
“No Somos Machos Pero Somos Muchas”, así se pintaron las mujeres fronterizas ante la invisibilidad, con esas marchas artísticas llegaron a los cafés, a espacios blancos, a espacios negros donde el rosa era el color del luto, entraron en bola a los museos, a las bardas, de las paredes del encierro al Instagram y al TikTok. Así, Ana Karen caminaba hasta que se encontró y ahora florece con una obra profunda y austera, como el desierto.
Pintora, ceramista y muralista, cada obra de Ana Landa habla por sus ojos, a veces, por su llanto, en las gotas de la lluvia. “He caminado como por un laberinto, siempre me ha gustado el dibujo {…} ya fue en la prepa cuando descubro al CMA (Centro Municipal de las Artes)”.
En un entorno de educadoras, madre y hermanas, descubrió que tenía otro camino y su necesidad de expresarse la llevaron a estudiar Artes Plásticas. “Fue la búsqueda de expresarme, me gustaba escribir, a partir de eso visualizaba imágenes o formas y las llevaba a cabo”. En ese proceso fue echando raíces con el arte.
Vivir de la expresión o expresarse para vivir comenzó a tener sentido para Landa cuando las artistas comenzaron a unirse en exposiciones colectivas, Cecilia Briones (+), “La Catrina”, la sumó a estas exposiciones. “Expusimos en La Rodadora, en el Museo de Paquimé, en diferentes cafés, empecé también a conocer más personas que organizaban eventos o que también pintaban”. Recuerda los buenos consejos de Catrina, “aprendí a darle el valor a mis piezas”.

Cortesía
Muros y murales
Ana reconoce la gran oportunidad que tuvo al dejar sus pinceladas plasmadas en Unidad de Atención del Instituto Municipal de las Mujeres (IMM), dentro de las instalaciones del Centro Comunitario José Refugio Sánchez.
“Es un trabajo que guardo mucho en mi corazón porque el proceso fue muy fuerte”, ella se refiere a escuchar a las mujeres de Los Kilómetros, sus anécdotas de vida, de carencias, el valor del agua, las violencias… “era un espacio para ellas”. Del dolor también compartieron sus añoranzas, la belleza de los atardeceres frente al cerro de la Mujer Dormida, las flores silvestres, el olor de la lluvia y el dominio de la gobernadora en el paisaje, finalmente, se observa a una mujer rarámuri saltando una cuerda de flores, las gotas de lluvia.

“El otro está en Riberas, me inspiré en este abrazo de una niña, una mujer y una adulta mayor entre flores”, dice Landa.
Otro de sus murales lo trabajó con Ángeles Salgado, un corazón que llora y un colibrí sobre un pincel visten una barda en la Plaza Cervantina, “No te rindas, queda mucho por sentir”.
Tiene más obras que hizo en colaboraciones con otros muralistas destacados como Arturo Damasco, con él trabajó en uno en honor de “El Divo de Juárez” Juan Gabriel, en un restaurante en la avenida De la Raza.
Un camino en bicicleta
Entre acuarelas, óleos, dibujos, macetas y pipas, el aroma a pintura rodea el estudio donde Ana ofrece clases de cerámica, sus pipas son las más solicitadas. Cuando abre talleres trata de hacer que sus alumnos expresen “el rostro que habitan”.
Sus macetas realmente cautivan, de los ojos de sus corazones siempre brota el llanto que deshace el rostro o bien erotismo que desata unos labios.
Como artista de macetas y en bicicleta, tiene miedo como cualquier otra mujer que recorre el Centro de Juárez, es como si la sombra de Isabel Cabanillas, nos gritara: “cuídate, apúrate y no confíes”.
“Es un miedo constante, así como ella se dedicada a mover su obra, buscar apoyo y se transportaba en bicicleta {…} siempre la tengo presente y más por sus caminos, porque yo también vivo por el Centro, es difícil pasar por ahí y no tener presente esa historia”.
Por otra parte, el riesgo es latente, poco cambia la cultura del acoso. “Me ha pasado que me buscan y me dicen quiero un mural en mi casa y al final me doy cuenta de que no buscaban el arte, esos también son bajones”.
En perspectiva, piensa “nos sigue faltando, a las artistas mujeres nos siguen tratando como ‘la aprendiz’, Siento que es de algo de lo que no se habla”.
Los cambios son importantes, “hay que apoyarnos entre nosotras, buscar y los espacios, expresarnos, expresar nuestras inquietudes, porque ya cuando se pierde ese miedo es cuando se ven los resultados”.
Arte para todas
Por ahora, Ana sigue vendiendo sus pipas, acuarelas, óleos, máscaras y macetas, lo combina con talleres de cerámica. Además este ciclo también dará clases en el CMA de Dibujo y Pintura, por lo que invita a las personas de todas las edades a expresarse mediante las artes plásticas.
“Con la cerámica aprendí a tener desapego, porque es una técnica muy frágil, que en cualquier momento se puede quebrar”.
La inspiración está en el desierto, en la mujer del desierto, “me gustan mucho las miradas, mis personajes son siempre femeninos, son como historias cercanas”. Y en esa forma de explicar el dolor sin palabras están las plantas de una árida frontera. Me muestra una máscara de cerámica con un corazón, en sus ojos dos miradas, de una brota un cactus y del otro una flor blanca. Cerramos con su texto “Desierto”, ella es:
“Como una lija
buscando dar forma
a un tronco de madera”.