Es una domadora de palabras, las somete, las acaricia, las peina y las lanza con un nuevo significado. Ejemplo de ello, el título de sus libros: “Juárez tan Lleno de Sol y Desolado”, 2003 y “Delincuentos: Historias del Narcotráfico”, 2004 y 2009.

Ese arte (el de domar a las palabras), solo lo practican algunos, y deben sumar a su talento nato, un hambre por la lectura, que no cese por más que se alimente. Esta domadora es Arminé Arjona.

“La vida me cambió cuando aprendí a leer”, a los cuatro años anunció orgullosa a sus padres que había aprendido a leer, obviamente no le creyeron y ella, con paso firme se acercó a ellos y comenzó a leerles ante su asombro, el periódico. —¿Pero, cómo fue que aprendiste?— fue lo primero que salió de los labios de su padre y les explicó que las señoras del servicio doméstico le habían enseñado, yo creo que fue la forma más civilizada que encontraron para mantenerla sentada y sin hacer travesuras.

“También escribo desde muy pequeña, era muy traviesa e inquieta, así que, para mantenerme bajo control, mi mamá me mandaba a dar una vuelta a la cuadra y cuando eso no era suficiente, me ordenaba: —¡escribe un cuento!—”. Ahí las cosas cambiaban por completo, la pequeña Arminé entraba en su propio universo y la paz llegaba a casa.

“Me era tan necesario leer que, si no tenía material, sentía que no podía respirar, en casa me compraban tantos libros como podían y cuando se acababan, leía el periódico, de punta a punta y si no llegaban libros nuevos, me seguía con el directorio telefónico. Leía tanto que llegué al grado de que una amiga, con tal de que le hiciera caso cuando me hablaba, ¡le prendía fuego a lo que estaba leyendo!” y la anécdota me ayuda a entender cómo llegó a poseer la maestría con que juega con las palabras.

“Mi mamá era dicharachera y muy cáustica, de ahí heredé ambas características y las fui desarrollando con el tiempo”.

De Medicina a las letras

Arminé es un ícono de las letras de nuestra frontera, una mujer con mucho que contar y más por vivir, había escuchado mucho de ella y tenemos varios amigos en común, pero no se había presentado la oportunidad de conocerla y esta charla fue el pretexto perfecto para hacerlo.

Arminé está postrada en cama, hace unos meses decidió despedir a una de sus piernas, ya le había aguantado muchas y la última ya no se la toleró, así que le notificó que ya no era requerida y la apartó del resto de su cuerpo.

“Tenía 21 años cuando tuve un accidente esquiando en la nieve, malos diagnósticos y 21 cirugías después, finalmente el médico accedió a amputarme la pierna. En el 2000 me pusieron una prótesis de rodilla, tuve un trombo y la prótesis se trababa. Dos décadas después, tenía un gato gordo que brincó sobre mi rodilla y rasgó la piel, algo brotó de la herida y resultó que por 20 años tuve una gasa dentro de mí”. La constante infección por el cuerpo extraño hizo estragos en su salud y un año de intentos fallidos por mejorar su estado, convencieron al médico a atender la solicitud de Arminé, ella es médico de profesión, así que sabía lo que estaba pidiendo y en enero pasado, se procedió a amputar su extremidad, hoy espera recuperarse por completo y buscar una prótesis, libre de tantos años de dolor permanente.

“Cuando era pequeña leí un libro llamado ‘El Guardián de la Salud’, me enamoré de las ilustraciones, del cuerpo humano y por eso estudié Medicina, pensé en algún momento ingresar al Periodismo, pero lo que pasó con el Movimiento Estudiantil del 68 me decepcioné, así que me hice médico, graduada con mención honorífica y después me especialicé por dos en acupuntura”.

Mujer de Acción… Poética

Nacida en Ciudad Juárez, hija de un español refugiado, de muy pequeña la llevaron a la Ciudad de México, pero luego del divorcio de sus padres cuando tenía 10 años regresó a Juárez para que su madre reconstruyera su vida con un gran amor que tuvo y que murió poco tiempo después.

“Seguía siendo tan inquieta, que de castigo mi mamá me mandó a un internado a Chihuahua. Me gustó tanto estar ahí, que cuando mi mamá se enteró de eso, el castigo fue que regresara a casa, ese periodo inspiró mi primera obra autobiográfica: ‘Hogar, Dulce Hogar’.”

Hablando de la obra de Arminé, la más “callejera” y que seguramente muchos conocen, es aquella que ha plasmado en las bardas de Juárez, todo fronterizo ha leído al menos uno de estos micro poemas:` “La poesía se voló la barda”, “¿Quién le da alas a las balas?”, “Para una lluvia de balas, un arcoíris de paz” o el doloroso “No me hallo. Estoy desaparecida” que aún hoy en día se nos muestra en las calles del centro, y es que Arminé es una de las madres (quizá una de las más visibles) del famoso “Acción Poética” con que se firman estos versos en los muros juarenses.

“Por cierto, eso de: ‘Abrazos, no Balazos’, es una frase mía y él que la usa, nunca me ha dado crédito y tengo manera de probarlo, la escribí en un texto publicado en el 2010, que alguien le avise, ¡para que sepa!”, bromea. “También de esa época es la de: ‘Aunque nos llenen de sangre, floreceremos’ y es que Arminé también es reconocida como activista en contra de los feminicidios.

Postrada, pero productiva, enlista lo que tiene que hacer por delante. “Estoy dándole, tengo mucho trabajo inédito, dos novelas: ‘La Espesura del Silencio” y ‘Radiante”, sobre la tragedia del cobalto 60 en Juárez y un poemario sobre los desaparecidos, que se llama ‘La Fosa Nostra’” y a eso le suma su permanente dibujo, “es que, para mí dibujar es terapéutico”, apunta.

Cuando le pregunto si hay algo que se quedó en el tintero, solo agrega: “Sí, que coman frutas y lecturas”.

La visita a casa de Arminé me explica el porqué es tan querida en las comunidades artística y activista de esta ciudad, ella contiene algo del espíritu que nos mantiene de pie, luchando, domando a las palabras para que se conviertan en aquello que queremos decir y nos describan, en este caso, Arminerd, Armileg… la querida Arminé Arjona.

Publicidad
Enlaces patrocinados