar cada historia, en una forma de solidaridad en espíritu para que lleguen al lugar deseado, para que quienes dejaron la ropa que les cubría, tengan un nuevo refugio, un sitio seguro para vivir.

“Primero recolecté las prendas, las lavé, las limpié. Trabajé con estas mismas piezas, les tomé fotos, las hice como abrazar entre ellas. Porque también lo del abrazo viene de un niño venezolano al borde en noviembre del 2022 cuando nos acercamos a estas personas, no me conocía y me abrazó, me preguntó ‘vas a cruzar’, y me quedé con este abrazo”, compartió la artista.

Durante sus múltiples estancias en la frontera ha hecho recopilación de prendas en puntos donde la población migrante converge, los cuales han cambiado desde el campamento que se instaló por meses cerca de la calle Oro, hasta las poblaciones que han transitado entre la puerta 36 y 40.

Con un performance en el que la ropa que ha reunido y cosido entre sí a mano, cubría por completo cu cuerpo, Christine contó este miércoles 8 de mayo en las instalaciones de la galería estudio Mi Ciela, de la fotógrafa Itzel Aguilera, cómo cada una de ellas tiene vida, conformada por las historias de quienes les han confeccionado, transportado y habitado en algún momento.

Este día sábado 11 de mayo a las 6:00 de la tarde tendrá una nueva presentación de performance, llamado “Cuerpo-territorio, cenizas y semillas”, en el que utiliza el barro como inspiración y medio para comunicar la unión del ser humano con la tierra y la forma en que ha servido para crear hogares, espacios y edificios con adobe.

La cita es en el Edificio de los Sueños ubicado en la zona centro en la calle Ramón Corona 210, en la Plaza Cervantina, un espacio impulsado por el Instituto para la Ciudad y los Derechos Humanos A.C.

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